Morderse la cola: FMI, crisis y desregulación financiera

 Por Alejandra Alayza Moncloa


Ya hace tiempo que no se oía hablar mucho de él, pero el Fondo Monetario Internacional –FMI-, no andaba ni muerto ni de parranda. A finales del año pasado, las conclusiones de un estudio del FMI sorprendieron a más de uno de sus seguidores. En noviembre del 2012, el estudio “The Liberalization and Management of Capital Flows: AnInstitutional View” mostraba una perspectiva crítica a los acuerdos comerciales y de inversiones que se vienen promoviendo.
Una de las conclusiones más resaltantes del estudio es la preocupación que expresa el FMI respecto a que la mayoría de los acuerdos bilaterales y regionales que incluyen el tema de flujo de capitales, no toman en cuenta elementos relacionados con la estabilidad macroeconómica y financiera, con lo que limitan de manera importante la capacidad de los Estados de mantener objetivos de estabilidad financiera.

Quién lo diría, el organismo que fuera el más entusiasta promotor de las reformas neoliberales de los noventa, aquel que impulsara los procesos de privatización, regionalismo abierto y liberalización de los mercados sería hoy el que levantara estas críticas. En el diseño e impulso de estos acuerdos bilaterales y regionales, como los TLC, se demuestra que el discípulo supera al maestro. Como ocurre muchas veces, los discípulos resultaron ser más fanáticos de las ideas profesadas por los maestros.

La crítica desde el FMI coincide con diversos sectores que cuestionan estos modelos de desregulación, curiosamente coincide también con visiones de quienes cuestionan al propio FMI. ¿Será que el contexto de una crisis global, ante la evidente incertidumbre general, se advierte la importancia de mantener el principio precautorio y se cuestiona la tendencia a limitar al extremo el rol del Estado?

En el contexto de la crisis, políticas promovidas por Obama en los EE.UU., por la propia Comisión y gobiernos europeos, así como las declaraciones de organismos como el FMI, dan luces de la necesidad de revisar algunas de las premisas de la desregulación fundamentalista que promueven los TLC. Más allá de las posiciones particulares en un contexto de cambios y crisis evidentes, recuperar, por lo menos por principio precautorio, la discusión de la necesidad de conservar principios regulatorios constituye una necesidad.

En nuestro país, expresar visiones críticas a este modelo de desregulación a lo loco, ha significado recibir más de un adjetivo (des)calificativo, buscando desacreditar argumentos y evitando el debate. Muchos hemos sido calificados de trasnochados, estatistas, pesimistas (por citar solo algunas) tan solo por alertar, como hace hoy el FMI, de los riesgos que entrañan las obligaciones comerciales. Ojalá que el posicionamiento de este organismo lleve a que sus históricos y fieles seguidores -siquiera por principio precautorio-, se animen a revisar algunos de estos principios. 

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