¿Quo vadis economía mundial?

Por Luis Gamero Russo*
 
 
Definitivamente se complicó la recuperación de la economía mundial. En las últimas semanas se ha hecho más notorio que ésta ha entrado en un período de franca desaceleración, con mucha volatilidad financiera.

A las dificultades de resolución de los problemas de deuda y de déficit fiscal de la economía más grande, los EE.UU., y su falta de dinamismo económico, se unen los también problemas de deuda soberana y estancamiento de la Unión Europea. Todo ello, sumado a que la tercera economía mundial, Japón, está sufriendo un penoso proceso de reconstrucción física a raíz de sus recientes desastres naturales.

Inclusive, la segunda economía del planeta, China, también está disminuyendo su crecimiento económico por haber comenzado a experimentar dificultades inflacionarias internas, y de excesivos y continuos superávits externos. Todo lo cual está llamando a replantear su estrategia de desarrollo hacia una mayor reorientación interna de su demanda.
Ahora, como la mayoría del consumo mundial todavía proviene de los EE.UU., Europa, y Japón, el colapso de su demanda afectará negativamente a los países emergentes. Y es de esperarse que, al caer la demanda externa de sus principales exportaciones, su dinamismo económico se modere.

Sin embargo, la mayoría de estos países emergentes tienen posiciones de deuda bastantes sólidas o son hasta acreedores netos a nivel internacional, lo que les permite implementar, si fuera necesario, políticas macroeconómicas anti-cíclicas para así atenuar, en parte, la caída esperada en sus crecimientos económicos.

Los mayores problemas de solución de la crisis, sin embargo, recaen en las dificultades que tienen tanto los EE.UU. como la Unión Europea, tanto por sus propias incapacidades políticas para enfrentar efectivamente dichos problemas, como por las complejidades y gravedades de las mismas.

En Europa, sobre todo, los alemanes, que podrían haberse convertido en los generadores de un nuevo Plan Marshall en favor del sistema Euro, se resisten a colaborar plenamente (endosando los propuestos Eurobonos, entre otras cosas). Lo que acrecienta las posibilidades de que los países más débiles (Grecia, Irlanda, Portugal, España, y quizás Italia) se vean forzados a abandonar el sistema Euro, devalúen en sus propias monedas originales, e inicien restructuraciones de sus deudas con fuertes descuentos en contra de sus acreedores (bancos y gobiernos europeos, en su mayoría). Al mismo tiempo que se interrumpen los flujos de comercio intrarregionales y se afecten negativamente las exportaciones de los países más fuertes del Norte (Alemania, Francia, países nórdicos, etc.).

En el caso de los EE.UU., el índice de confianza del consumidor acaba de retroceder a niveles de recesión al caer a los 55,7 puntos en agosto, luego de obtener 63,7 puntos en julio. Dicho índice sólo ha estado a un nivel menor en abril y mayo de 1980, y en noviembre del 2008. La actual caída se debe principalmente a: (i) la percepción de que los políticos son incapaces de evitar una nueva recesión; (ii) el pesimismo respecto a la efectividad de las políticas fiscales y monetarias; (iii) la persistente caída de los precios de los bienes raíces; y (iv) la obstinada alta tasa de desempleo (9.1%). Y como el consumo privado representa el 71% del PBI de los EE.UU., mientras no se reactive la demanda del consumidor norteamericano, la economía estadounidense difícilmente se recuperará.

En resumen, las opciones de los gobiernos y los bancos centrales de evitar la recesión mundial son menores ahora que hace dos años porque ya han utilizado gran parte de sus municiones.


Economista *

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