Es necesario cambiar el actual estilo de crecimiento

  Por Felix Jimenez.
 
 
El grado de diversificación productiva e industrial es lo que diferencia a los países desarrollados de los subdesarrollados. Los subdesarrollados como el nuestro tienen una estructura productiva básicamente especializada y poco diversificada, mientras que los desarrollados tienen una estructura productiva diversificada y tecnológicamente más homogénea. Por eso las exportaciones de los países desarrollados son manufactureras y diversificadas, mientras que nuestras exportaciones siguen dominadas por los productos tradicionales como los minerales. Estas diferencias expresan por qué en nuestros países hay un problema de orientación de las inversiones que no existe en los países industrializados. Las inversiones, sobre todo las extranjeras, se dirigen fundamentalmente a la explotación de actividades donde existe alta renta natural (como la minería) y a sectores de servicios de alta tecnología con mercados cautivos (como la telefonía).

El crecimiento rentista y los términos del intercambio

Los estilos de crecimiento asociados a este tipo de inversiones reprodujeron la situación de exclusión y desigualdad de parte importante de la población.  Hay una distribución de activos económicos y políticos que es funcional a estos estilos de crecimiento. Sus impulsos provienen fundamentalmente del exterior. Solo como ejemplo, en los últimos 60 años tuvimos crecimiento rápido y sostenido durante 6 o 7 años sólo en dos períodos de términos de intercambio favorables. El período 1960-1966 (el PBI y los términos de intercambio crecieron a las tasas de 7.3%  y de 4% promedio anual); y, el período 2001-2007 (el PBI y los términos de intercambio crecieron a las tasas de 6.2%  y de 8% promedio anual). En los dos últimos años, luego de la crisis de 2008-2009, el PBI y los términos del intercambio crecieron a las tasas de 7.8% y 11.5% promedio anual. Episodios breves de alto crecimiento también están asociados a mejoras igualmente breves en los términos del intercambio.

¿Por qué nuestro país sigue este patrón de crecimiento que le impide industrializarse e integrarse socialmente? La respuesta es política. Hemos sido gobernados por una élite que concentra el poder político que se beneficia a expensas de la mayoría de la población. Esta concentración del poder, que según Acemoglu y Robinson se origina en el período colonial, se mantuvo con diversas y cambiantes coaliciones con el poder económico extranjero. Estos autores, en su reciente libro Why Nations Fail, dicen que las instituciones políticas y económicas de nuestros países de los pasados 500 años fueron moldeados por el colonialismo español. Hemos heredado el sometimiento de la oposición, la apropiación y concentración de los recursos, la discriminación de los pueblos indígenas, y el desprecio por las condiciones de vida y los niveles de ingreso de los trabajadores.

La resistencia a la innovación y a la diversificación productiva 

Este legado institucional colonial se reprodujo a lo largo de nuestra vida independiente. Los gobiernos de facto o los gobiernos elegidos en los pocos episodios democratizadores, siempre terminaron asociados o capturados por los grupos de poder económico. Así se favoreció al monopolio, al abuso de poder económico,  y se bloqueó la distribución amplia y plural del poder, y una más equitativa distribución de los recursos y de los ingresos que hubiera permitido modernizar la sierra y la selva del país.

Los pocos intentos modernizadores ocurridos en el siglo veinte (Leguía y Velasco) ni lograron superar la fractura entre el Perú Oficial y el Otro Perú empobrecido y discriminado del que nos habla Matos Mar, ni dieron lugar a procesos democratizadores que redistribuyeran el poder económico e impulsaran cambios tecnológicos sostenidos.  La resistencia de los que controlan el poder político, o gobiernan sin haber sido elegidos, impidió la creación de incentivos para orientar la inversión nacional hacia la industrialización y desarrollar mercados internos.

Los períodos de rápido crecimiento económico registrados en nuestro país en el último siglo y medio, no están asociados a cambios técnicos sino a factores externos. El guano, la anchoveta, el algodón, el petróleo, el cobre, el oro y otros productos de exportación tradicional, fueron los responsables de intermitentes periodos de crecimiento.  En 1960 la exportación de minerales e hidrocarburos representaba el 46.9% del total, la lana el 16.4% y los productos pesqueros el 11.3%; y, el azúcar y el café el 16.3%. Similar porcentaje para estos productos se registra en 1940, pero también en 1970. Sólo cambia la composición; unos productos se hacen más importantes que otros. Por ejemplo, en 1970 los productos pesqueros representan el 33.6% del total exportado, los minerales e hidrocarburos el 45.9%; y los productos agrícolas el 15.4%. El dominio de las exportaciones tradicionales continua en la actualidad (representan el 77.4% del total), mientras que la participación de los minerales e hidrocarburos es de 69.3%.

A modo de conclusión

Los estilos de crecimiento, incluyendo el actual que acentúa la especialización productiva, no se han sustentado en cambios tecnológicos ni, por lo tanto, en la diversificación productiva. El crecimiento rápido con estos estilos de crecimiento basados en la extracción de rentas más que en el cambio técnico, terminan o colapsan –como dice Acemoglu-- ya sea por los conflictos sociales que generan o porque la ausencia de innovación y de industrialización les pone un límite.

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