¿CUANDO SE JODIO LA POLITICA?
Por Sinesio Lopez
Como toda actividad humana, la política tiene claros y oscuros y una escala de matices para todos los gustos. Algunos pensadores modernos (los contractualistas) colocaron la política en la naturaleza humana y vieron en ella una forma de salir de esta (Hobbes, Rousseau) o una forma de mantenerla y prolongarla (Locke). Hobbes identificaba la naturaleza humana con el estado de guerra del que se salía a través del contrato para establecer la política y el Estado moderno “que es el la voluntad de todos expresada en la voluntad de uno solo o de pocos”. Rousseau pensaba que el estado de naturaleza del hombre era imperfecto y que adquiría su perfección en la comunidad política a través del pacto social. Locke sostenía que el estado de naturaleza del hombre era de libertad, igualdad y soberanía que había que prolongar en la sociedad civil y en el gobierno.
Otros pensadores modernos (Maquiavelo, Montesquieu, Hegel, Marx) ubicaron la política en la historia en donde se desarrollaba como un proceso abierto en la búsqueda de la realización humana a través de conflictos y acuerdos. Más allá de las diferencias, los historicistas sostenían que la política era una manera de hacer la historia, construir sociedades, organizar estados y proponer modos de vida más llevaderos. Como respuesta a contractualistas e historicistas, surgieron los pensadores conservadores (Burke, De Bonald, de Maistre) que ubicaron la política en la tradición y los reaccionarios (Carl Schmitt, Donoso Cortés) que fundaron la política en una decisión (dictadura) para resolver situaciones de excepción. Donoso Cortés, por ejemplo, creía que todo el siglo XIX era una situación de excepción o de caos.
Algunos políticos peruanos de hoy parecen colocar la política en la perversión. Ello no obstante, la política (del siglo XX en adelante para abreviar) ha tenido momentos de gloria y momentos perversos. También momentos grises y aburridos. El Apra de los 30, los movimientos clasemedieros de los 50, los movimientos campesinos de los 60, el clasismo de los 70, las luchas democráticas son momentos de gloria. La fastuosidad oligárquica, la exclusión total, las dictaduras y las persecuciones políticas constituyen abismos depresivos. Por encima de cimas y simas, la política del siglo XX ha sido un espacio para realizar nuestros sueños, algunos de los cuales devinieron pesadillas. El senderismo de los 80 transformó la utopía revolucionaria en un infierno del terror y la liquidó. García convirtió el sueño de la inclusión populista en una pesadilla a la que nadie quiere retornar. Fujimori y Montesinos encontraron en la búsqueda del orden (económico y político) una ocasión para el asesinato y el robo.
La política se pervirtió. Los senderistas que asesinaron a miles de peruanos pretenden pasar piola y participar en los procesos electorales a través del Movadef manteniendo la ideología terrorista. Los defensores del presidente más corrupto de la historia se han autoerigido en los guardianes de la moralidad pública. Los sicarios mediáticos, defensores de corruptos o corruptos ellos mismos, pretenden encarnar la opinión pública. Los traidores acusan de falta de lealtad a los que mantienen sus principios y respetan la voluntad de los electores. Estas son las fuerzas oscuras contra las que tenemos que luchar y a las que tenemos que derrotar.
Como toda actividad humana, la política tiene claros y oscuros y una escala de matices para todos los gustos. Algunos pensadores modernos (los contractualistas) colocaron la política en la naturaleza humana y vieron en ella una forma de salir de esta (Hobbes, Rousseau) o una forma de mantenerla y prolongarla (Locke). Hobbes identificaba la naturaleza humana con el estado de guerra del que se salía a través del contrato para establecer la política y el Estado moderno “que es el la voluntad de todos expresada en la voluntad de uno solo o de pocos”. Rousseau pensaba que el estado de naturaleza del hombre era imperfecto y que adquiría su perfección en la comunidad política a través del pacto social. Locke sostenía que el estado de naturaleza del hombre era de libertad, igualdad y soberanía que había que prolongar en la sociedad civil y en el gobierno.
Otros pensadores modernos (Maquiavelo, Montesquieu, Hegel, Marx) ubicaron la política en la historia en donde se desarrollaba como un proceso abierto en la búsqueda de la realización humana a través de conflictos y acuerdos. Más allá de las diferencias, los historicistas sostenían que la política era una manera de hacer la historia, construir sociedades, organizar estados y proponer modos de vida más llevaderos. Como respuesta a contractualistas e historicistas, surgieron los pensadores conservadores (Burke, De Bonald, de Maistre) que ubicaron la política en la tradición y los reaccionarios (Carl Schmitt, Donoso Cortés) que fundaron la política en una decisión (dictadura) para resolver situaciones de excepción. Donoso Cortés, por ejemplo, creía que todo el siglo XIX era una situación de excepción o de caos.
Algunos políticos peruanos de hoy parecen colocar la política en la perversión. Ello no obstante, la política (del siglo XX en adelante para abreviar) ha tenido momentos de gloria y momentos perversos. También momentos grises y aburridos. El Apra de los 30, los movimientos clasemedieros de los 50, los movimientos campesinos de los 60, el clasismo de los 70, las luchas democráticas son momentos de gloria. La fastuosidad oligárquica, la exclusión total, las dictaduras y las persecuciones políticas constituyen abismos depresivos. Por encima de cimas y simas, la política del siglo XX ha sido un espacio para realizar nuestros sueños, algunos de los cuales devinieron pesadillas. El senderismo de los 80 transformó la utopía revolucionaria en un infierno del terror y la liquidó. García convirtió el sueño de la inclusión populista en una pesadilla a la que nadie quiere retornar. Fujimori y Montesinos encontraron en la búsqueda del orden (económico y político) una ocasión para el asesinato y el robo.
La política se pervirtió. Los senderistas que asesinaron a miles de peruanos pretenden pasar piola y participar en los procesos electorales a través del Movadef manteniendo la ideología terrorista. Los defensores del presidente más corrupto de la historia se han autoerigido en los guardianes de la moralidad pública. Los sicarios mediáticos, defensores de corruptos o corruptos ellos mismos, pretenden encarnar la opinión pública. Los traidores acusan de falta de lealtad a los que mantienen sus principios y respetan la voluntad de los electores. Estas son las fuerzas oscuras contra las que tenemos que luchar y a las que tenemos que derrotar.
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