¿Y para cuándo una política de trabajo decente?
Por Pedro Francke
El mismo día que el abusador ministro Villena era reemplazado, una manifestación de trabajadoras del hogar reclamaba ante el Ministerio de Trabajo por sus derechos, algunos tan elementales como una jornada que no exceda las 8 horas.
Se ha hablado mucho sobre la inaceptable agresión de Villena a una mujer y de cómo eso desnuda unas relaciones de poder discriminatorias y abusivas. Poco se ha resaltado que lo dicho y hecho por Villena es sufrido cotidianamente por millones de peruanos en oficinas, minas y fábricas que se encuentran a merced de sus empleadores.
Poco se ha dicho sobre cómo seguimos con políticas laborales muy similares a las del Fujimorismo, con una Ley General de Trabajo encarpetada, con trabajadores de la agroexportación y confecciones sin derechos básicos, con tercerizaciones y contratos temporales como formas de contratación laboral aún mayoritarias que permiten que cualquier trabajador que intente defender sus derechos sea despedido.
Poco se ha recordado que en la última década los salarios han reducido su participación en el PBI de 25 a 21 por ciento y que al mismo tiempo las ganancias de las trasnacionales se han multiplicado por 100 (dato, no discurso) superando los 12 mil millones de dólares anuales.
La política neoliberal que aún nos gobierna sin mayores cambios, considera que los derechos laborales son un fastidio y que hay que mantenerlos al mínimo posible, para que así la inversión sea más rentable y quiera venir al Perú. Si esa lógica fuera verdadera, países como Francia, Alemania o Suecia, con derechos laborales bien establecidos, carecerían de inversión y estarían entre los más atrasados del planeta.
En nuestro propio país, hay investigaciones demostrando cómo la carencia de derechos laborales ha llevado a una alta rotación de trabajadores, lo que a su vez tiene como consecuencias bajos niveles de capacitación y menores niveles de avance de la productividad en las empresas.
Pero el neoliberalismo anti-laboral se sigue afirmando. Los TLC, como el que está por aprobarse con la Unión Europea, promueven que las trasnacionales se trasladen a donde encuentran más facilidades para pagar bajos salarios y contaminar impunemente.
¿Podemos pensar que la nueva ministra de Trabajo, en cuyo currículum destaca el ser defensora de la contaminadora Doe Run que ha enjuiciado al estado peruano, así como de varias empresas Telefónicas que tienen un historial de acciones antisindicales, cambiará esa lógica?
La salida de Villena no debió ser solo por su abuso de poder, sino también por haber sido el representante de una política laboral que permite ese abuso contra los trabajadores día tras día. Villena salió pero la política neoliberal que dirige Castilla desde el MEF sigue. Villena salió pero la mejora de los salarios y los derechos laborales sigue fuera de la agenda gubernamental. Seguimos necesitando una política de TRABAJO DECENTE. O, si se quiere, una política decente de trabajo.
El mismo día que el abusador ministro Villena era reemplazado, una manifestación de trabajadoras del hogar reclamaba ante el Ministerio de Trabajo por sus derechos, algunos tan elementales como una jornada que no exceda las 8 horas.
Se ha hablado mucho sobre la inaceptable agresión de Villena a una mujer y de cómo eso desnuda unas relaciones de poder discriminatorias y abusivas. Poco se ha resaltado que lo dicho y hecho por Villena es sufrido cotidianamente por millones de peruanos en oficinas, minas y fábricas que se encuentran a merced de sus empleadores.
Poco se ha dicho sobre cómo seguimos con políticas laborales muy similares a las del Fujimorismo, con una Ley General de Trabajo encarpetada, con trabajadores de la agroexportación y confecciones sin derechos básicos, con tercerizaciones y contratos temporales como formas de contratación laboral aún mayoritarias que permiten que cualquier trabajador que intente defender sus derechos sea despedido.
Poco se ha recordado que en la última década los salarios han reducido su participación en el PBI de 25 a 21 por ciento y que al mismo tiempo las ganancias de las trasnacionales se han multiplicado por 100 (dato, no discurso) superando los 12 mil millones de dólares anuales.
La política neoliberal que aún nos gobierna sin mayores cambios, considera que los derechos laborales son un fastidio y que hay que mantenerlos al mínimo posible, para que así la inversión sea más rentable y quiera venir al Perú. Si esa lógica fuera verdadera, países como Francia, Alemania o Suecia, con derechos laborales bien establecidos, carecerían de inversión y estarían entre los más atrasados del planeta.
En nuestro propio país, hay investigaciones demostrando cómo la carencia de derechos laborales ha llevado a una alta rotación de trabajadores, lo que a su vez tiene como consecuencias bajos niveles de capacitación y menores niveles de avance de la productividad en las empresas.
Pero el neoliberalismo anti-laboral se sigue afirmando. Los TLC, como el que está por aprobarse con la Unión Europea, promueven que las trasnacionales se trasladen a donde encuentran más facilidades para pagar bajos salarios y contaminar impunemente.
¿Podemos pensar que la nueva ministra de Trabajo, en cuyo currículum destaca el ser defensora de la contaminadora Doe Run que ha enjuiciado al estado peruano, así como de varias empresas Telefónicas que tienen un historial de acciones antisindicales, cambiará esa lógica?
La salida de Villena no debió ser solo por su abuso de poder, sino también por haber sido el representante de una política laboral que permite ese abuso contra los trabajadores día tras día. Villena salió pero la política neoliberal que dirige Castilla desde el MEF sigue. Villena salió pero la mejora de los salarios y los derechos laborales sigue fuera de la agenda gubernamental. Seguimos necesitando una política de TRABAJO DECENTE. O, si se quiere, una política decente de trabajo.
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