“Batir el campo” y el FMI

 Por Alberto Adrianzén


Naomi Klein, cuando habla sobre la “doctrina del shock”, afirma que las políticas de ajuste se aplican aprovechando un momento de confusión y caos como consecuencia de hechos traumáticos (crisis económicas o catástrofes naturales). El objetivo es que la población acepte medidas económicas excepcionales, por lo general drásticas y contrarias a sus intereses, las que en tiempos normales no aceptaría.
Se puede decir que las medidas del FMI, al igual que la estrategia senderista de los ‘80, primero “bate el campo”, es decir, arrasa con la oposición y resistencia (en este caso particular con los sindicatos) para crear el caos y confusión y llevar a la población a aceptar medidas que solo benefician a los grandes intereses económicos.

Eso es lo que ha pasado en países como Grecia, como hoy se ratifica con el reconocimiento del FMI de los gruesos errores cometidos en la aplicación del programa de ajuste en ese país. En este contexto, cabe preguntarse si lo sucedido en ese país es un “error” del FMI o si, más bien, estamos frente a una estrategia que tiene como objetivo crear las condiciones para legitimar las políticas de ajuste neoliberal. 

so es lo que ha pasado en países como Grecia, como hoy se ratifica con el reconocimiento del FMI de los gruesos errores cometidos en la aplicación del programa de ajuste en ese país. En este contexto, cabe preguntarse si lo sucedido en ese país es un “error” del FMI o si, más bien, estamos frente a una estrategia que tiene como objetivo crear las condiciones para legitimar las políticas de ajuste neoliberal.

Otra Mirada (Boletín Nº 93: 10/01/13) informa que “La semana pasada se llevó a cabo en los Estados Unidos la reunión anual de la Asociación Americana de Economistas. En el marco de esa reunión se presentó un documento llamado “Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers” (“Errores en la previsión de crecimiento y multiplicadores fiscales”) en el cual sus autores señalan que el Fondo Monetario Internacional se equivocó en el programa de ajuste económico en el que embarcó a la región europea luego de la crisis 2008-2009.

En este caso no solo es importante lo que se dice, sino quién lo dice. El documento citado fue presentado en la mencionada reunión nada menos que por el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard.

A inicios de octubre el World Economic Outlook (WEO), publicación del FMI, admitía que había subestimado el multiplicador fiscal y sus efectos en el corto plazo durante las últimas tres décadas. El estudio hace un seguimiento a 28 economías desde el estallido de la crisis del 2008 y establece que el multiplicador está en un rango de 0.9 y 1.7 y no 0.5, que fue el utilizado por el FMI no solo en Grecia, sino durante los últimos años.

En ese mes, el mismo Fondo, con reconocimiento del error, envía una carta al gobierno griego en la que se disculpa por exigir el despido de 22,000 trabajadores públicos que se añadieron a los 27,000 que ya habían sido cesados por recomendación del organismo.

En términos simples, “el multiplicador fiscal (o multiplicador keynesiano), señala el economista español Marco Antonio Moreno, es la relación entre un cambio en el gasto público y su impacto en el ingreso nacional. El llamado efecto multiplicador sostiene que por cada cambio en el gasto del gobierno, hay un cambio correspondiente en el consumo y la producción nacional.

Si el multiplicador es 1, un recorte del gasto público de 10 mil millones de euros generará una caída en el PIB de 10 mil millones de euros. Si el multiplicador es menor a 1, por ejemplo 0.5, la disminución del gasto público de 10 mil millones de euros solo tendría un impacto en el PIB de 5 mil millones de euros”.

Si para el FMI el llamado multiplicador fiscal utilizado para recomendar las medidas de ajuste y austeridad en Grecia y en otros países europeos fue de 0.5 cuando, según muchos expertos, era de 1.5, se puede concluir que el impacto del ajuste fue tres veces mayor al pronosticado. Toda una catástrofe económica fabricada.

No es extraño que Blanchard sostenga, como lo hacían otros economistas no neoliberales tiempo atrás, lo siguiente: “Hemos encontrado que los realizadores de pronósticos subestimaron significativamente el incremento en el Desempleo, la caída en el consumo privado y la inversión, asociados a la consolidación fiscal”.

Se puede decir que las medidas del FMI, al igual que la estrategia senderista de los ‘80, primero “bate el campo”, es decir, arrasa con la oposición y resistencia (en este caso particular con los sindicatos) para crear el caos y confusión y llevar a la población a aceptar medidas que solo benefician a los grandes intereses económicos.

Mucho de esto lo vivimos en América Latina hace unos años con los mismos resultados económicos, sociales y políticos de los que padecen hoy Grecia y España. En este contexto, la interrogante de Otra Mirada es pertinente:

“Cabría preguntarse si el profesor Blanchard podría realizar una nueva investigación para ver cuáles fueron los efectos reales del ajuste estructural en América Latina durante los años ‘90. ¿Cuántos dólares habrán perdido realmente las economías latinoamericanas como producto del ajuste estructural? ¿Cuánto aumentaron los niveles de Desempleo como producto del ajuste?”.

No es extraño que Warren Buffet, una de las personas más ricas del mundo, haya declarado con mucha ironía pero también con cierto cinismo al The New York Times (26/11/2006): “Desde luego que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que la está haciendo y estamos ganando”. Dicho en otros términos: junto con el capitalismo de casino se está desarrollando el capitalismo gansteril. Estamos en Las Vegas con mafias y mafiosos que fungen, algunas veces, de economistas.

Se dice que errar es humano. Sin embargo, luego de conocerse los errores del FMI en Grecia, cabe preguntarse qué tan humanos son y si es posible perdonarlos.

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