Hiperglobalización en marcha
Por Eduardo Gudynas
Días atrás, Ignacio Ramonet sostenía que el “curso de la globalización parece como suspendido”, y a partir del descontento europeo agregó que se habla cada vez más de desglobalización. Me parece que se equivoca, ya que, por el contrario, la globalización sigue su marcha.
Estimo que ese tipo de confusiones se basan, al menos, en dos cuestiones. Hay quienes entienden que la crisis económica y política en Europa también expresa un quiebre en la globalización. Esa es postura muy eurocéntrica, y basta recordar que cuando nosotros, en América Latina, sufríamos crisis parecidas, eran pocos los que hablaban de una globalización detenida.
Otros olvidan que las crisis son uno de los componentes propios del actual tipo de globalización. Expresan los reacomodos en la captar capital, la intensidad en el consumo, y el acceso a recursos naturales, propios de un capitalismo planetario. Dicho de otra manera, esta globalización siempre requiere de alguna “crisis” en algún rincón del planeta.
No sólo no se ha detenido, sino que parecería que se acelera. El concepto de “hiperglobalización”, de Arvind Subramanian y Martin Kessler, es muy apropiado. El valor de las exportaciones globales entre 2000 y 2012 casi se cuadriplicó (más allá de su caída en 2009-10). Sus tasas de crecimiento son mayores a las del producto global (con años donde la relación exportaciones de mercancías/producto superó el 25%; más del 30% al sumarse servicios). Muchas cadenas industriales ahora tienen eslabones diseminados entre varios países, reforzando la necesidad del comercio internacional, y aprovechando costos de transporte que por ahora son comparativamente bajos. Esta expansión se da bajo una Organización Mundial de Comercio que, si bien no ha concretado acuerdos sustantivos, sigue funcionando.
Muchos países de América Latina, tanto por izquierda como derecha, han aprovechado esta hiperglobalización, gracias a los altos precios de sus materias primas, y además han recibido volúmenes impensados de inversión extranjera. En cambio, se están retrasando en sumarse a la nueva fase de expansión comercial global, ubicada en los servicios.
Como puede verse no hay ni detención ni estancamiento, y la globalización es mucho más resistente de lo que varios piensan.
Días atrás, Ignacio Ramonet sostenía que el “curso de la globalización parece como suspendido”, y a partir del descontento europeo agregó que se habla cada vez más de desglobalización. Me parece que se equivoca, ya que, por el contrario, la globalización sigue su marcha.
Estimo que ese tipo de confusiones se basan, al menos, en dos cuestiones. Hay quienes entienden que la crisis económica y política en Europa también expresa un quiebre en la globalización. Esa es postura muy eurocéntrica, y basta recordar que cuando nosotros, en América Latina, sufríamos crisis parecidas, eran pocos los que hablaban de una globalización detenida.
Otros olvidan que las crisis son uno de los componentes propios del actual tipo de globalización. Expresan los reacomodos en la captar capital, la intensidad en el consumo, y el acceso a recursos naturales, propios de un capitalismo planetario. Dicho de otra manera, esta globalización siempre requiere de alguna “crisis” en algún rincón del planeta.
No sólo no se ha detenido, sino que parecería que se acelera. El concepto de “hiperglobalización”, de Arvind Subramanian y Martin Kessler, es muy apropiado. El valor de las exportaciones globales entre 2000 y 2012 casi se cuadriplicó (más allá de su caída en 2009-10). Sus tasas de crecimiento son mayores a las del producto global (con años donde la relación exportaciones de mercancías/producto superó el 25%; más del 30% al sumarse servicios). Muchas cadenas industriales ahora tienen eslabones diseminados entre varios países, reforzando la necesidad del comercio internacional, y aprovechando costos de transporte que por ahora son comparativamente bajos. Esta expansión se da bajo una Organización Mundial de Comercio que, si bien no ha concretado acuerdos sustantivos, sigue funcionando.
Muchos países de América Latina, tanto por izquierda como derecha, han aprovechado esta hiperglobalización, gracias a los altos precios de sus materias primas, y además han recibido volúmenes impensados de inversión extranjera. En cambio, se están retrasando en sumarse a la nueva fase de expansión comercial global, ubicada en los servicios.
Como puede verse no hay ni detención ni estancamiento, y la globalización es mucho más resistente de lo que varios piensan.
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