Ningún Estado es una isla

 Por Armando Mendoza


Cuando se discuten los alcances e implicancias de la globalización en los países en vías de desarrollo, como el Perú, nunca falta quien plantee la idea de que para que un país participe exitosamente en la globalización se requiere la retirada del Estado, recortando sus funciones reguladoras y su capacidad para establecer políticas públicas, las cuales serían cada vez menos relevantes en un contexto en donde lo global reemplazaría a lo nacional.
El problema es que esa visión maniquea y distorsionada del Estado en la globalización no se corresponde con la realidad. De hecho, más bien puede decirse lo contrario: el proceso de globalización en verdad es un desafío para el Estado, pero también una oportunidad para su transformación y fortalecimiento, exigiendo la eliminación de aquellos elementos y políticas que resulten obsoletos e innecesarios; pero también la reforma y fortalecimiento de otros, con nuevas responsabilidades y nuevos campos de acción para las políticas públicas ante una realidad más diversa y compleja.

Así, en la medida que la globalización resulta en una mayor sensibilidad (por no decir vulnerabilidad) de la economía a factores externos de naturaleza volátil y especulativa, es que resulta necesario fortalecer políticas públicas que puedan ser contrapeso y resguardo. Antes que hablar del ocaso del Estado, mejor hablemos de su transformación, con mejores capacidades de formulación y ejecución de políticas públicas, pero también de fiscalización, regulación y sanción.

En ese proceso de transformación y recreación del Estado se da el surgimiento de las llamadas políticas públicas “globales” o “supranacionales”, que justamente articulan e integran a los estados alrededor de temas críticos de común interés. Sea la lucha contra el terrorismo internacional, el control de la responsabilidad social de las grandes multinacionales, o la fiscalización a las especulaciones en los mercados financieros globales, hoy en día existen una multitud de temas donde es indispensable sumar esfuerzos para construir políticas públicas globales efectivas.

La globalización nos dice que ningún Estado es una isla, pues cada día es mayor la exigencia para trascender el mero ámbito nacional, coordinando y armonizando acciones y objetivos con nuestros vecinos. Pero para ello, y porque la caridad empieza en casa, se requiere construir un Estado fuerte dentro de nuestras fronteras, justamente para que sea un interlocutor válido en el exterior, y se haga respetar fuera de casa. Esa es la tarea que tenemos pendiente. 

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