Trinidad Imposible y Crisis de la Unión Europea: Lecciones para el gobierno de Humala

   
 
 
Por Felix Jimenez
 
 
 
La crisis en la Unión Europea (UE) empeora. Hay el riesgo de disgregación. Si Italia y España abandonan el euro, Portugal y Francia harían lo mismo. Esto ocurriría según Paul Krugman «si no hay un cambio en la política monetaria y fiscal en el bloque». En este escenario también saldría Alemania. Esto quiere decir que el rescate a la banca española no resuelve los problemas reales. La solución –dice el nobel-- tiene que ver con el abandono de la actual política fiscal de austeridad por otra que favorezca el crecimiento.
La crisis de la UE como crisis política
La situación que describe Krugman es una clara manifestación del «trilema político de la economía mundial» de Rodrik y que desarrolla en su reciente libro The Globalization Paradox: Democracy and the future of the World Economy. Según este trilema la mundialización económica (o la globalización), el Estado-Nación y la democracia política, son tres objetivos que no se pueden alcanzar simultáneamente. Se puede aspirar a conseguir como máximo dos de los tres objetivos, pero es imposible alcanzar los tres simultáneamente. La trinidad es imposible.
 
La democracia es compatible con la soberanía nacional únicamente cuando los Estados-Nación son capaces de limitar la globalización. De otro lado, una profunda integración a la economía mundial conservando los Estado-Nación, implica abandonar la democracia, porque obliga a eliminar los costos de transacción en el comercio y las finanzas, y a desmantelar todos los estándares regulatorios. Mantener un Estado-Nación receptivo a las necesidades de la economía mundial, es posible solo a expensas de la democracia y de los objetivos sociales y políticos «nacionales». Finalmente, la opción por la democracia y la mundialización, implica abandonar la soberanía nacional. Pero el alineamiento de las políticas democráticas con el objetivo de mercados globales o integrados, no es posible a escala mundial y ni siquiera a escala continental. El ejemplo –dice Rodrik-- es la crisis de la UE.
Lo que revela la crisis europea –otra de cuyas manifestaciones es la aparición de movimientos políticos nacionales contrarios a los programas de recortes presupuestales—, es que la integración económica no podía avanzar sin una profunda integración política. No tuvieron ni parece que van a tener una autoridad fiscal común, que era otro paso importante hacia esta integración. Los países de la UE renunciaron a la aplicación de políticas monetarias independientes, pero continuaron aplicando sus propias políticas fiscales y presupuestarias. La pérdida de soberanía monetaria está demostrando que no era compatible con la democracia por lo menos en esta etapa de la integración.  En plena crisis, los países de la UE --España y Grecia, por ejemplo--, no tienen acceso automático a un «prestamista de última instancia».
La globalización y el gobierno de Humala
Humala llegó al poder con un plan y una Hoja de Ruta que reivindicaban la soberanía e independencia en el diseño y aplicación de las políticas económicas. Esto implicaba abandonar el modelo neoliberal. El discurso del candidato Humala era nacionalista en el contexto de la actual globalización económica, porque se ubicaba nítidamente en la opción del fortalecimiento de la democracia y de la autodeterminación nacional. El nacionalismo preconizado por Humala rechazaba, por lo tanto, la globalización neoliberal; estaba claramente en contra de la eliminación de los estándares regulatorios en los servicios públicos, en el mercado de trabajo, en el movimiento internacional de capitales, en el comercio y en las finanzas. El Estado, en este discurso nacionalista, no podía ser obligado a seguir pautas internacionales que entran en conflicto con los objetivos internos; no podía ser obligado, por ejemplo, a renunciar a algo de democracia y a algo de soberanía nacional en aras del objetivo de la globalización. El logro de la «trinidad» es imposible.
El presidente Humala, luego de ratificar en puestos clave del gobierno a connotados representantes del neoliberalismo, «abandonó» su discurso nacionalista y fue persuadido de que en el mundo globalizado actual, todo capital rechazado en un país, se va a otro. Ahora parece creer que la volatilidad de las inversiones extranjeras y de las exportaciones, hace imposible optar por la estabilidad laboral, por el uso del salario mínimo como instrumento de la política de ingresos, o por un tipo de cambio estable y competitivo que exige controles a los movimientos de capitales. Esta carrera desregulatoria es la que practicaron los gobiernos neoliberales, desde el «fujimorismo» hasta el «alanismo»,  para supuestamente retener al capital extranjero en las actividades extractivas y rentistas, descuidando el desarrollo de los mercados internos.
A modo de conclusión
El actual escenario internacional de crisis constituye una oportunidad para recuperar el discurso nacionalista, optando por la autodeterminación nacional y la democracia, y limitando la globalización neoliberal. Este es el camino para cumplir con el compromiso de la gran transformación social, política y económica, cuyo objetivo es culminar la construcción de la nación y endogenizar el desarrollo del país en el marco de una economía abierta.

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