El neoliberalismo deslegitima la democracia por todo el mundo

 Por Oswaldo de Rivero



El capitalismo neoliberal, promotor del casino financiero y del dogma de que el mercado se regula solo, terminó por hacer disfuncionales las economías de mercado de los Estados Unidos y de Europa, al empobrecer a la clase media.
Además, la clase media, que es el bastión de la democracia norteamericana y europea, vio cómo la administración Bush y los gobiernos europeos rescataban a los bancos con sus impuestos, mientras que ella que era la mayoría, pagaba la crisis con desempleo y austeridad.

En las democracias de baja intensidad sudamericanas el neoliberalismo siguió reinando sin crisis, debido a un ciclo virtuoso de los precios de las materias primas, liderado por la demanda china, ciclo que hoy está agotándose.

Este liberalismo también se desinteresó de las mayorías nacionales. Fue incapaz de crear para ellas servicios públicos de calidad en salud, educación, transporte y seguridad ciudadana.

El neoliberalismo ha hecho así que los gobiernos democráticos, por todo el mundo, no gobierne para las mayorías nacionales. El Perú es un clarísimo ejemplo de esto.

Y las protestas en Estados Unidos, Europa, Israel, Chile, Brasil, Turquía, y ahora en Egipto, son la consecuencia del descontento de la mayoritaria clase media frente a servicios públicos deficientes y por falta de espacio político para ser oídas.

Todo esto deslegitima la democracia ya que los ciudadanos no se sienten representados por los gobiernos que eligen.

Lo paradójico del neoliberalismo es que glorifica la economía de mercado pero la desacredita, al hacerla funcionar para la minoría.

Un estudio reciente sobre la riqueza privada mundial del banco Credit Suisse, concluye que las fortunas privadas se siguieron incrementando a pesar de la crisis, y además, se siguieron concentrando en pocas manos. Que el mundo es hoy un abismo social, donde el 1% más rico tiene el 43% de la riqueza, mientras que la casi totalidad de la humanidad, tiene el 2% de ella.

Se necesita entonces un nuevo pacto social para que la economía de mercado funcione en favor de las mayorías, y así impedir que la democracia se deslegitime.

Y para hacerlo, es necesaria una nueva izquierda que no confunda economía de mercado con capitalismo neoliberal.

Que deje de creer que el proletariado es la vanguardia revolucionaria porque el mundo se desproletariza con la revolución tecnológica.

Que no se preocupe que las empresas sean privadas o públicas sino que sean eficientes, den empleo digno, paguen impuestos justos y no contaminen.

Que sea aliada del planeta, ya que defender el medio ambiente, la ayudará a reclutar cada vez más simpatizantes.

Y que lidere las protestas pidiendo servicios públicos de calidad en salud, educación, transporte y seguridad ciudadana.

Esto ya está en marcha en Chile y Brasil. 

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