¿Minería en la palestra?
Por Germán Alarco Tosoni
La discusión sobre la contribución de la minería al crecimiento y desarrollo del Perú, se ha iniciado nuevamente. En primer lugar, sin alusión directa a la minería, el líder principal de Tierra y Libertad mencionó que el verdadero reto del ecologismo político peruano es enfrentar el paradigma del crecimiento económico depredador impulsado por las derechas liberales y las izquierdas latinoamericanas tradicionales. “El verdadero reto es construir derroteros para el desarrollo sostenible de nuestros pueblos, afianzar una democracia justa y libertaria, que no solo es política, sino también económica y ecológica”.
En forma inmediata salieron las respuestas, también en el decano de la prensa nacional, señalando en un caso que esta era la “ruta hacia la pobreza” y en el otro, “la triste contribución de los antimineros” a cargo de un editorialista permanente de dicho diario. En una posición ponderada, el grupo Otra Mirada publicó un suplemento en el que iniciaba con un análisis de la turbulenta relación entre minería y la sociedad, pero apostaba por una nueva minería con una agenda concreta hacia adelante. Esta agenda, a mi juicio aún desordenada e incompleta, incluye la necesidad de planeamiento concertado de desarrollo, ordenamiento territorial con zonificación ecológica y económica, nuevos contratos de concesión, estudios de impacto ambiental y de evaluación ambiental estratégica, consulta previa, constitución de fondos ambientales y solidarios, garantías de agua y la evaluación-fiscalización ambiental.
Efectivamente, la mayor parte de la minería ya no opera en la modalidad de enclave de décadas atrás, ya que ha mejorado sus eslabonamientos a lo largo del tiempo. Sin embargo, no cuenta con los niveles de articulación que se dan en otros países, ni genera muchos empleos. La minería a gran escala es útil para la generación de tributos y de divisas que son necesarias a otras actividades económicas (ni excesivas que generen enfermedad holandesa ni tan pocas que afecten el crecimiento), pero produce muchas externalidades negativas a nivel local y regional que deben ser adecuadamente compensadas. Hay efectos negativos sobre otras actividades productivas, el uso de recursos escasos como el agua, emisiones, el costo de vida local, las condiciones de convivencia (ampliación de la desigualdad) y el paisaje, entre otros.
Se necesita de la minería, pero esta solo puede ser desarrollada donde sea aceptada por la población: nunca impuesta. Hay que insistir en que esta contribuya al desarrollo sostenible (de las generaciones futuras) de la localidad y región específica, regulando sus horizontes de extracción y contribuyendo al desarrollo de viejas y nuevas actividades económicas. Es imprescindible minimizar y en su caso compensar todas las afectaciones que pudieran generarse y lograr una adecuada contribución fiscal aún pendiente.
La discusión sobre la contribución de la minería al crecimiento y desarrollo del Perú, se ha iniciado nuevamente. En primer lugar, sin alusión directa a la minería, el líder principal de Tierra y Libertad mencionó que el verdadero reto del ecologismo político peruano es enfrentar el paradigma del crecimiento económico depredador impulsado por las derechas liberales y las izquierdas latinoamericanas tradicionales. “El verdadero reto es construir derroteros para el desarrollo sostenible de nuestros pueblos, afianzar una democracia justa y libertaria, que no solo es política, sino también económica y ecológica”.
En forma inmediata salieron las respuestas, también en el decano de la prensa nacional, señalando en un caso que esta era la “ruta hacia la pobreza” y en el otro, “la triste contribución de los antimineros” a cargo de un editorialista permanente de dicho diario. En una posición ponderada, el grupo Otra Mirada publicó un suplemento en el que iniciaba con un análisis de la turbulenta relación entre minería y la sociedad, pero apostaba por una nueva minería con una agenda concreta hacia adelante. Esta agenda, a mi juicio aún desordenada e incompleta, incluye la necesidad de planeamiento concertado de desarrollo, ordenamiento territorial con zonificación ecológica y económica, nuevos contratos de concesión, estudios de impacto ambiental y de evaluación ambiental estratégica, consulta previa, constitución de fondos ambientales y solidarios, garantías de agua y la evaluación-fiscalización ambiental.
Efectivamente, la mayor parte de la minería ya no opera en la modalidad de enclave de décadas atrás, ya que ha mejorado sus eslabonamientos a lo largo del tiempo. Sin embargo, no cuenta con los niveles de articulación que se dan en otros países, ni genera muchos empleos. La minería a gran escala es útil para la generación de tributos y de divisas que son necesarias a otras actividades económicas (ni excesivas que generen enfermedad holandesa ni tan pocas que afecten el crecimiento), pero produce muchas externalidades negativas a nivel local y regional que deben ser adecuadamente compensadas. Hay efectos negativos sobre otras actividades productivas, el uso de recursos escasos como el agua, emisiones, el costo de vida local, las condiciones de convivencia (ampliación de la desigualdad) y el paisaje, entre otros.
Se necesita de la minería, pero esta solo puede ser desarrollada donde sea aceptada por la población: nunca impuesta. Hay que insistir en que esta contribuya al desarrollo sostenible (de las generaciones futuras) de la localidad y región específica, regulando sus horizontes de extracción y contribuyendo al desarrollo de viejas y nuevas actividades económicas. Es imprescindible minimizar y en su caso compensar todas las afectaciones que pudieran generarse y lograr una adecuada contribución fiscal aún pendiente.
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