La reforma tributaria

 Por Carlos Alonso Bedoya


El gobierno ha recibido la delegación de facul-tades por parte del Congreso para hacer una reforma tributa-ria. Sabiendo que el Perú recauda aproximadamente 15 soles por cada 100 que se producen en su territorio, nadie puede negar la urgencia de que ese indicador que mide la recaudación tributaria como porcentaje del PIB (presión tributaria), se eleve considerablemente para atender las necesidades insatisfechas de la población.
 Pero la política fiscal es una potente  herramienta para reducir la desigualdad, siempre y cuando se le cobre más a quien más tiene y se redistribuya lo cobrado equitativamente en todos los sectores del país. A eso se le llama progresividad.

Y eso es central en el esquema tributario peruano, pues de esos 15 soles que se recaudan por cada 100, 9 provienen de los llamados impuestos indirectos, es decir los que pagamos todos por igual (Impuesto General a las Ventas – IGV, o el Impuesto Selectivo al Consumo - ISC) cuando compramos algún bien o adquirimos un servicio; mientras que solo 6 soles de esa recaudación provienen de los impuestos directos, los que se pagan al obtener ganancias (Impuesto a la Renta – IR).

Sin embargo, cuando uno lee el proyecto de ley 1091/2011-PE mediante el cual el gobierno le pidió facultades al Congreso para hacer la reforma, se percata de una orientación policiaca antes que de progresividad, pues el énfasis está puesto más en sanciones e infracciones por evadir o eludir impuestos, que en el aumento de las tasas para los ricos.

En el Perú, las personas físicas pagan, dependiendo sus ingresos, tasas de 0%, 15%, 21% y 30%, y las personas jurídicas (empresas) pagan 30% por sus utilidades en todos los casos. Una reforma progresiva, además de perseguir a los grandes evasores y elusores, crearía un nuevo escalón en el caso de las personas físicas con muy altos ingresos (los ricos); y también en el caso de las empresas con mayores utilidades.

En muchos países, en especial los que integran la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), los ricos llegan a pagar hasta tasas de 45% o más, y las grandes empresas hasta de 42%. Un país como el Perú, con crecimiento económico mayor que muchos países ricos de la OCDE, tranquilamente podría poner tasas parecidas y recaudar más.

Una reforma progresiva también incluye que los trabajadores que ganan menos puedan deducir más gastos. Es por eso que el Congreso ha añadido en su delega-ción de facultades que el gobierno evalúe el aumento del IR a las ganancias sobre capital invertido y permita a su vez que los trabajadores puedan deducir gastos de Educación, vivienda, y salud.

Lo cierto es que el Congreso ha renunciado al atributo de legislar en materia tributaria. No olvide-mos la frase anglosajona que dice “No Taxation without Representation” (No impuestos sin representación), es decir que una reforma tributaria debe darse en el marco del debate público y eso es lo que se ha evitado. Mientras tanto la Confiep apoya la reforma del gobierno, lo que nos da una pista de que no habrá progresividad, sino solo palo para los pequeños evasores, esos que no dan boleta; mientras que los peces gordos seguirán haciendo elusión, esa planificación tributaria con grandes estudios de abogados para no pagar impuestos.

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