Sufre (mar) peruano, sufre

 Por Carlos Monge


Han muerto centenares de delfines y pelícanos en la costa peruana. Y las playas de Lima están hechas un basurero. Las autoridades encargadas (MINAM, PRODUCE, IMARPE) no logran ofrecer una explicación coherente ni acciones concretas.
 Un sector del empresariado pesquero logra que le den la cuota adicional de merluza que exigía para asegurar su negocio. Y, de paso, los empresarios se deshacen de la viceministra de Pesca Patricia Majluf, que les resultaba doblemente incómoda por ser una profesional excelente y una persona honesta. Además, se ha concesionado casi todo el zócalo continental para exploración y extracción petrolera. Y el mar, con el colector La Chira al sur de Lima como emblema, sigue siendo el destino de los desagües de buena parte de nuestras ciudades.

Un reciente estudio de la ONG ORCA sobre la muerte de los delfines parece confirmar la hipótesis inicial que denunciaba a actividades de exploración petrolera, pues no hay evidencia de infecciones y sí del impacto de ondas sonoras fuertes sobre los tímpanos y otros órganos de los delfines.

La muerte de los pelícanos parece ser por hambre, específicamente por falta de anchoveta, que se aleja por el aumento de la temperatura del mar, lo que está a su vez relacionado con el fenómeno general del calentamiento global, causado entre otras cosas por los gases de efecto invernadero generados por la industria petrolera.

Tenemos además la sobrepesca de recursos marinos para exportación de harina de pescado y de conservas. El sistema de cuotas de pesca está hecho para que se reproduzca la suficiente biomasa marina que garantice la continuidad de su explotación comercial. No está pensado para que haya suficiente anchoveta para los pelícanos, o sargazo para los pejerreyes y lenguados o algas para los muy muy, las cojinovas y las corvinas. Su objetivo es el lucro de las grandes empresas, no la abundancia de recursos baratos para los hogares y los restaurantes.

La contaminación general del mar es causada también por la acumulada responsabilidad de autoridades municipales y sectores empresariales que se deshacen de los desagües y la basura en general echándola al mar. Y esta contaminación no solo afecta a los tablistas y a los bañistas, sino que contamina los peces y mariscos que crecen en ese mar plagado de deshechos.

Esta combinación de actividades empresariales petroleras y pesqueras y de desidia de las autoridades locales, en un escenario de cambio climático, es la que está matando al mar peruano.

Es urgente tomar medidas de política pública que tengan como norte garantizar que haya siempre suficiente anchoveta, sargazo y algas en un mar limpio para garantizar el ciclo hidrobiológico teniendo como estrategia fundamental la alimentación humana y el desarrollo de la pequeña y mediana empresa sustentada en el uso sostenible de estos recursos. Ello permitirá además disfrutar de nuestras playas y mantenerlas como parte del capital natural del país. Lo demás debe estar supeditado a este objetivo principal.

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