Ollanta Humala: Conversión, traición o vacuidad ideológica
Por Félix Jiménez
A Ollanta Humala se le acusa de converso. De nacionalista mutó a neoliberal, dicen. Otros califican esta metamorfosis como una traición. Abjuró sin rubor alguno de su prédica transformadora, afirman. Finalmente, hay quienes sostienen que sus ideas actuales expresan algo más profundo y que tiene relación con su escasa o nula formación intelectual. Ollanta Humala sería un indocto versátil, o un político tradicional amante del poder y vacuo ideológicamente (un político seguidor de Weber, sin saberlo).
Hay, sin duda, razones que corroboran cualquiera de estas hipótesis sobre su estatura moral, intelectual y política. Nosotros vamos a mostrar que el actual presidente adhiere a ideas –pertenecientes a Castilla y también a Alan García---, todas de sentido común y ninguna con estatura teórica e ideo-política.
El espíritu mercantil en la administración del Estado«El crecimiento económico actual que ha puesto en vitrina a nuestro país –dice Humala--, requiere de un Estado moderno y eficiente». A Humala no solo le gusta la frase «en vitrina», sino otra más rimbombante como «puesta en valor». Veamos: «Lo que hoy día llamamos la puesta en valor del Perú a nivel mundial no salió del azar... Hoy somos uno de los principales países receptores de inversiones extranjeras en América Latina, pero para esto hemos tenido que hacer esfuerzos y trabajo».
Las frases pertenecen a Castilla. Una simple búsqueda en internet basta para encontrar coincidencias entre los dichos de Humala y los dichos de Castilla. En todos los road shows efectuados por este ministro, se usó la misma cantaleta: «el encuentro con empresas e inversionistas extranjeros, pone en vitrina el vasto potencial del Perú»; «a través del road show les simplificamos la vida a aquellos inversionistas que están empezando a pensar en Perú».
Por estas razones, Castilla y Humala pasarán a la historia por haber llevado el espíritu mercantil a la administración del Estado.
Humala y García: una misma concepción de desarrollo El ministro Castilla dice que «para ser más competitivos y sostener el crecimiento debemos modernizar el Estado y generar confianza». Humala repite lo mismo. «Lo que queremos es un Estado moderno que esté a la altura de las circunstancias». Hay que destrabar las inversiones y hacer más eficiente el servicio civil. «Así como las familias quieren tener la tranquilidad de que acuestan a sus hijos y al día siguiente van a ir al colegio, las inversiones también quieren tener tranquilidad, entonces se trata de construir y consolidar confianza».
Humala está siguiendo la ruta reformista y transformista de Alan García; por eso ninguna de sus reformas apunta a los objetivos del Nacionalismo. En lo que a concepción de desarrollo se refiere, García es el que configuró la «propuesta teórica» que ahora defiende Humala. Se parte de la identificación de los factores que supuestamente erosionan la confianza de los inversionistas y que, por consiguiente, impiden el crecimiento y desarrollo (Véase nuestro artículo El choque de dos concepciones de modernidad: Modernización Neocolonial y Modernización Democrática, publicado en este mismo diario el 5 de julio de 2009).
El «inductivismo ingenuo del siglo XIX» usado por García, es el mismo que usan Castilla y Humala. Hay recursos que se pueden utilizar (poner en valor decía también García), pero hay perros del hortelano que se oponen. Hay que acabar entonces con el perro del hortelano. Este es el método que usan los profanos: observan algunos hechos (recursos, posibilidades, trabas y opositores que generalmente reflejan sus preferencias) y creen así, por inducción, construir una propuesta «teórica» que compite con las teorías de la inversión y del desarrollo.
Entienden lo mismo por confianza y su papel. García afirmaba: «Saber tratar con el capital extranjero es un difícil equilibrio. Y más en un mundo de competencia en el que todo capital rechazado en un país, irá a otro». Y, para retener al capital extranjero García ofrecía la política del «cholo barato». «Hoy, decía, ante la volatilidad de la inversión, el cambio tecnológico y el vaivén de las exportaciones no es posible pensar en una estabilidad laboral absoluta».
Humala repite el credo. «Hemos aprendido que el modelo peruano requiere de inversiones nacionales y extranjeras. Somos uno de los principales países receptores de inversiones extranjeras en América Latina, pero esto no viene de la casualidad, sino de batallas que se dan día a día para mantener un rumbo ordenado del país, que genera confianza a nivel nacional e internacional».
A modo de conclusiónNo se puede estar en contra de la agilización de los procedimientos y de mejorar la eficiencia en la administración del Estado. Tampoco es criticable ser repetidor, porque se puede coincidir plenamente en ideas y en concepciones ideo-políticas. Pero no se puede confundir la prédica mercantil (eso de poner en valor o en vitrina al Perú) con la prédica nacionalista; ni la prédica de la confianza y de la reforma del Estado como reforma de procedimientos, con la prédica de construcción del Estado-Nación.
Por lo tanto, ahora el lector sabe que Humala ha abandonado el Nacionalismo, que ahora Humala es el defensor de un modelo de modernización excluyente; de un modelo que descuida los mercados internos, que reprime el crecimiento de los salarios, y que no permite que las poblaciones, rural y nativas, mejoren sostenidamente su calidad de vida.
