PBI: más que un indicador, una idea globalizada


Por Eduardo Gudynas



La globalización no solo fluye en el comercio y la política, sino que también consolida conceptos. Posiblemente uno de sus logros más poderosos ha sido entronizar al PBI (Producto Bruto Interno), no solo como indicador, sino como una meta que siempre debe estar creciendo. Se asume que sus vaivenes representarían no solo condiciones económicas, sino el estado de toda una sociedad.
Desde hace años se alerta que es una medida incompleta, centrada en algunos aspectos económicos pero que olvida otros, y además excluye las dimensiones sociales y ambientales. Pero a pesar de todo persiste.

Bajo su sombra se ocultan deformaciones sorpresivas. Un ejemplo reciente las ilustra: El megaderrame de petróleo desde la plataforma en el Golfo de México, ocurrido en 2010, ha implicado costos por limpieza y restauración ambiental por unos 90 mil millones de dólares. Lo sorprendente es que ese daño ambiental y social ha hecho crecer el PBI de EE.UU. Desde esa mirada convencional, aquel desastre ecológico se tradujo en un aumento promedio de unos 300 dólares en la riqueza de cada ciudadano, según estima J. Boyce de la Universidad de Massachusetts. La economía se enriqueció pero la calidad de vida y del ambiente se empobreció sin que el PBI pestañara.

A nadie escapa que situaciones similares ocurren en América Latina, donde nadie contabiliza económicamente los daños a comunidades, su salud y ambiente. De esta manera, el PBI crece empujado por exportaciones de materias primas, que siempre son buen negocio por esa contabilidad distorsionada.

Repetidamente se ha señalado este problema. Entre las advertencias más recientes se encuentra, entre otros, el Nobel Joseph Stiglitz, quien no solo reconoce que el PBI crea una imagen alterada, sino que postula suplantarlo por el ingreso medio de los hogares. Enseguida da otro paso más, y sostiene que los indicadores nacionales agregados deben restar el agotamiento de los recursos naturales, como los forestales, petroleros o mineros. Cuando esas materias primas son transformadas en dinero se hacen “visibles” a la economía, pero en realidad allí ocurre una pérdida o destrucción de patrimonio. Una nueva contabilidad de este tipo es la que necesitamos en América Latina. 

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