PETROPERÚ: CRÓNICA DE UNA RENUNCIA ANUNCIADA
Por Jorge Manco Zaconetti
Afirmaba la
escritora Margarita Yourcenar en su libro “Memorias de Adriano” que
“tener razón antes de tiempo es otra forma de equivocarse”, pues resulta
antipático predecir el futuro con un alto grado de acierto, sobre todo
cuando se combina en el análisis de la coyuntura los aspectos económico,
político, históricos y sicológicos. Lo real es que la soledad y
aislamiento del poder, de parte del hasta ayer Presidente del
Directorio de PetroPerú, era clamorosa. Los múltiples pedidos de citas
desde el primer trimestre del 2012 al primer mandatario no eran
atendidos, y si un ingrediente de la política son los gestos, era
evidente su orfandad.
Así, la
presencia del Ing. Humberto Campodónico en la Presidencia del Directorio
de PetroPerú resultaba incómoda para el poder y los negocios, y
particularmente desde diciembre del 2011 cuando renunciaron el Ing.
Salomón Lerner en la Presidencia del Consejo de Ministros y el Ing.
Herrera Descalzi como Ministro de Energía y Minas, ambos amigos
personales del ex presidente de PetroPerú. Con el nuevo ministro del
sector las relaciones eran protocolares, y la procesión iba por dentro.
Pues por formación, ideología, prácticas y ética son como el “agua y el
aceite”
Así, en la
última reunión empresarial de CADE a fines de noviembre del año pasado,
fue evidente la desautorización expresa del ministro hacia el referido
funcionario cuestionando públicamente el alto valor de las inversiones
para la modernización de la refinería de Talara-PetroPerú. Así, ¿cómo
explicar que los costos se hayan duplicado de 1,700 millones de dólares a
más de 3,450 millones en menos de cinco meses?
Debió ser
evidente para el ex presidente de la petrolera estatal, el “tour de
force” del presente gobierno en la política económica desde los cambios a
fines del 2011. La asunción del credo y discurso de la Sociedad
Nacional de Minería, Petróleo y Energía, el pragmatismo del Presidente
de la República en los asuntos de gobierno presagiaban una salida
inevitable del Ing. H. Campodónico de PetroPerú, a pesar de las buenas
intenciones en la administración de un monstruo empresarial, donde la
resistencia al cambio es fuerte con prácticas poco transparentes
producto de la existencia de grupos de interés (mafias), que constituyen
el verdadero poder al interior de la empresa estatal.
Serían
varias las razones que podrían explicar esta renuncia a la Presidencia
de PetroPerú conjuntamente con dos directores dignos. Todas ellas se
conjugan o se explican mejor por la orfandad política ante los “dueños”
de PetroPerú, es decir los representantes de la Junta de Accionistas que
resultan ser los ministros más importantes del gabinete y del país.
Por un lado, el Dr. Luis Castilla Ministro de Economía y Finanzas y el
Ing. Jorge Merino Tafur Ministro de Energía y Minas.
Sería fácil
decir que fueron los lobbies empresariales de derecha los que
presionaron mediante una agresiva campaña mediática la salida del ex
presidente de directorio, mas ello sería insuficiente y secundario. El
no reconocer los errores propios, la falta de liderazgo y experiencia en
la administración también jugaría también su papel. Sin embargo, lo
fundamental es el giro del gobierno sobre el futuro de PetroPerú.
En el
gobierno del comandante Humala coexisten elementos políticos de Sánchez
Cerro, de Manuel Odría y Juan Velasco Alvarado, todos gobiernos
militares, autoritarios y dictatoriales, como le gusta a buena parte de
la población. Por ello, el elemento pragmático resumido en la frase “Res
non Verbum”, hechos y no palabras, y la asunción del credo liberal,
acercaría al Presidente Ollanta Humala a las prácticas asistencialistas y
populistas propias de los años cincuenta del siglo pasado.
