Ante la crisis global, la economía nacional de mercado
Por Otra Mirada
Una vez más la crisis económica global toca la puerta de la economía peruana. La caída de exportaciones fruto de la contracción de los mercados internacionales como el europeo, la inestabilidad de los precios de los minerales que vendemos y la volatilidad del tipo de cambio, ya empiezan a anunciar que estamos ante un nuevo momento de una crisis mundial que ya lleva cuatro años en desarrollo.
Nuestro modelo, eminentemente dependiente de la demanda externa, se encuentra notablemente expuesto. Si no fuera porque la Reserva Federal Norteamericana y los Bancos Centrales Europeo y Británico mantienen las tasas de interés cercanas a cero, el impacto sería mayor pues se afectarían aún más los términos de intercambio (precio de los minerales especialmente) y nuestro presupuesto público sería gravemente golpeado.
El impacto en los ciudadanos que viven desde hace años con bajos ingresos y la mayoría de ellos en el subempleo no es significativo aún, pues se trata de una población que vive en permanente crisis. Sin embargo, miles de trabajadores ligados a las exportaciones no tradicionales y a la minería se verán fuertemente afectados, esto impacta en los recursos con los que cuenta el Estado y, finalmente, todos sufrimos las consecuencias. También serán afectados el consumo en las clases medias emergentes y los esfuerzos de pequeñas y medianas empresas (textiles, confecciones, agropecuarias, etc.) ante las restricciones en el comercio nacional e internacional.
Tanto en auge como en declive, el actual modelo económico peruano no alcanza para lograr bienestar para la mayoría. La crisis, evidentemente, pone de relieve la paradoja del crecimiento económico peruano.
De allí que hoy sea más urgente que antes, el volver a pensar en el mercado interno y renovar las bases económicas productivas del país a fin de apoyar nuestro intercambio comercial, antes en manufacturas que en commodities, a fin de generar empleo de calidad, productivo y con derechos, asegurando lo que la OIT ha definido como trabajo decente.
La respuesta del ministro Castilla, que mantiene intacto el esquema neoliberal, se orienta a dar mayores beneficios a las grandes empresas, como lo hiciera Carranza, otorgándoles beneficios tributarios y subsidiando a los exportadores, lo que es un simple paliativo y no va al corazón del problema.
Sin embargo, si Castilla pretende que la caída del PIB no sea estrepitosa, se verá obligado a aceitar la maquina del gasto público, especialmente regional. Tarea muy difícil por la inercia del freno del gasto que caracteriza a los burócratas del MEF. Si bien se ha aprobado el paquete de medidas con un estímulo de dos mil millones de soles, éste será limitado mientras no se tomen en cuenta otras medidas como la autorización a la inversión de apoyo productivo descentralizado por gobiernos regionales y locales, el inicio efectivo de obras importantes (como el primer tramo del gasoducto surandino con la participación de Petroperú), entre otras, así como también un enfrentamiento claro contra la corrupción que drena recursos públicos.
Promover los distintos y diversos mercados internos del Perú significa inversión sostenida en infraestructura para conectar dichos mercados; calificación y tecnología para generar una masa crítica de trabajadores que garantice la producción con valor agregado; y de otro lado, vencer las restricciones de mercado y financiamiento, con mejora de pensiones y salarios, así como la generación de un mercado de capitales en moneda nacional para abaratar los costos financieros respectivamente. Supone también mejorar la relación con los gobiernos regionales, sistemáticamente maltratados y aliados indispensables, si se pretende este camino.
Estos son los fundamentos de la economía nacional de mercado, pensada para cambiar el modelo, partiendo de la fortaleza macroeconómica que tanto esfuerzo nos ha costado a cada uno de los peruanos. Esa es la propuesta que el gobierno ha olvidado de sus días de campaña y debe recuperar.
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