Las múltiples luchas contra la pobreza

Por Humberto Campodonico



Las recientes discusiones acerca de la evolución de la pobreza monetaria en el Perú tienen gran importancia porque permiten apreciar la calidad de las políticas económicas y sociales que aplican los gobiernos.
Así, hemos visto que Alan García nos dice que en su gobierno en los tres primeros años se logró bajar la pobreza en 12% (aunque la suma de sus números solo da 10.9%), mientras que en el actual esta solo se ha reducido en 4%. Aquí la cuestión es que García considera la reducción del 2011 al 2013 (solo dos años, del 27.8 al 23.8%) y no incluye la reducción del 2011 con respecto al 2010, que fue de 3%.
Pero no se trata solo de pobreza, sino de tasas de crecimiento económico. Según Cepal, por cada 1% de crecimiento del PBI per cápita (PBI pc) en la región, la pobreza disminuye 0.5%. En términos gruesos, claro está. Con esta metodología, el crecimiento del PBI/pc del 2006 al 2008 fue de 22.6% y la pobreza se redujo en 12%. Más o menos en caja. Del 2011 el PBI pc creció 15.5% y la pobreza se redujo en 7%. Otra vez, entonces, más o menos en caja.

La cuestión es que, de un lado, las condiciones económicas internacionales ya no son las mismas (bajó el crecimiento global y los precios de las materias primas) y, de otro, poco a poco nos acercamos a la “pobreza dura”, cuya reducción es más difícil porque se concentra en el medio rural y, también, por temas culturales.
En este debate también entran las transferencias monetarias del gobierno a las familias pobres. Según el Informe Técnico del INEI sobre la Evolución de la Pobreza Monetaria 2009-2013 (Cuadro I.18), estas fueron de 56 soles (constantes del 2013) en el 2009, de las cuales 2 soles correspondieron a Juntos. En el 2013, estas transferencias aumentaron a 58 soles, de los cuales 3 soles fueron a Juntos y 2 soles a Pensión 65. Por tanto, las transferencias directas (Juntos y Pensión 65) aumentaron 150%. ¿Cuál es su incidencia en la reducción de la pobreza a nivel país y por regiones?
Detrás de este juego de números, hay diferencias casi irreconciliables en los enfoques económicos. Para los neoliberales extremos el puro crecimiento económico es necesario y suficiente para salir de la pobreza. Este fue el énfasis de los trabajos de Dollar y Kray en el 2002 (“El crecimiento es bueno para los pobres”). Lo mismo acaba de plantear aquí hace poco un editorial de El Comercio.
Pero ese enfoque se reveló claramente insuficiente, pues la medición de la pobreza monetaria lo que nos dice es si los ingresos de una familia (incluyen sus ingresos propios y, también, las transferencias monetarias vía los distintos tipos de programas sociales) son suficientes para adquirir los bienes con los cuales pueden superar el umbral de pobreza, previamente definido. Hoy, el INEI dice que no es pobre la familia de 5 personas que gane más de S/. 1,460 mensuales.
Aquí se presentan varios problemas. Uno, las llamadas Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), planteado originalmente por Cepal, que se definen a partir de la calidad de la vivienda (material de construcción, condiciones de hacinamiento), del acceso al agua y desagüe, del acceso a la educación por parte de los niños y de la dependencia económica del jefe del hogar (si tiene primaria completa o no). Es complementario a la pobreza monetaria y ahora ha evolucionado al enfoque multidimensional de la pobreza, que también toma en cuenta la situación nutricional, el estado de salud y la situación de empleo de las personas.
¿Es que la gente que ya salió de la línea monetaria de la pobreza nunca más va a volver a ella? Diferentes estudios, entre ellos el de Pascual Gerstenfeld y Rubén Katzman, establecen claramente la incidencia de las NBI. Por ejemplo, una familia que ya no tiene NBI puede volverse pobre en ingresos monetarios, lo que la califica como “en pobreza reciente coyuntural”. De otro, una familia con NBI puede no ser pobre, pues sus ingresos monetarios podrían estar por encima del umbral de pobreza. Se le califica como un hogar con carencias estructurales. Ojo: ya no es pobre, pero puede regresar.
Sorprende la poca importancia que se le da a este tipo de indicadores en los debates políticos y periodísticos.
Hay también otros enfoques como el que determina la pobreza con relación a la estructura productiva y la calidad del empleo. Este era predominante en las escuelas económicas, hasta que, desde mediados de los 80, la pobreza y el aumento de la desigualdad lo desplazaron, sin piedad.
Finalmente, está la sostenibilidad de los avances en la lucha contra la pobreza. ¿Es que nuestra dependencia en los volátiles precios de las materias primas no hace vulnerables el ingreso de divisas y los recursos fiscales? ¿Es que acaso no debemos aprovechar esta etapa de vacas gordas para implementar una política de diversificación productiva que nos acerque a una base industrial y de tecnología de la información, lo que sigue siendo la clave de un crecimiento con mayor valor agregado y empleos más estables como en China y el sudeste asiático?

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