A Ollanta Humala se le acusa de converso. De nacionalista mutó a neoliberal, dicen. Otros califican esta metamorfosis como una traición. Abjuró sin rubor alguno de su prédica transformadora, afirman. Finalmente, hay quienes sostienen que sus ideas actuales expresan algo más profundo y que tiene relación con su escasa o nula formación intelectual. Ollanta Humala sería un indocto versátil, o un político tradicional amante del poder y vacuo ideológicamente (un político seguidor de Weber, sin saberlo).
Hay, sin duda, razones que corroboran cualquiera de estas hipótesis sobre su estatura moral, intelectual y política. Nosotros vamos a mostrar que el actual presidente adhiere a ideas –pertenecientes a Castilla y también a Alan García---, todas de sentido común y ninguna con estatura teórica e ideo-política.
El espíritu mercantil en la administración del Estado«El crecimiento económico actual que ha puesto en vitrina a nuestro país –dice Humala--, requiere de un Estado moderno y eficiente». A Humala no solo le gusta la frase «en vitrina», sino otra más rimbombante como «puesta en valor». Veamos: «Lo que hoy día llamamos la puesta en valor del Perú a nivel mundial no salió del azar... Hoy somos uno de los principales países receptores de inversiones extranjeras en América Latina, pero para esto hemos tenido que hacer esfuerzos y trabajo».
Las frases pertenecen a Castilla. Una simple búsqueda en internet basta para encontrar coincidencias entre los dichos de Humala y los dichos de Castilla. En todos los road shows efectuados por este ministro, se usó la misma cantaleta: «el encuentro con empresas e inversionistas extranjeros, pone en vitrina el vasto potencial del Perú»; «a través del road show les simplificamos la vida a aquellos inversionistas que están empezando a pensar en Perú».
Por estas razones, Castilla y Humala pasarán a la historia por haber llevado el espíritu mercantil a la administración del Estado.
Humala y García: una misma concepción de desarrollo El ministro Castilla dice que «para ser más competitivos y sostener el crecimiento debemos modernizar el Estado y generar confianza». Humala repite lo mismo. «Lo que queremos es un Estado moderno que esté a la altura de las circunstancias». Hay que destrabar las inversiones y hacer más eficiente el servicio civil. «Así como las familias quieren tener la tranquilidad de que acuestan a sus hijos y al día siguiente van a ir al colegio, las inversiones también quieren tener tranquilidad, entonces se trata de construir y consolidar confianza».
Humala está siguiendo la ruta reformista y transformista de Alan García; por eso ninguna de sus reformas apunta a los objetivos del Nacionalismo. En lo que a concepción de desarrollo se refiere, García es el que configuró la «propuesta teórica» que ahora defiende Humala. Se parte de la identificación de los factores que supuestamente erosionan la confianza de los inversionistas y que, por consiguiente, impiden el crecimiento y desarrollo (Véase nuestro artículo El choque de dos concepciones de modernidad: Modernización Neocolonial y Modernización Democrática, publicado en este mismo diario el 5 de julio de 2009).
El «inductivismo ingenuo del siglo XIX» usado por García, es el mismo que usan Castilla y Humala. Hay recursos que se pueden utilizar (poner en valor decía también García), pero hay perros del hortelano que se oponen. Hay que acabar entonces con el perro del hortelano. Este es el método que usan los profanos: observan algunos hechos (recursos, posibilidades, trabas y opositores que generalmente reflejan sus preferencias) y creen así, por inducción, construir una propuesta «teórica» que compite con las teorías de la inversión y del desarrollo.
Entienden lo mismo por confianza y su papel. García afirmaba: «Saber tratar con el capital extranjero es un difícil equilibrio. Y más en un mundo de competencia en el que todo capital rechazado en un país, irá a otro». Y, para retener al capital extranjero García ofrecía la política del «cholo barato». «Hoy, decía, ante la volatilidad de la inversión, el cambio tecnológico y el vaivén de las exportaciones no es posible pensar en una estabilidad laboral absoluta».
Humala repite el credo. «Hemos aprendido que el modelo peruano requiere de inversiones nacionales y extranjeras. Somos uno de los principales países receptores de inversiones extranjeras en América Latina, pero esto no viene de la casualidad, sino de batallas que se dan día a día para mantener un rumbo ordenado del país, que genera confianza a nivel nacional e internacional».
A modo de conclusiónNo se puede estar en contra de la agilización de los procedimientos y de mejorar la eficiencia en la administración del Estado. Tampoco es criticable ser repetidor, porque se puede coincidir plenamente en ideas y en concepciones ideo-políticas. Pero no se puede confundir la prédica mercantil (eso de poner en valor o en vitrina al Perú) con la prédica nacionalista; ni la prédica de la confianza y de la reforma del Estado como reforma de procedimientos, con la prédica de construcción del Estado-Nación.
Por lo tanto, ahora el lector sabe que Humala ha abandonado el Nacionalismo, que ahora Humala es el defensor de un modelo de modernización excluyente; de un modelo que descuida los mercados internos, que reprime el crecimiento de los salarios, y que no permite que las poblaciones, rural y nativas, mejoren sostenidamente su calidad de vida.
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