El reto es crecer ensuciando menos
Por Carlos Monge
Si el calentamiento global lleva a que la temperatura del mundo aumente en más de dos (2) grados de acá al 2050, las consecuencias serán muy graves para la humanidad: alteraciones severas de los ciclos hídricos con pérdida total de los glaciares, aumento en los niveles del mar, cambios en la productividad y en la viabilidad misma de los cultivos, desertificación de la Amazonía, masiva pérdida de la biodiversidad. Y los más afectados serán los más pobres, pues ellos son los que menos recursos tienen para adaptarse a estos cambios.
Para evitar esto, es necesario que el mundo reduzca sus emisiones anuales de gases de efecto invernadero en 60%. Es decir, que emita menos de la mitad de los gases que está emitiendo en la actualidad.
En América Latina y en el Perú, las dos actividades que más contribuyen al calentamiento global son el cambio de uso de suelo (deforestación para diversas actividades, principalmente) y la quema de energía fósil (petróleo principalmente). En tercer lugar está la agricultura, por el uso masivo de fertilizantes basados en energía fósil. Los sectores que usan la energía sucia, en la región y en el Perú, son el transporte y el sector industrial, pero la minería (siderurgia incluida) es el sector consumidor que más crece.
Las respuestas estratégicas a los retos del cambio climático deben ser básicamente dos. De un lado, invertir de manera significativa en actividades de mitigación y adaptación al cambio climático, asignando recursos que ayuden directamente a los pobres a entender los cambios que se vienen y adaptarse a los mismos. De otro, poner freno a las actividades que más generan gases de efectos invernadero. Hay pues que frenar drásticamente la deforestación de la Amazonía, organizar un transporte público masivo con base a energía limpia y renovable, y cambiar la matriz productiva y energética. Esto incluye hacer menos minería y producir y usar menos petróleo. También usar el gas no para exportar (como hoy) o para grandes proyectos petroquímicos o para la minería chilena (como se quiere), sino para abastecer hogares, transporte y pequeñas y medianas empresas urbanas.
Estos grandes objetivos, tanto como los de la igualdad social, deben estar en el centro del programa del Frente Amplio. No basta cambiar el eje hacia el mercado interno y lograr más renta pública para fines redistributivos. Igualmente importante es bajar nuestra huella ecológica como país para cumplir así una obligación ética con la humanidad de hoy y la del futuro. Menor pobreza y desigualdad hoy, y un medio ambiente viable para nuestra descendencia, son retos indesligables de la izquierda. No es lo uno o lo otro. Es los dos o nada.
Si el calentamiento global lleva a que la temperatura del mundo aumente en más de dos (2) grados de acá al 2050, las consecuencias serán muy graves para la humanidad: alteraciones severas de los ciclos hídricos con pérdida total de los glaciares, aumento en los niveles del mar, cambios en la productividad y en la viabilidad misma de los cultivos, desertificación de la Amazonía, masiva pérdida de la biodiversidad. Y los más afectados serán los más pobres, pues ellos son los que menos recursos tienen para adaptarse a estos cambios.
Para evitar esto, es necesario que el mundo reduzca sus emisiones anuales de gases de efecto invernadero en 60%. Es decir, que emita menos de la mitad de los gases que está emitiendo en la actualidad.
En América Latina y en el Perú, las dos actividades que más contribuyen al calentamiento global son el cambio de uso de suelo (deforestación para diversas actividades, principalmente) y la quema de energía fósil (petróleo principalmente). En tercer lugar está la agricultura, por el uso masivo de fertilizantes basados en energía fósil. Los sectores que usan la energía sucia, en la región y en el Perú, son el transporte y el sector industrial, pero la minería (siderurgia incluida) es el sector consumidor que más crece.
Las respuestas estratégicas a los retos del cambio climático deben ser básicamente dos. De un lado, invertir de manera significativa en actividades de mitigación y adaptación al cambio climático, asignando recursos que ayuden directamente a los pobres a entender los cambios que se vienen y adaptarse a los mismos. De otro, poner freno a las actividades que más generan gases de efectos invernadero. Hay pues que frenar drásticamente la deforestación de la Amazonía, organizar un transporte público masivo con base a energía limpia y renovable, y cambiar la matriz productiva y energética. Esto incluye hacer menos minería y producir y usar menos petróleo. También usar el gas no para exportar (como hoy) o para grandes proyectos petroquímicos o para la minería chilena (como se quiere), sino para abastecer hogares, transporte y pequeñas y medianas empresas urbanas.
Estos grandes objetivos, tanto como los de la igualdad social, deben estar en el centro del programa del Frente Amplio. No basta cambiar el eje hacia el mercado interno y lograr más renta pública para fines redistributivos. Igualmente importante es bajar nuestra huella ecológica como país para cumplir así una obligación ética con la humanidad de hoy y la del futuro. Menor pobreza y desigualdad hoy, y un medio ambiente viable para nuestra descendencia, son retos indesligables de la izquierda. No es lo uno o lo otro. Es los dos o nada.
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