El débil crecimiento de marzo

 Por  Raúl Wiener



Cuando la economía se desacelera y pasa de 6.38% en enero a 5.06% en febrero y 3.01% en marzo, oficialmente no hay desaceleración sino un mero efecto de los días de semana santa no trabajados, a razón de 1% perdido por cada día de no chamba.
O sea que no hay mucho de qué preocuparse y a final de año siempre estaremos sobre el mágico 6% que hace que el resto del mundo se muera de envidia con nosotros y que el presidente se mantenga paralizado por el riesgo que le ha contado el ministro Castilla, que cualquier decisión en cualquier sentido pueda llevarnos a otra parte.

De pronto como que he sentido ganas de preguntarme si las políticas de feriados puente que han proliferado durante este y anteriores gobiernos no han tenido el efecto de demorarnos el ansiado momento de llegar al primer mundo porque si sumáramos tantos días perdidos de repente el PBI de hoy estaría mucho más arriba.

Pero no sé cómo puede explicarse, bajo esa óptica, que la construcción se retraiga en más de diez puntos (de 14.61 promedio anual a 3.75 en marzo) o que la manufactura disminuya 3.64% en un mes. O cómo entender que los bancos y las consultoras privadas todavía estaban en un estimado superior al 4.5% para marzo, un día antes que el INEI diera sus cifras.

La impresión que me viene es que estamos caminando en una ruta en la que las cifras están dejando de ser orientadoras y en la que los funcionarios del llamado “gobierno económico” están forzando argumentaciones para no verse obligados a alguna corrección. Eso ya pasó entre el 2008-2009, cuando García se obsesionó en la cifra final del año (que se corrigió luego de publicarse), para que fuese positiva (0.9%) que se celebró como si fuera un hito histórico. Para suerte del gobierno aprista la crisis global amainó el 2010 y 2011. A Ollanta le tocó entonces un mejor momento en la curva que parece estar perdiendo ahora el impulso inicial.

La gran cuestión es que hay una serie de factores negativos que se están soslayando en el análisis: (a) las exportaciones están moviéndose a la baja y las importaciones siguen subiendo, con lo que se estrecha el superávit comercial; (b) la recaudación fiscal está cayendo y el gobierno está tentando nuevos impuestos porque ya no recibe lo de antes; (c) las inversiones extractivas se han hecho menos atractivas por la baja de la cotización de los minerales y las bolsas están reflejando el fenómeno; (e) el crédito está siendo restringido para controlar el exceso de los últimos años; (f) los precios de las viviendas están tocando techo; etc.

Frente a todo esto, Castilla apuesta a que venga una gran inversión minera, sin consulta previa y sin muchos controles. Ese es todo su proyecto.

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