G2

 Por Oswaldo de Rivero



Hace poco más de una semana, el nuevo Presidente de la China Xi Jimping y el Presidente Barak Obama se retiraron durante dos días a una moderna residencia en pleno desierto californiano.
Conversaron desde el desayuno hasta la cena, acompañados por sus intérpretes, pero en verdad éstos no eran tan necesarios porque el Presidente Xi podía hablar en inglés, porque cuando era joven, vivió en Iowa con una familia norteamericana.

Este retiro fue justificado por el Presidente Xi como una nueva manera para establecer “un nuevo tipo de relaciones entre grandes potencias”.

Las nuevas relaciones que busca Xi obedecen a que Obama acaba de darle un vuelco a la estrategia global de los Estados Unidos, al otorgarle prioridad al Asia sobre cualquiera otra región del mundo, incluyendo el Medio Oriente. La razón de ello es la emergencia de China como una gran potencia asiática y posiblemente, más tarde, como una superpotencia global rival.

La prioridad estratégica asiática de los Estados Unidos preocupa a China porque teme que la India y el Japón, con los que tiene disputas territoriales, y que Vietnam y Filipinas, con los que tienen disputas marítimas, aprovechen este giro estratégico de Obama para hacer una alianza con los Estados Unidos y fortalecer así su posición en sus disputas con China.

Para evitar esto, Xi le planteó a Obama una nueva relación entre China y Estados U nidos, donde se maximicen los acuerdos y minimicen las discordias. Dentro de la cual, los Estados Unidos podría ser eventualmente una suerte de intermediario para que las disputas territoriales y marítimas que tiene China con países asiáticos no se inflamen, sobre todo la que tiene con Japón, un cercano aliado de los Estados Unidos.

Para dar una prueba de su buena fe, Xi ya había apoyado en el Consejo de Seguridad, las sanciones contra Corea del Norte. Y antes de viajar a los Estados Unidos le jaló las orejas a Kim Jong Un, quien ha dejado sus fantasiosas pataletas guerreras y ahora conversa con Corea del Sur.

Otro asunto que preocupa a Xi es la promesa que hizo al inaugurar su mandato de crear el “sueño chino,” que no es otra cosa, que hacer una gran reforma socioeconómica para que el partido comunista no siga perdiendo legitimidad. Según cifras oficiales existen más de 90 mil protestas anuales debido a la desigualdad social, los bajos salarios, la catástrofe ecológica y la corrupción, incluyendo la del partido.

Para crear el “sueño chino”, Xi necesita una buena relación con Estados Unidos. Obama necesita lo mismo para vencer la crisis y restablecer el “sueño americano”. Por ello, estos dos vendedores de sueños acordaron continuar las reuniones-retiro, mantener contacto telefónico, mejorar las comunicaciones militares y continuar el diálogo estratégico y económico.

Lo que han hecho en la práctica Xi y Obama es crear un G2. Una nueva entidad bilateral de cooperación anticonflicto que por representar un cuarto de la población del planeta y un tercio del PBI mundial, podría con el tiempo contribuir a generar un nuevo orden mundial.

Por ahora, este G2 es solo para evitar confrontaciones. No hay negociación de zonas de hegemonía porque la China no es todavía hegemónica en el Asia, debido a la rivalidad de la India y del Japón, dos aliados que los Estados Unidos jamás abandonará por la China, salvo que ésta deje la dictadura del partido único y se convierta en una democracia como son la India y el Japón.

Si esto pasa, el G2 podría convertirse en una estrecha alianza geopolítica de dos superpotencias democráticas, una de occidente y otra de oriente, que podríamos llamar “Chinamérica”, y que podría servir para dar gobernabilidad a la caótica realidad mundial en que vivimos. 

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