Notas para leer el Plan La Gran Transformación (V): La derecha no es propietaria del mercado
Por Félix Jiménez
Uno de los notables errores que ha cometido cierta izquierda en nuestro país, es difundir la idea que desarrollar mercados es una tarea de «derecha». Por ejemplo, sobre nuestra propuesta de desarrollo de una «economía nacional de mercado» varios «izquierdistas» reaccionaron afirmando: «¡claro que es de derecha, así como su Gran Transformación!».
«Cambiar la estrategia de desarrollo neoliberal por otra que implique la construcción de una economía nacional de mercado –se dice en el plan LGT-- requiere un nuevo entorno político y social, una nueva coalición de poder, que asegure la construcción de la Nación y la práctica de una democracia republicana. No hay otra manera de centrar la generación del circuito de demanda e ingresos en el interior del país y en beneficio de toda la población».
Uno de los notables errores que ha cometido cierta izquierda en nuestro país, es difundir la idea que desarrollar mercados es una tarea de «derecha». Por ejemplo, sobre nuestra propuesta de desarrollo de una «economía nacional de mercado» varios «izquierdistas» reaccionaron afirmando: «¡claro que es de derecha, así como su Gran Transformación!».
Regalarle
el «mercado» a la derecha ha conducido a varias confusiones. Primero, a creer
que la izquierda está contra el «mercado» y que la derecha lo defiende con su propuesta de un Estado neutral. Segundo,
que la izquierda es estatista y contraria a la propiedad
privada y que la derecha es la defensora de este tipo de propiedad.
Desarrollar
mercados para transformar la sociedad
Las
izquierdas ahora se interesan por el
individuo y la democracia, y también por la libertad y los derechos
fundamentales de las personas. Pero les falta incorporar la idea del mercado como institución social; que el mercado puede ser también un instrumento
de transformación económica y social. Desarrollar mercados internos a lo largo
y ancho del país, contribuiría, por ejemplo, a eliminar la exclusión y la
marginalidad de las poblaciones de la sierra y de la selva, y de las
poblaciones de la periferia urbana. El mercado puede constituirse en un
instrumento integrador y de desarrollo social inclusivo.
La
transformación de la sociedad no puede hacerse excluyendo al mercado. Es
posible desarrollar un economía de mercado donde los intercambios de bienes y
servicios entre los individuos sean «justos»; que asegure que todos los
individuos lleven en el «bolsillo su conexión con la sociedad»; que sea
regulada para que las asimetrías de poder no limiten la competencia y la
innovación; que dé lugar al desarrollo de instituciones económicas inclusivas; y,
que genere las condiciones materiales para el ejercicio de la libertad de los
individuos. Pero todo esto requiere la intervención del Estado. Sin
intervención no hay mercado regulado. El mercado como institución social es,
pues, resultado de una acción política. Hay acciones que se orientan a la
defensa de las asimetrías de poder, a la defensa de instituciones económicas
extractivistas; y, ciertamente, puede haber acciones que se orienten a la
defensa de los intereses del conjunto de la sociedad o de la nación. El plan
LGT es una propuesta de este segundo tipo de acciones.
Por
otro lado, en el plan LGT, no hay oposición entre la libertad y la igualdad. No
hay libertad si no hay condiciones materiales para que ella exista; por esta
razón, no se puede luchar por la igualdad sacrificando la libertad. Una
izquierda nueva debe basar su existencia en su compromiso con la libertad y
democracia republicanas. La construcción de un mercado sin grandes
desigualdades y asimetrías de poder, ayuda a la conquista de esta libertad y
democracia.
¿Cómo se construye una economía nacional de mercado?
En el plan LGT se
responde: «Primero, promoviendo la eclosión de la capacidad empresarial
nacional y de los mercados internos; segundo, desarrollando instituciones y
espacios de política para generar de manera estable demanda interna e ingresos,
vinculando el corto con el largo plazo; y, tercero, con un nuevo contrato
social que asegure la democracia republicana».
Desarrollar capacidad
empresarial nacional supone enfrentar las
restricciones que enfrenta la inversión privada asociada a ella. «En
primer lugar, el reducido tamaño y poca diversidad de los mercados internos; en
segundo lugar, la limitación de financiamiento de mediano y largo plazo; y, en
tercer lugar, la limitación de capital humano y tecnología». La superación de
estas restricciones debe conducir a «centrar el circuito de generación de
demanda e ingresos dentro del territorio nacional» y, por lo tanto, a reducir
la dependencia de los mercados externos, sin cerrar la economía y
diversificando su aparato productivo.
Por su parte, el circuito nacional de demanda e ingresos,
exige «conectar la administración del ciclo de la demanda con el crecimiento y
las transformaciones estructurales». «La condición necesaria para construir
este circuito es eliminar las restricciones que impiden que la inversión
privada nacional se expanda» y «la administración del ciclo debe ser funcional
a este objetivo de largo plazo». Entre las políticas de corto plazo se
proponen: uso de la tasa de interés para administrar el ciclo de la demanda
agregada (en especial, de la inversión privada nacional); mejorar la eficiencia
de esta política y hacer sostenible la política fiscal desarrollando el mercado
de capitales en soles; política fiscal con regla contra cíclica; controlar el
flujo internacional de capitales; y, asegurar un tipo de cambio real estable y
competitivo. Finalmente, se propone restablecer el salario mínimo como
instrumento de política de ingresos e introducir
estándares laborales decentes, el derecho a la libre sindicalización y un
sistema de protección social universal.
A modo de conclusión
«Cambiar la estrategia de desarrollo neoliberal por otra que implique la construcción de una economía nacional de mercado –se dice en el plan LGT-- requiere un nuevo entorno político y social, una nueva coalición de poder, que asegure la construcción de la Nación y la práctica de una democracia republicana. No hay otra manera de centrar la generación del circuito de demanda e ingresos en el interior del país y en beneficio de toda la población».
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