Pura vulgaridad económica

 Por Carlos Alonso Bedoya


Qué vulgares que son la mayoría de economistas y periodistas económicos en el Perú. A propósito de la intención manifiesta del gobierno de adquirir la refinería de La Pampilla y la red de grifos de Repsol, han salido los neoclásicos locales (mejor conocidos como neoliberales) a decir cosas como que el “Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) abre la puerta al retorno del estatismo”.
Como si la idea de fortalecer la presencia del Estado en una actividad estratégica –lo que sucede en muchos países del mundo- fuera un pecado que lleva al descalabro.

Incluso, los más achorados casi casi le están diciendo chavista al propio Castilla, a pesar que el neoliberalismo también es el dogma del saliente ministro.

Es que al margen de los estudios técnicos sobre la conveniencia financiera y económica o no de esta compra, el debate que se plantea desde quienes controlan el monopolio de los medios de comunicación es en gran medida ideológico.

Y eso que hay argumentos interesantes como la tasa de ganancia en el negocio de la refinación, la calidad de los activos de Repsol respecto del precio que piden, o si es mejor meter ese par de miles de millones en la explotación de petróleo directamente.

Todo eso visto en un marco más grande sobre la conveniencia estratégica de tal movimiento.

Sin embargo, se escuchan disparates como que si compramos La Pampilla estaríamos regresando al primer gobierno del APRA, donde las empresas estatales eran el botín de un García que empezaba a descubrir cómo hacerse muy rico.

Con la misma pasión de un fanático religioso, los vulgares de la economía en el Perú recitan como loros el artículo 60 de la constitución Fujimorista del 93.

Ese que dice que el Estado es subsidiario en la actividad económica, y que concentra –junto con los artículos 62 y 66, sobre contratos ley y propiedad privada de los recursos naturales respectivamente- la mayor vulgaridad económica de todas en el Perú: aquélla que nos aleja totalmente de la realidad social, política, económica y cultural de estas tierras.

Que niega la dinámica permanente de la lucha de clases con verdades y sentidos comunes inoculados desde una prensa servil a la clase dominante. De ahí los bajos salarios, las pensiones de hambre y el defiéndanse como puedan que nos reina desde los noventa.

Pensar que hasta en Chile se debaten al máximo nivel asuntos como que el Estado debería tener una administradora de fondos de pensiones y competir con las privadas.

Pero así son los vulgares fanáticos de su dizque teoría económica. No se dan cuenta de que si el país entra en bancarrota no será por la compra de La Pampilla, sino por la enorme restricción externa de ser primario-exportadores que ha marcado nuestra historia económica desde que se fundó la república.

Castilla se va justo por eso, porque no es capaz de relanzar la economía peruana con su simple vulgaridad.

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