¿Inversión productiva en problemas?

 Por German Alarco Tosoni


Una pieza central del actual modelo económico es el crecimiento de la inversión. Efectivamente, aunque con fluctuaciones cíclicas, esta viene creciendo en el tiempo. A inicios de los años cincuenta la inversión bruta fija (IBF) era alrededor de 18% del PBI y en estos últimos años supera ligeramente el 27% del PBI. El menor valor se observó en 1968 con poco más del 13% del producto. Sin embargo, este indicador que mide su importancia es solo parcial, ya que debe evaluarse en tanto contribuya a la ampliación de la capacidad productiva como a la generación de más demanda interna. Al considerar estos criterios la realidad no es tan positiva como la pintan.
La inversión contribuye a la generación de capacidad productiva como resultado del producto de dos variables: la razón inversión a producto mencionada inicialmente y la razón producto/capital que convierte esa IBF en términos de ampliación de la capacidad instalada. Si ambos elementos son positivos se potencia su aportación al producto. Sin embargo, si uno o ambos de los componentes decrecen esta contribución es menor. Debe señalarse que este tema fue analizado por R. Harrod y E. Domar, expertos en crecimiento económico en los años cincuenta, y que la relación producto/capital o su inversa capital/producto siguen siendo perfectamente válidas.

Si se examina la información estadística relativa a la razón producto/capital nos encontramos con sorpresas. El mayor coeficiente fue a inicios de los años sesenta con 0.59, para caer de manera dramática a un valor mínimo entre 1988-1989. De ahí en adelante tiene una tendencia ascendente hasta 2007 (0.38), fecha a partir de la cual se viene reduciendo. Esta caída implicaría que a pesar de que se invierta más, el impacto sobre la ampliación en la capacidad productiva es menor. También podría leerse en términos de que se requieren mayores montos de inversión para mantener la misma tasa de crecimiento en la capacidad productiva. La eficacia de la inversión sería menor, quizás por su mayor asignación hacia los sectores extractivos (minería e Hidrocarburos en particular), muy intensivos en capital, vida útil estrechamente predeterminada y poco aprovechamiento posterior por parte de otras actividades económicas. Por ejemplo, la remoción de tierras que es un componente central en un proyecto minero, tiene una vida limitada y no aprovechable para otra actividad, a diferencia de la inversión en una planta industrial cuyos componentes podrían ser utilizables para otros objetivos.

El otro tema importante es que, si bien la inversión crea demanda interna, esta sería cada vez menor por las mayores importaciones de bienes de capital. En 1990 fueron US$ 886 millones, US$ 2,114 millones en 2000 y US$ 11,665 millones en 2011. En 2000 y 2011 estas importaciones fueron equivalentes al 3.8% y 7.5% del PBI respectivamente. La inversión crece pero es cada vez menos eficaz creando capacidad productiva y aporta en menor proporción a la demanda interna.

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