¿Burocratismo salvaje o capitalismo salvaje?

 Por Sinesio Lopez J.


García acaba de escribir una larga perorata contra el estado  en defensa del capital. Sostiene que la crisis del capitalismo europeo tiene su origen en el Estado de Bienestar que “ha causado un brutal endeudamiento que pagarán los hijos y nietos de quienes ahora consumen muy por encima de su capacidad de producción”. Por esta razón “ el tal “Estado de Bienestar” resulta un Estado esclavista diferido en el tiempo”.
Hay varias cosas que discutir sobre este “razonamiento facilista y erróneo” (García dixit) sobre la crisis del capitalismo. Una primera es que ese “razonamiento” es tan ligero como el que hizo (sobre la crisis del capitalismo) en la APEC PERÚ 2008  (para sorpresa de los presidentes allí presentes) y que repitiera sin sonrojarse en un debate (Canal N) con participación de expertos en el tema. Sostuvo entonces que no había que preocuparse porque era “una crisis de crecimiento” (sic) del capitalismo. En segundo lugar, su visión de la crisis del capitalismo se emparienta con las tendencias ultraconservadoras del GOP norteamericano de los 70 (del siglo pasado) que lanzaron una cruzada (apoyándose en el racismo) para desmontar el Estado de Bienestar que, según ellas, subsidiaba a grandes grupos ociosos que vivían de los  impuestos que pagaban los norteamericanos (Krugman, The conscience of a liberal, 2007).
En tercer lugar, la idea que García tiene del Estado de Bienestar se aleja de los estudios más serios (Przeworski, Offe, etc.) que lo entienden como un Estado de compromiso entre los trabajadores que aceptan la legitimidad de la acumulación capitalista y los empresarios que aceptan la participación de los primeros en la riqueza que ellos producen. Es razonable pensar que los cambios en las condiciones que permitieron la organización del Estado del Bienestar (crecimiento económico sostenido, alto nivel de organización de la clase obrera, presencia de los vigorosos partidos social-demócrata y liberal) obligan a aligerarlo en las circunstancias actuales, pero ni la Thatcher se atrevió a desmontarlo en forma radical. Mantuvo, por ejemplo, la base financiera y la estructura administrativa del servicio de salud, especialmente su universidad y el principio de tratamiento gratuito, pero modificó radicalmente la dinámica institucional, la gerencia y la gestión (Day y Klein, 1991).
En cuarto lugar, el “diagnóstico” de García sobre la crisis del capitalismo choca frontalmente con los análisis de los economistas más serios cualquiera sea su orientación teórica (marxistas, keynesianos, liberales). Le haría bien leer, además de Krugman, a Stiglitz en su revista favorita (Caretas N° 2248 del 6/9/12). En quinto lugar, la visión conservadora de García sobre el Estado del Bienestar conduce al despliegue de una estrategia de reordenamiento del capitalismo en el que las clases medias y los trabajadores salen perdiendo y una ínfima minoría empresarial sale ganando. En el Reino Unido, la proporción del 1% más alto antes del impuesto a las utilidades subió del 5,7% en 1978 al 8,7% en 1989 y en  los Estados Unidos  la proporción del 1% más alto antes del impuesto a la renta (excluyendo ganancias de capital) se elevó del 7,9% en 1976 al 16,9% en el año 2000. La proporción del grupo más rico –el 0.1%– se triplicó en EE.UU. durante este período (Atkinson, 2007:19). Una pregunta para García: ¿Esto es burocratismo salvaje o capitalismo salvaje?

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