La derecha neoliberal es enemiga de la democracia

 Por FÉLIX JIMÉNEZ



El carácter arcaico, fundamentalista e irracional de la reacción que protagonizó la derecha y sus medios ante la intención del gobierno de comprar los activos de Repsol en la Pampilla –hoy frustrada deshonrosamente--, se resume bien en las palabras que al respecto expresó el presidente de la Confiep, Alfonso García Miró: esto «me confirma –dijo-- la decisión política de interferir en un mercado donde trabajan los privados. Me queda claro que este será el comienzo de la transformación del Perú con un Estado avasallador, prepotente, autoritario, como en Cuba, Bolivia Venezuela y Argentina. Pero los peruanos nos defenderemos de esta gran amenaza».

 
El vergonzoso retroceso frente al fundamentalismo neoliberal
 
El presidente Humala dijo el 28 de mayo que la compra de Repsol «será vista con criterio técnico y que él solo defiende el interés nacional». Cuatro días después ---luego de la declaración de su esposa y también, según dicen, de las amenazas de renuncia del ministro Castilla---, la empresa Petroperú informó que tomó la decisión de no comprar los activos de Repsol, «luego de realizar una evaluación técnica, económica y financiera».
 
No hubo declaración del presidente. Él debió salir a informar al país, con datos y razones técnicas, sobre la decisión de su gobierno de no efectuar dicha compra. Como no lo hizo, apareció otra vez arrinconado por el fundamentalismo neoliberal. La primera vez fue cuando cedió el Banco Central y el MEF a los representantes de esta derecha.  Ahora es vox populi que los que gobiernan son los fundamentalistas neoliberales y tienen a Luis Miguel Castilla Rubio como su más conspicuo representante.
 
Ismael Benavides, uno de los ministros de economía del gobierno de García dijo conocer bien a su ex-viceministro Castilla, asegurando que este no ha cambiado sus ideas con Humala. «Él tiene ideas consistentes --dijo. Ha dado la orientación económica a este gobierno cuando aún estaban dando vuelta los Burneo, Dancourt y Jiménez».
 
La ignorancia de personajes de derecha como Benavides, que han usufructuado del poder del Estado, es inverosímil.  No saben que la institucionalidad de la política monetaria y fiscal que les permitió seguir en piloto automático, fue el resultado de las reformas que hicieron los Burneo, Dancourt, Jiménez, Schydlowsky y García Núñez.
 
El fundamentalismo neoliberal es enemigo de la democracia
 
La violencia mediática y su carácter monocorde que practica la derecha en nuestro país, es contraria a la democracia. No puede haber insultos y calumnias democráticas. Querer imponer la ideología del mercado libre como pensamiento único, es contrario a la democracia. Como dice Todorov en su libro Los enemigos íntimos de la democracia: «el primer enemigo de la democracia es la simplificación, que reduce lo plural a único y abre el camino a la desmesura».
 
La tendencia a contraponer el Estado y el Mercado, de afirmar que el mercado desregulado es intrínsecamente deseable y que la intervención del Estado es indeseable, es una postura ideológica incompatible con la realidad. Los economistas saben que hay «múltiples formas en que los mercados fallan» y que estas fallas producen problemas que adquieren un carácter público. Solo por este hecho, la economía  y sus mercados ya requerirían de las políticas públicas. Los que piensan que el Estado debe reducirse al mínimo, y que todo lo demás (los mercados) debe ser absolutamente libre, creen que los problemas de inequidad, del exceso de opulencia, de exclusión, etc., encontrarán «solución por sí mismo». Pero no son consecuentes; pues cuando las crisis o las fallas de mercado afectan a los negocios privados, estos exigen que se socialice sus pérdidas. 
 
Veamos un ejemplo. La crisis internacional de 1998-1999 provocó un salto cambiario que hizo quebrar a varios bancos privados que habían otorgado créditos en dólares, a personas y empresas que tenían ingresos en soles. El Estado tuvo que salir a rescatar al sistema financiero endeudándose por una suma cercana a los mil millones de dólares. Esta deuda la pagamos todos y, ciertamente, no fue asumida por los gremios privados.
 
Los fundamentalistas neoliberales creen que el desarrollo de nuestro país será el resultado de las fuerzas impersonales del mercado. Creen que el mercado «no hace nada mal», no genera externalidades negativas. Creen en el voluntarismo individual. Olvidan que en el mercado, en tanto es una institución social, existen relaciones de poder y asimetrías que generan desigualdades, exclusiones y conflictos sociales.
 
A modo de conclusión
 
«Las reformas que a finales del siglo XX impusieron dirigentes políticos como Thatcher, Reagan y Pinochet en sus respectivos Estados –dice Todorov--, están ahí para dar testimonio de esa actitud voluntarista. Lo mismo podría decirse de la famosa terapia de choque que se aplicó en los países de la Europa del Este después de la caída del muro de Berlín, y también de las intervenciones de los Estados occidentales durante la crisis económica de 2008-2009 para salvar los bancos privados. Ahora, mientras los beneficios siguen siendo individuales, los riesgos se socializan. Se trata de un neoliberalismo de Estado, una contradicción que hace dudar de la coherencia interna del proyecto».

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