Elecciones chilenas: la tormenta política perfecta para hacer naufragar un fallo adverso
Por Oswaldo de Rivero
En un artículo en La Tercera, el estratega chileno Fernando Tahuby sostiene que Chile no tiene nada que ganar y mucho que perder en La Haya, puesto que la tendencia de sus jueces es “hacer justicia” suplantando los acuerdos vigentes. Que, por ello, Chile no debe continuar defendiéndose con argumentos jurídicos sino con su “poder nacional”, que “ya pasó la hora judicial y llegó la hora de la política”.
En efecto, la hora política ha llegado, el proceso electoral chileno está en marcha y la última encuesta sobre el fallo de La Haya revela que el 57, 2% de los chilenos está en contra de que Piñera acepte un fallo adverso.
Este rechazo está en incremento. En diciembre 2012 era el 45%, en abril era el 51% y ahora es el 57, 2%.
Además, un importante sector de la clase política chilena, incluyendo los expresidentes Aylwin, Frey y Lagos, se ha pronunciado contra un fallo que ellos llaman “salomónico”. Un término acuñado por el internacionalista chileno José Rodríguez Elizondo que sirve para calificar un fallo donde los jueces dan prioridad a la partición equitativa del área disputada en perjuicio de los “acuerdos vigentes” de limitación marítima.
Es más, este repudio a un fallo “salomónico” es la posición chilena, reflejada en el alegato del agente chileno, Eduardo Van Claven, quien advirtió a los jueces diciéndoles: “que no era necesario que la Corte estableciera una frontera marítima porque esta ya existe, que las consecuencias de cambiar una frontera marítima, que tiene más de 50 años, serían muy graves”.
El fallo va a caer en julio en medio de un proceso electoral que durará hasta noviembre. Se convertirá así en un tema electoral. Y será muy difícil que los candidatos a la presidencia se atrevan a aceptar un fallo que es rechazado por la mayoría de los electores.
Piñera acaba de declarar en Washington: “Las relaciones con el Perú son excelentes basadas en el respeto de los tratados, incluidos los de 1952 y 1954.” Esto es insólito porque el Perú y Chile están en La Haya porque discrepan sobre estos tratados.
No sería una sorpresa, entonces, que el impredecible Presidente de Chile, que en la Oficina Oval osó pedirle prestado, a un sorprendido Presidente de los Estados Unidos, su escritorio para posar ante las cámaras sentado en él, no le haya dicho en privado, a Obama, que si el fallo llegara a afectar la frontera terrestre, él podría eventualmente convertirse en el arbitro de conformidad con el Tratado de l929.
Estas actitudes insólitas de Piñera demuestran que no es de fiar porque de ninguna manera quiere dejar la presidencia cargando con la responsabilidad histórica de aceptar un fallo que es rechazado por la mayoría de los chilenos.
Por esta razón, no es imposible que Piñera alegue, ante un fallo “salomónico,” que esta decisión crea graves problemas socioeconómicos para Arica e Iquique y demore su ejecución, pidiendo a la Corte una interpretación o una revisión del fallo, pasándole, así, el problema al futuro gobierno.
El próximo gobierno no se va a inaugurar aceptando un fallo adverso, se atrincherará en el Consejo de Seguridad y, desde allí, seguirá alegando que el fallo, inclusive interpretado o revisado, sigue siendo inejecutable por sus nocivos efectos socioeconómicos sobre su región norte.
Todo esto podría terminar con un pedido al Perú para negociar un arreglo distinto al fallo. Una negociación, como dice Tahuby, respaldada por el poder nacional de Chile.
Debemos estar preparados porque no es imposible que las elecciones chilenas originen una nueva y complicada situación.
Ojalá me equivoque, nada me alegraría más.
En un artículo en La Tercera, el estratega chileno Fernando Tahuby sostiene que Chile no tiene nada que ganar y mucho que perder en La Haya, puesto que la tendencia de sus jueces es “hacer justicia” suplantando los acuerdos vigentes. Que, por ello, Chile no debe continuar defendiéndose con argumentos jurídicos sino con su “poder nacional”, que “ya pasó la hora judicial y llegó la hora de la política”.
En efecto, la hora política ha llegado, el proceso electoral chileno está en marcha y la última encuesta sobre el fallo de La Haya revela que el 57, 2% de los chilenos está en contra de que Piñera acepte un fallo adverso.
Este rechazo está en incremento. En diciembre 2012 era el 45%, en abril era el 51% y ahora es el 57, 2%.
Además, un importante sector de la clase política chilena, incluyendo los expresidentes Aylwin, Frey y Lagos, se ha pronunciado contra un fallo que ellos llaman “salomónico”. Un término acuñado por el internacionalista chileno José Rodríguez Elizondo que sirve para calificar un fallo donde los jueces dan prioridad a la partición equitativa del área disputada en perjuicio de los “acuerdos vigentes” de limitación marítima.
Es más, este repudio a un fallo “salomónico” es la posición chilena, reflejada en el alegato del agente chileno, Eduardo Van Claven, quien advirtió a los jueces diciéndoles: “que no era necesario que la Corte estableciera una frontera marítima porque esta ya existe, que las consecuencias de cambiar una frontera marítima, que tiene más de 50 años, serían muy graves”.
El fallo va a caer en julio en medio de un proceso electoral que durará hasta noviembre. Se convertirá así en un tema electoral. Y será muy difícil que los candidatos a la presidencia se atrevan a aceptar un fallo que es rechazado por la mayoría de los electores.
Piñera acaba de declarar en Washington: “Las relaciones con el Perú son excelentes basadas en el respeto de los tratados, incluidos los de 1952 y 1954.” Esto es insólito porque el Perú y Chile están en La Haya porque discrepan sobre estos tratados.
No sería una sorpresa, entonces, que el impredecible Presidente de Chile, que en la Oficina Oval osó pedirle prestado, a un sorprendido Presidente de los Estados Unidos, su escritorio para posar ante las cámaras sentado en él, no le haya dicho en privado, a Obama, que si el fallo llegara a afectar la frontera terrestre, él podría eventualmente convertirse en el arbitro de conformidad con el Tratado de l929.
Estas actitudes insólitas de Piñera demuestran que no es de fiar porque de ninguna manera quiere dejar la presidencia cargando con la responsabilidad histórica de aceptar un fallo que es rechazado por la mayoría de los chilenos.
Por esta razón, no es imposible que Piñera alegue, ante un fallo “salomónico,” que esta decisión crea graves problemas socioeconómicos para Arica e Iquique y demore su ejecución, pidiendo a la Corte una interpretación o una revisión del fallo, pasándole, así, el problema al futuro gobierno.
El próximo gobierno no se va a inaugurar aceptando un fallo adverso, se atrincherará en el Consejo de Seguridad y, desde allí, seguirá alegando que el fallo, inclusive interpretado o revisado, sigue siendo inejecutable por sus nocivos efectos socioeconómicos sobre su región norte.
Todo esto podría terminar con un pedido al Perú para negociar un arreglo distinto al fallo. Una negociación, como dice Tahuby, respaldada por el poder nacional de Chile.
Debemos estar preparados porque no es imposible que las elecciones chilenas originen una nueva y complicada situación.
Ojalá me equivoque, nada me alegraría más.
Comentarios