¿Necesita Lambayeque de la minería?

 Por Carlos Monge


La cuenca del Chancay La leche es la más importante de la Región Lambayeque, pues irriga uno de sus valles más extensos y abastece de agua a su ciudad capital, Chiclayo.
El proyecto Minero Cañariaco, de la canadiense Candente Cooper Corporation, está en las cabeceras de cuenca de los ríos Cañaris y La leche, que alimentan la cuenca del Chancay La leche. A inicios del pasado mes de setiembre, en un referéndum convocado por la comunidad campesina de San Juan de Cañaris, casi el 100% de los comuneros y comuneras votó en contra del inicio de dicho proyecto. Su argumento es que ese proyecto traerá problemas de contaminación que afectarán su agricultura y su salud.

El Proyecto Minero La Zanja, de la peruana Buenaventura y la norteamericana Newmont (los mismos de Conga), está ubicado en el distrito de Pulan, Santa Cruz, Cajamarca, cuyos cursos de agua también alimentan la cuenca de Chancay La leche, en Lambayeque. Las Resoluciones 089 y 090- 2012 de la Autoridad Nacional del Agua autorizan a La Zanja a verter a las quebradas las “aguas residuales industriales tratadas procedentes de las aguas ácidas”. Tanto las poblaciones cercanas como las que integran el Comando Unitario de Lucha (CUL) de Lambayeque han rechazado fuertemente esta decisión.

Cañariaco y La Zanja son –como Mina Conga- herencia del diseño Fujimorista de gestión de la minería, que Toledo y García mantuvieron y que hoy le revienta en la cara a un Presidente Humala que no quiere o no sabe cómo romper con esta herencia. Son proyectos mineros cuyos Estudios de Impacto Ambiental fueron aprobados directamente por el Ministerio de energía y Minas sin participación del Ministerio del Ambiente ni de los gobiernos regionales o locales, que nunca pasaron por verdaderos procesos de consulta.

Hoy día, lo razonable sería que los Estudios de Impacto Ambiental (EIAs) de estos proyectos sean revisados por el MINAM mediante el recientemente creado SENACE, que en esa revisión participen los gobiernos regionales y locales respectivos, y que estos proyectos fuesen consultados a la población en el marco de la nueva ley. En contra se levantarán voces argumentando que las normas no son retroactivas y que la estabilidad jurídica ofrecida a las empresas es sacrosanta. Pero la historia está llena de decisiones que revierten situaciones generadas por malas normas. Y esta es una de ellas.

Más allá, la pregunta de fondo es si Lambayeque necesita de estas actividades mineras. En relación a regiones como Cajamarca y Apurímac, se nos dice que la minería es la única salida a la pobreza. Pero a Lambayeque le ha ido comparativamente muy bien sin minería, y junto con regiones como San Martín, es un buen ejemplo de cómo crecer con base en el uso sostenible de recursos renovables. El debate en esas regiones debe ser sobre qué tipo de agricultura es ambientalmente más amigable y socialmente más inclusiva, y no sobre qué tanto arriesgar esa agricultura abriendo la puerta a la minería en las cabeceras de cuenca.

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