Urge una política industrial para iniciar la Gran Transformación

 Por Felix Jimenez


«En un escenario de estancamiento de la economía mundial –decíamos en nuestro artículo anterior--, las estrategias exportadoras en las que se embarcaron muchos países como el nuestro apostando por la especialización y descuidando su desarrollo industrial, ya no pueden asegurar la sostenibilidad del crecimiento». Por lo demás, sabemos –por experiencia histórica-- que el crecimiento basado en influjos de capital extranjero y altos precios de las commodities, no dura mucho si no es acompañado de políticas orientadas a diversificar el aparato productivo. En consecuencia, para endogenizar el crecimiento –en el escenario internacional actual-- es imprescindible optar por la industrialización del país. Aspirar a ser parte de una región sudamericana mas integrada económicamente, sin industrializarnos, es condenarnos a la situación de periferia.


Algunos aspectos de la desindustrialización neoliberal

Ya hemos mostrado que «tres décadas de neoliberalismo han consolidado una estructura productiva de servicios de baja productividad y primario exportadora». La industria manufacturera perdió importancia y liderazgo en el crecimiento económico. Entre 1950 y 1960 su participación en la generación del PBI aumentó sostenidamente de 13.2% a 17.2%. Entre 1960 y 1980 se mantuvo en un promedio de 17.4% con una desviación estándar de 0.37; y, entre 1990 y 2011, bajó a un promedio de 15.2% con una desviación estándar de 0.46.

Algo similar pasó con su capacidad de generación de empleo. Un promedio de 11.9% de los trabajadores se encontraba en la manufactura en el período 1950-1960. Durante 1960-1980 este porcentaje subió a 12.9% (con una desviación estándar de 0.51); pero durante 1990-2011 bajó a un promedio de 10.5% (con una desviación estándar de 0.60). Los trabajadores que no fueron absorbidos por la manufactura, se dirigieron básicamente a los sectores de Servicios, Comercio y Construcción, pues el sector agropecuario redujo su participación en la generación de empleo sostenidamente desde 1950.  

El crecimiento económico no puede ser realmente inclusivo sin el liderazgo de la manufactura. Este sector es el que puede emplear contingentes importantes de trabajadores con moderada calificación y proporcionar empleos estables mejores salarios. «Sin una base industrial importante --dice Rodrik--, las sociedades tienden a dividirse entre ricos y pobres –aquellos con acceso a empleos estables y bien pagados, y aquellos cuyos empleos son menos seguros y tienen una vida más precaria. La manufactura es fundamental para la vitalidad de la democracia en una nación». En nuestro país, un prerrequisito para una rápida industrialización y, en particular, para resolver el problema del subempleo y la existencia de empleos precarios, es revolucionar la agricultura, lo que implica desarrollar mercados internos y al mismo tiempo mejorar la infraestructura de la agricultura a pequeña escala.

Los principios para una nueva política industrial

Desde los años 2001-2003 contamos con un esquema institucional de política monetaria y fiscal que nos ha permitido mantener una baja inflación, disminuir notoriamente el peso de la deuda pública a PBI, y acumular reservas internacionales tanto en el BCR como en el MEF.  Esto es fundamental para iniciar el cambio en el actual estilo de crecimiento, estimulando la diversificación productiva. Es la hora de la política industrial.

De acuerdo con Rodrik, la formulación y aplicación de la política industrial debe basarse en los siguientes tres principios: «En primer lugar, la política industrial es un estado de ánimo más que una lista de políticas específicas. Es más importante crear un clima de colaboración entre el gobierno y el sector privado que proporcionar incentivos financieros». El objetivo debe ser obtener información sobre oportunidades de inversión y cuellos de botella, mediante la constitución de consejos de reflexión, foros de desarrollo de proveedores, consejos de asesoramiento de inversiones, mesas de discusión por rama industrial, o fondos de riesgo público-privados. «En segundo lugar, la política industrial debe recurrir tanto a las zanahorias como a los palos». La idea es promover la creación de nuevas industrias, pero los incentivos no pueden ser permanentes y deben basarse en resultados. Y, «En tercer lugar, quienes aplican la política industrial deben tener presente que esta se orienta a servir a toda la sociedad, no a los burócratas que la administran ni a las empresas que reciben incentivos». Un política industrial transparente, responsable y abierta a nuevos participantes, impide el abuso y el acaparamiento.

Adelantándose a los críticos de la política industrial, Dani Rodrik dice que «Lo que determina el éxito de la política industrial no es la capacidad de los gobiernos para reconocer a los triunfadores, sino su capacidad para abandonar a los perdedores. La incertidumbre garantiza que incluso políticas supuestamente óptimas pueden conducir a errores. La cuestión es que los gobiernos reconozcan esos errores y retiren su apoyo antes de que resulten demasiado costosos».

A modo de conclusión

Es la hora de la industrialización. Es la hora de «pasar del mito de las ventajas de la especialización productiva --del modelo primario exportador--, a la estrategia de diversificación productiva, es decir, hacía políticas que propicien el desarrollo de la agricultura y de la industria manufacturera».

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