La repartija y la economía


Por Humberto Campodonico.



Se cae la repartija bajo la presión de la indignación ciudadana. Pero hay una elección que ha pasado “piola”. Se trata de los tres miembros del BCR que también fueron votados por el Congreso el 17 de julio (los otros cuatro fueron designados por el Poder Ejecutivo en el 2011 y luego ratificados por el Congreso). Ellos casi no aparecen en la protesta ciudadana.
Si se analiza la forma en que los partidos en el Congreso amarraron en un solo paquete a las diez personas a elegir (seis al Tribunal Constitucional, una a la Defensoría del Pueblo y tres al BCR) es evidente que todos fueron parte de la repartija. Así lo declararon, además, los miembros de la comisión que la elaboró.
Esto no quiere decir que todos los elegidos carezcan de cualidades profesionales y reconocidas trayectorias. Es el caso de tres miembros del Tribunal Constitucional y de los tres profesionales nombrados al directorio del BCR. Cómo se va a desenredar este entuerto es algo que tendrá que ver en estos días el Congreso, en medio de la protesta ciudadana que continúa.
Lo que sí queda claro es que la mayoría de los partidos en el Congreso han optado por el continuismo en materia de política monetaria y económica, lo que ha sido saludado por los gremios empresariales (comenzando por Confiep) y la derecha económica.
Y es aquí donde comienzan los problemas pues parecería que solo existe un enfoque en materia económica, al que no habría que tocar ni con el pétalo de una rosa. Y lo que se ha hecho evidente en la votación congresal es que este consenso va mucho más allá de la elección de los tres miembros del BCR, pues abarca toda la política económica.
Se piensa que el país puede seguir creciendo igual que antes, basado principalmente en las exportaciones de materias primas, sobre todo minerales. Que la actividad privada ha demostrado que puede hacer todas las cosas bien y que el Estado es más bien una rémora que hace todo mal.
Pero este discurso comienza a agotarse ante la magnitud de la crisis económica internacional, que, como ha dicho el Banco Mundial, pone a la región sin viento a favor. Lo que también pondrá al descubierto las enormes debilidades del país en materia de diversificación de exportaciones y, sobre todo, de una muy débil base productiva que ya comenzó a debilitarse ante los primeros impactos negativos de la crisis externa.
Durante todo este tiempo el crecimiento solo necesitó tener algunas “islas de eficiencia” en el Estado (Sunat, Indecopi), mientras que el resto del sector público (educación, salud, sobre todo) tuvo un tratamiento “residual”, del que solo se libraron los principales ministerios de la producción. La consecuencia no es otra que la profecía autocumplida: ¿acaso no queda claro que el Estado es una rémora para el crecimiento económico?
El dilema que tenemos al frente, no solo el Perú sino todos los países de la región, es: o hacemos cambios ahora para enfrentarnos a la nueva situación de largo plazo o se mantiene el continuismo inmovilista.
En Brasil queda claro que el gobierno quiere ponerse al frente de los vientos de fronda que vienen de la sociedad civil. En Chile el ex presidente Lagos dice que hay una formidable crisis económica afuera, que en 25 años el país ha cambiado –como lo demuestra la protesta estudiantil por la gratuidad de la enseñanza superior– y que se necesita cambiar la Constitución porque el concepto de “Estado subsidiario” no lo puede mantener la sociedad moderna (El Mercurio, 14/7/2013).
En el Perú sí se pueden pagar los bonos de la reforma agraria por US$ 2.000 a US$ 3.000 millones porque “el Estado peruano es muy solvente y ese pago no afecta la estabilidad fiscal”. Pero los sueldos del sector público siguen estancados desde hace 7 años, comenzando por el sector salud. Y la calidad de la educación pública, inicial, secundaria y superior se sigue deteriorando.
Volviendo al principio: el “establishment” considera que hay compartimentos estancos entre la economía y la política: no existen vasos comunicantes entre ellos. Eso explicaría por qué la protesta contra la repartija no toca a la economía. ¿Será esto así?

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