Aprender a vivir en el siglo XXI

 Por Oswaldo de Rivero


Desde que surgieron las teorías del desarrollo se incrustó en la conciencia de la humanidad la creencia de que el crecimiento económico sin límites y la sociedad de gran consumo material sería el estilo de vida de todas las naciones. Hoy este mito desarrollista no tiene más sustento porque hemos entrado en una era de recalentamiento global que obligará a vivir de manera muy diferente
En efecto, el año pasado se batió el récord mundial de emisiones de anhídrido de carbono (CO2) a la atmósfera. Con este aumento, que no tiene visos de reducirse, va ser muy difícil evitar que la temperatura de la Tierra comience a subir dos grados más a partir del 2020. Este proceso que ya está en marcha derretirá aún más los glaciales aumentando la escasez de agua en las ciudades y el campo. También originará un grave aumento de las sequías e inundaciones que afectará seriamente las cosechas y aumentará cada vez más los precios de los alimentos. A esto se añadirá la aceleración del desprendimiento de grandes masas de hielo en los Polos y Groenlandia, y con ello, un aumento del nivel de los océanos que causará graves inundaciones de islas, costas, estuarios, puertos y millones de refugiados ecológicos.

Los dirigentes de los países desarrollados saben que la energía predominante que emite CO2, el petróleo, es insostenible y que además este combustible será cada vez más caro debido a la gargantuesca demanda mundial que produce la imparable urbanización del planeta. Y en base a este realismo, están creando toda una cultura de ahorro de petróleo con políticas que promocionan bicicletas eléctricas, autos híbridos y eléctricos, lámparas de luz, cocinas, máquinas e industrias y servicios que aniquilan watios. Pero sobre todo están usando, cada vez más, energía solar y eólica en domicilios privados y pequeñas colectividades con la intención de reemplazar al petróleo cuando los precios de estas dos energías renovables sean iguales o menores que los de este hidrocarburo.

Sin embargo, a pesar de que los países subdesarrollados como el Perú, viven cada vez más contaminados y sin seguridad energética, esta cultura de economizar petróleo y propiciar energías renovables, les es extraña. Nuestro país vive todavía en el siglo XX, cree en un crecimiento económico sin límites y además basado en una energía insostenible. Y lo más notable es que, sus dirigentes no se dan cuenta que el Perú está ubicado precisamente entre el ecuador terrestre y el Trópico de Capricornio, la zona del planeta que más energía solar recibe, y que por lo tanto, tiene que comenzar a apostar por esta energía que le cae gratuita desde el espacio.

El Perú muy bien podría comenzar a producir y promocionar energía solar. Nuestro destino energético en el siglo XXI no debe ser el petróleo ni el gas, sino la energía solar. Deberíamos ser el país más avanzado de SudAmérica en esta energía rentable, pero ni lo intentamos. Vivimos con un enfoque desarrollista arcaico del siglo XX, tratando de lograr seguridad energética con una energía insostenible.

¿Cuándo comenzaremos a vivir en la realidad? A vivir con el sol del Perú.

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