En esta
visión política donde supuestamente el pragmatismo esconde la
mediocridad y el más crudo oportunismo, el futuro de empresas públicas
como PetroPerú es incierto, y oscuro. Allí, donde se ratifica el rol
subsidiario del Estado en la economía, no tiene futuro la pretendida
integración vertical con el retorno a la producción de petróleo y gas,
en especial en los contratos próximos a su vencimiento, según mandato
del ordenamiento legal.
En el mismo
sentido el referido fortalecimiento empresarial de la petrolera estatal
será una ilusión más. Aquí, un aspecto central estaba constituido por la
modernización de la refinería de Talara bajo responsabilidad de
PetroPerú, que experimentará un retraso en el tiempo en lo referente a
la construcción de las diversas unidades que la conformaban.
Autocríticamente
la gestión saliente debiera reconocer que manejó pésimamente el
proyecto de modernización de la refinería de Talara. No solamente desde
el punto de vista del marketing, sino de la evolución del costo de las
inversiones necesarias. Así, para la opinión publica pasar de 1,376
millones hasta diciembre del 2011, para elevar la cifra a más de 1,700
millones de dólares en julio del 2012 y declarar finalmente en noviembre
con la ingeniería de los proyectos terminados que la inversión propia
era de más de 2,700 millones de dólares y la inversión a cargo de
terceros era de 800 millones, resultaba una píldora amarga para el
presente gobierno.
Lamentablemente
no se supo explicar lo suficiente la necesidad de la modernización y
los diversos procesos contenidos en la modernización. No solamente se
trataba de una ampliación a los 95 mil barriles diarios. En verdad, era
una nueva refinería con capacidad de tratamiento de 95 mil barriles
diarios, con ampliaciones en la capacidad de destilación al vació y de
la unidad de craqueo catalítico, para producir mayores volúmenes de
diesel 2 y gas licuado de petróleo.
Sin lugar a
dudas, el elemento central de la modernización está constituido por la
planta de desulfurización que permitiría la producción de combustibles
limpios con 50 partes por millón de azufre, cuyo solo valor supera los
900 millones de dólares. También se trataba de una nueva planta de
tratamientos de crudos pesados cuyas mayores reservas están en los lotes
de la selva nororiental.
A ello
debiera agregarse la planta de hidrógeno, de ácido sulfúrico, una mayor
planta de energía y de desalinización del agua de mar, conjuntamente con
mejores terminales y una mayor capacidad de almacenamiento de los
combustibles. Es decir, se trataba de apostar por una nueva refinería
con una serie de unidades conexas que agregaban un mayor valor a los
productos.
Lamentablemente
este paquete no se explicó a la opinión pública, por razones que hasta
ahora no acabo de entender. Un proyecto de inversión de tal envergadura
debiera hacerse a pesar de los altos costos relativos. En razón que a
partir del 2016 las normas ambientales exigen combustibles limpios.
En resumen,
la renuncia exigida al ex presidente de PetroPerú resulta coherente con
la pretendida política energética que suplica a las transnacionales la
devolución de los dos trillones de pies cúbicos de las reservas probadas
del lote 88 que sirven de garantía al proyecto de exportación. Donde la
llamada masificación del gas natural se transforma en el uso futuro de
los gaseoductos virtuales, es decir el traslado del gas del lote 88, y a
futuro de los lotes 57 y 58, en camiones tanqueros para rentabilizar a
las transnacionales como Repsol, Hunt, Sk de Corea, y así cubrir la
demanda del parque automotor de Arequipa, Cuzco, Moquegua.
Por último,
el nombramiento del nuevo directorio de PetroPerú constituye una
sorpresa que debiera abrirse como una “caja de pandora” por los
antecedentes nada transparentes de algunos de los designados. Lo cierto
es que la modernización de la Refinería de Talara y los posibles
negocios que giran alrededor de ellos, constituyen una “pera en dulce”
para los grupos de poder que están detrás del trono de la pareja
presidencial, y donde a todas luces la presencia del Ing. Humberto
Campodónico no era funcional ni oportuna.
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