El autogolpe y los empresarios

 Por Raul Wiener.


“Conscientes de que la crisis económica y social de nuestro país debe resolverse simultáneamente y no con posterioridad a la crisis política, invocamos a los organismos financieros del mundo y los gobiernos de los países amigos a que manifiesten cuanto antes su espíritu solidario, aportando su colaboración económica para aliviar en algo a la gran mayoría de hombres y mujeres del Perú”.

“Declaración Cívica en favor del Pueblo Peruano”
 El texto que reproducimos es parte de un pronunciamiento de personalidades empresariales y políticas peruanas, pocos días después del golpe del 5 de abril de 1992, que salían al frente para invocar a los organismos internacionales y gobiernos amigos que no cesaran su cooperación económica con el Perú a pesar de la ruptura del orden democrático. Firmaban, entre otros, Juan Antonio Aguirre Roca (presidente de la CONFIEP), Eduardo Mc Bride (posteriormente de Perú Posible), Carlos Bruce (socio de Toledo hasta el 2011 y ahora aliado del APRA), Rafael Rey (vargasllosista, Fujimorista, proaprista y otra vez Fujimorista en las últimas elecciones), Jorge Picasso (presidente de la Asociación de Bancos).

Picasso añadía a la declaración progolpista: “…el sector empresarial apoya las decisiones tomadas por el presidente Fujimori… (ya que) no puede permitirse por más tiempo la infiltración de elementos corruptos y subordinados a intereses partidarios en instituciones importantes como el Congreso y el Poder Judicial”. Chúpense esa, el empresario que desfalcó su propio Banco (Latino) y que usó el dinero de los clientes para prestarse a sí mismo y luego no devolver, y que después fraguó un “rescate” por 500 millones de dólares que fue un robo adicional de dinero, hablaba de corrupción y ponía a la gran empresa en el plan de juzgar a los políticos que habían tenido la idea de “infiltrarse” en el Congreso y el Poder Judicial (en el Ejecutivo no).

Recuérdese que uno de los anuncios más conmovedores del mensaje del 5 abril era la promesa de Fujimori de hacer que el Estado deje de estar al servicio de los grupos privilegiados. Pero los grupos privilegiados eran los que más aplaudían el golpe y los que se sentían convocados en primer lugar a la nueva era. No eran sin embargo solo ellos. La noche misma de la disolución del Congreso, el canciller Blacker Miller había citado a Palacio de Gobierno, a Manuel Delgado Parker de Panamericana y RPP, a Nicanor Gonzales de América Televisión y a Mendel Winter de Frecuencia Latina para una reunión con el presidente sobre las diez de la noche. Algunas versiones indican que también estaba ahí uno del grupo Miró Quesada que por entonces estaba solo en la prensa escrita.

Lo cierto es que todo este grupo escuchó en el televisor de la casa de gobierno con Fujimori al lado, el mensaje grabado que cerraba un nuevo ciclo de la inestable democracia peruana, luego de lo cual se hicieron algunas preguntas y se tomaron diversos acuerdos. La sociedad entre la dictadura y el poder mediático empezaba viento en popa y llegaría en los siguientes años a convergencias difíciles de comprender hasta que el país pudo descubrir con sus propios ojos como era eso de la salita del SIN.

Si alguien pregunta ahora cuál fue el castigo para los empresarios que con todo su poder real apoyaron la destrucción de la democracia, habrá que contestarle que ninguno. El Perú de hoy está plagado de colaboracionistas del régimen de los 90. Y siguen decidiendo sobre la política de este país.

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