Materias primas: para no pagar el pato
Por Armando Mendoza
A menudo se afirma que el avance de la globalización representa el triunfo del libre comercio internacional, del flujo irrestricto de bienes y servicios, sin barreras ni distorsiones. Ello puede resultar cierto en algunos casos, pero lo contrario también puede darse en otros. Tal es el caso de las materias primas, donde la mayor integración y articulación de los mercados internacionales va acompañada de una creciente pugna por el acceso y control de las mismas. En este proceso, los países productores frecuentemente terminamos siendo convidados de piedra, limitados a seguir los dictados de las grandes potencias.
La emergencia de nuevos poderes económicos como China, India o Brasil, hace aún más compleja esta pugna por las materias primas, particularmente de aquellas que como el petróleo son de carácter estratégico y no renovable. Así, por ejemplo, quien analice la política internacional china, vera una estrategia coherente en marcha, cuyo eje es el asegurarse el acceso a las materias primas. China es ya el primer demandante mundial de cobre, hierro, zinc y molibdeno, entre otros metales industriales. Pero, además, es el segundo consumidor mundial de petróleo, y probablemente en pocos años se convertirá en el primero. Como consecuencia, las iniciativas del Estado Chino con otras naciones están articuladas al objetivo de garantizar el abastecimiento de sus industrias.
Ante esto, la prioridad para países ricos en recursos naturales, como el Perú, está en desarrollar una política exterior coherente libre de idealismos y lirismos baratos, basada en el reconocido principio de que los países no tienen amigos, solo intereses. Igualmente, debe abandonarse la visión, tan ingenua como peligrosa, de que la oferta y la demanda por materias primas se resuelven vía mercados abiertos y libres. Por el contrario, las manipulaciones son pan de cada día en estos mercados, marcados por la falta de trasparencia y gobernanza.
Somos una economía pequeña, con un desarrollo incipiente y rumbo no bien definido, pero que cuenta con abundancia de recursos naturales. El cómo y para qué utilizar estos recursos debe ser tema central en la agenda nacional. El establecimiento de líneas claras para su explotación no puede estar ausente en ningún plan de desarrollo con visión estratégica. Asimismo, el Perú debe articular alianzas con otros países productores en bloques regionales y globales que permitan defender nuestros intereses y asegurar alguna cobertura ante las fluctuaciones y distorsiones de los mercados internacionales. Así podremos asegurar que los beneficios de la explotación de nuestros recursos nos beneficien realmente. Si no, corremos el riesgo de terminar siendo, como tantas veces en nuestra historia, los que pagan el pato.
A menudo se afirma que el avance de la globalización representa el triunfo del libre comercio internacional, del flujo irrestricto de bienes y servicios, sin barreras ni distorsiones. Ello puede resultar cierto en algunos casos, pero lo contrario también puede darse en otros. Tal es el caso de las materias primas, donde la mayor integración y articulación de los mercados internacionales va acompañada de una creciente pugna por el acceso y control de las mismas. En este proceso, los países productores frecuentemente terminamos siendo convidados de piedra, limitados a seguir los dictados de las grandes potencias.
La emergencia de nuevos poderes económicos como China, India o Brasil, hace aún más compleja esta pugna por las materias primas, particularmente de aquellas que como el petróleo son de carácter estratégico y no renovable. Así, por ejemplo, quien analice la política internacional china, vera una estrategia coherente en marcha, cuyo eje es el asegurarse el acceso a las materias primas. China es ya el primer demandante mundial de cobre, hierro, zinc y molibdeno, entre otros metales industriales. Pero, además, es el segundo consumidor mundial de petróleo, y probablemente en pocos años se convertirá en el primero. Como consecuencia, las iniciativas del Estado Chino con otras naciones están articuladas al objetivo de garantizar el abastecimiento de sus industrias.
Ante esto, la prioridad para países ricos en recursos naturales, como el Perú, está en desarrollar una política exterior coherente libre de idealismos y lirismos baratos, basada en el reconocido principio de que los países no tienen amigos, solo intereses. Igualmente, debe abandonarse la visión, tan ingenua como peligrosa, de que la oferta y la demanda por materias primas se resuelven vía mercados abiertos y libres. Por el contrario, las manipulaciones son pan de cada día en estos mercados, marcados por la falta de trasparencia y gobernanza.
Somos una economía pequeña, con un desarrollo incipiente y rumbo no bien definido, pero que cuenta con abundancia de recursos naturales. El cómo y para qué utilizar estos recursos debe ser tema central en la agenda nacional. El establecimiento de líneas claras para su explotación no puede estar ausente en ningún plan de desarrollo con visión estratégica. Asimismo, el Perú debe articular alianzas con otros países productores en bloques regionales y globales que permitan defender nuestros intereses y asegurar alguna cobertura ante las fluctuaciones y distorsiones de los mercados internacionales. Así podremos asegurar que los beneficios de la explotación de nuestros recursos nos beneficien realmente. Si no, corremos el riesgo de terminar siendo, como tantas veces en nuestra historia, los que pagan el pato.
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