Prosperidad falaz

 Por Carlos Alonso Bedoya


En estos días que acabamos de firmar un nuevo TLC, esta vez con Europa, he escuchado en varios medios la pregunta: ¿por qué un acuerdo con un bloque que está en una grave crisis económica? Y el mismo número de veces he escuchado a varios decir: “la crisis europea es coyuntural, pero los TLC son para siempre”.
 Lo segundo, depende. Pues no hay nada escrito sobre piedra y siempre se podrá renegociar o replantear un acuerdo de este tipo, o siendo radicales, patear el tablero si es necesario. Pero lo de coyuntural, niega en realidad, la precariedad del capitalismo de estas épocas (pura especulación financiera con escasa regulación) y de lo frágil del crecimiento económico peruano.

Decir que la crisis global pasará, así porque sí, es no entender su naturaleza compleja, que no solo es financiera, sino económica, social, climática, alimentaria, y un largo etc. En el ámbito económico es una crisis del empleo mundial. Los inversionistas prefieren apostar miles de millones en mercados financieros (futuros, derivados, etc.) antes que en la economía productiva. Al negar este problema, todo parece reducirse a que si las bolsas de valores suben, o si los bancos recuperaron sus ganancias, o si el oro aumenta de precio. Todo ello amarrado al indicador del PBI, basta para que nos engañemos todos, mientras los bajos salarios, el Desempleo y la desigualdad se hacen parte de la normalidad.

Y peor, deslizar que estamos blindados por nuestras enormes reservas, o por los TLC que hemos firmado es completamente descabellado. El único factor por el que nuestro crecimiento no se ha desplomado, se llama: “precios de los metales que exportamos”, los mismos que salvo por algunos meses del 2009 en que cayeron, siempre han estado arriba, lógicamente, con los consecuentes conflictos socio ambientales que generan.

Si lo vemos bien, el crecimiento peruano de las últimas dos décadas puede dividirse en dos. El primero, derivado de las privatizaciones de Fujimori que nos bancaron en azul las cuentas externas, permitiéndonos importar más que exportar durante varios años. Pero a finales de la década de los noventa, cuando ya se había vendido casi toda la carne, caímos en recesión al golpearnos la crisis asiática. No olvidemos que en el 2000, cuando Fujimori huyó al Japón, nos dejó una economía que decrecía, y que recién empezó a recuperarse en el 2002, cuando empieza el boom de los precios de los minerales, que hasta ahora nos acompaña, y que coincide con la bajada de las tasas de interés (llegando casi a cero) en los países ricos. Es ahí que viene el segundo crecimiento peruano de estos veinte años. El más largo y del cual muchos se ufanan.

¿Qué pasará cuando los precios bajen? Apenas suban las tasas de interés que fija la Reserva Federal Norteamericana y el Banco Central Europeo, los precios de los metales caerán, y con ello se afectará más del 30 por ciento de nuestros ingresos fiscales y más de la mitad de nuestras exportaciones. Y nuevamente, como decía Basadre, estaremos en el declive luego del auge. En la bancarrota fiscal, luego de la prosperidad falaz; perdiendo la oportunidad de industrializarnos para que nos quede algo después de la buena racha como la del guano, salitre, caucho, algodón y harina de pescado.

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