Los minerales siguen a la baja

 Por Carlos Monge Salgado



La semana pasada el precio del oro llegó a estar por debajo de los 1,200 dólares la onza, su precio más bajo en los últimos 3 años. Ciertamente, el oro no ha caído a los niveles de la década pasada (en el 2009 la onza estaba en 800 dólares y más bajo aún antes que eso) ni se espera que vuelva a caer a esos niveles, pero todo parece indicar que tampoco se mantendrá en los altos niveles que llegó a alcanzar en los años iniciales de esta década.
En el caso del oro, las razones de su comportamiento son básicamente dos: razones de mercado (cambio en la demanda y la oferta que impactan sobre los precios) y razones especulativas (inversionistas que se refugian en el oro en circunstancias de inestabilidad o incertidumbre económica). Al parecer, las señales de mayor estabilidad (aunque no necesariamente recuperación) en USA y Europa junto con una menor demanda por menor tasa de crecimiento de la China explicarían esta caída en el precio del oro.

Al igual que el oro, el cobre también está viviendo una caída en los precios y los bancos internacionales están recortando sus previsiones de precios de este metal para el 2014 y adelante. Pero, a diferencia del oro, la formación del precio del cobre parece tener que ver más con razones de mercado (en este caso una menor demanda de la China que compra casi la mitad de todo el cobre del mundo) que con razones especulativas, pues el cobre no es –como el oro- refugio frente a los vaivenes del dólar y del euro.

No hay ciencia exacta que permita predecir que pasará en los meses y años siguientes con los precios de los minerales. Pero, hasta los pensadores más conservadores están hoy de acuerdo en que es una irresponsabilidad que los países apuesten todo a la exportación de commodities minerales tan volátiles. La apuesta tendría que ser entonces por diversificar la economía creando condiciones para que otros sectores se dinamicen y genere empleo y renta pública, cuidando el medio ambiente y afirmando derechos ciudadanos.

Lamentablemente, el Presidente Humala no parece compartir este sentido común generalizado, y más bien busca seguir atrayendo inversión minera como sea, ofreciendo a los inversionistas un país sin consultas a las poblaciones locales, con procedimientos ambientales rapiditos, sin mayor protección al patrimonio arqueológico, y encima con cholo barato.

La respuesta del naciente Frente Amplio en este terreno no puede ser más de lo mismo, pero con más captura de renta para el Estado. Tiene que ser una apuesta que rompa con la idea de “Perú país minero” y se base en la idea de “Perú país biodiverso”, para desde esa diversidad apostar por una estrategia económica más inclusiva y más sostenible.

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