PPK: ¿rumbo al “pan con pescao”?

Por Humberto Campodonico*




Poco a poco se acortan los márgenes políticos, sociales y económicos del gobierno. Ya vemos los golpes de credibilidad política por los “negociazos”. En lo social los conflictos han recomenzado con un muerto por las protestas de Las Bambas que, vale la pena recalcarlo, no tienen como objetivo impedir la explotación minera sino el cumplimiento de demandas sociales insatisfechas.
En lo económico, el gobierno atraviesa serios problemas para reactivar, debido a la situación ruinosa que ha heredado de Segura. Hace una semana el MEF promulgó el DS-272 donde constata que el déficit fiscal del 2016 no será el esperado 2.2% del PBI, sino 3.4%, “el más alto de los últimos 16 años”.
También dice el DS -272 que los ingresos del gobierno general han bajado al 19% del PBI, “los más bajos de los últimos 13 años debido a la caída de los precios de los minerales, menor crecimiento económico y mayores devoluciones tributarias”. Grave constatación (que va a proseguir porque no se prevé mejora de los precios de los minerales), a la que agregan que los gastos corrientes han aumentado de 13.4 a 16% del PBI del 2011 al 2016, “el mayor nivel desde que se tiene registro”.
El DS-272 establece “límites para autorización de compromisos en sectores del Poder Ejecutivo” en el 2016, lo que, en cristiano, reduce los presupuestos de todos los ministerios: el nuevo límite para Educación y Salud para el 2016 es de S/ 7,417 y 7,312 millones. Y no se sabe cuáles serán las reducciones para el 2017.
No se entiende por qué el gobierno no recurre al Fondo de Estabilización Fiscal, que tiene ahorros de US$ 8,000 millones (4% del PBI). Ya Segura lo hizo y el programa de Fuerza Popular también lo contempló. ¿Entonces? Además, existen ahorros adicionales de 8% del PBI en diferentes cuentas del BCR y del Banco de la Nación, incluidos S/ 1,200 millones ahorrados por la SUNAT.
Tampoco se entiende por qué mantuvo el 30% del PBI como límite del endeudamiento público externo, cuando este actualmente está en 26.5% del PBI, uno de los niveles más bajos de la historia reciente. No estamos propugnando la vuelta a una “farra deudora”. Pero no tiene sentido amarrarse las manos , prolongando el estancamiento y, por tanto, la propia viabilidad del gobierno.
A las restricciones autoinfligidas, se agregan los problemas con varios megaproyectos por un total de US$ 20,000 millones que el gobierno afirmó que necesitaba “destrabar” como parte de la reactivación. Eso no está mal pero es insuficiente y no reemplaza a un programa de reactivación de la inversión pública.
Varios de estos proyectos están acusados de corrupción de manera sistemática en varios medios, entre ellos el Metro de Lima, el gasoducto sur peruano, la Refinería de Talara y el aeropuerto de Chinchero. Los dos primeros van a ser investigados por una Comisión del Congreso (el tercero es la reexportación de gas de la Shell), lo que ya fue votado.
Muy bien que el Congreso investigue. Inevitablemente eso va a tener consecuencias en el “destrabe”, lo que es parte de los mecanismos democráticos que respetamos. Esto se suma a la ruinosa situación fiscal.
Mención aparte es la Refinería de Talara, pues allí el cuestionamiento se aferra a la Constitución de 1993 acerca de la subsidiariedad del Estado en la actividad empresarial y su corolario de “ineficiencia y burocratismo” de la empresa pública. Pero eso es ideología. La modernización de la Refinería tiene 45% de avance y debe remarcarse que el 60% de la inversión total de US$ 2,730 millones se realiza acá, dinamizando la economía regional y nacional y proveyendo empleos.
El gobierno lo ha reconocido y hoy busca el financiamiento que lo paga la propia empresa. Falso que haya habido un solo postor, que esté sobrevaluada, que sea un “elefante blanco” y que los problemas del oleoducto sean insuperables (el caballo de batalla de sus detractores).
Volviendo a lo esencial. Pareciera que el gobierno va, lento pero seguro, al “pan con pescao” que le impide la reactivación económica. De un lado, por la mala situación fiscal pero, sobre todo, porque privilegia la ortodoxia económica, lo que comparte con los economistas afines al fujimorismo. Y, de otro, por la dificultad de destrabar los megaproyectos, algunos por problemas propios y otros por la sistemática campaña contraria de corrupción, que tiene y debe ser investigada.
Así, nos preguntamos en qué momento los problemas económicos serán sentidos por la población y se sumen al “cóctel” social y político. Para revertir esa senda es indispensable reactivar la inversión pública y usar los ahorros fiscales de las vacas gordas, a la vez que se fomenta la diversificación productiva. Pero cada vez nos alejamos más de ese camino.


* Cristal de Mira

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