La seguridad ciudadana

 Por José Oscátegui Arteta


La seguridad ciudadana, como parte de los Derechos Constitucionales de todos los peruanos, es un aspecto central en la propuesta de la Gran Transformación.
 La gran mayoría de delitos son contra el patrimonio como el robo y asalto a peatones y robo en casas, en particular en las zonas pobres y menos protegidas por la Policía (los crímenes violentos obra, en muchos casos, de sicarios, habiéndose incrementado en los últimos años todavía son relativamente pocos en comparación con otros países).

Esa delincuencia es la que da lugar al sentimiento de inseguridad de la población. Pero, aunque es natural, resulta paradójico que cuando algún funcionario público hace desaparecer cientos de millones de soles (o es corrompido y sobornado), la población se siente menos afectada que cuando aumentan los “robos al paso”.

Estos delitos, considerados genéricamente como robos, son diferentes tanto por sus efectos sobre la sociedad como por los castigos que reciben. El robo que hace un funcionario (o el soborno) podría ser muy dañino y muchísimo peor que cualquier robo al paso. No es raro que grandes empresas obtengan beneficios de millones de dólares gracias a relativamente pequeños sobornos, causando grandes perjuicios al país.

Sin embargo, muy pocos son debidamente sancionados por estos delitos. Un claro y verificado ejemplo en nuestro país, es el de los generales de la época de Fujimori. Algunos ya salieron de prisión porque la burocracia judicial hizo que 10 años no sean suficientes para llevar adelante los procesos. Otros siguen presos pero, pese a haberse comprobado que robaron millones de dólares, siguen siendo oficiales (r) de las FFAA y recibieron y siguen recibiendo, puntualmente, su sueldo cada fin de mes.



LA FALTA DE OPORTUNIDADES Y LA DELINCUENCIA

La otra delincuencia, la que se apropia de pequeños montos (que pueden ser significativos para los afectados) es la que recibe mayor publicidad y, muchas veces, un castigo terrible que puede ser la pérdida de la vida, como en los casos de linchamiento. Estos delitos, en la mayoría de los casos, son resultado de falta de oportunidades para los que los cometen. La cárcel no es la solución en estos casos. El combate a estos delitos debería empezar desde la escuela. Una Educación de calidad para todos los peruanos que los prepare para incorporarse a la producción, elevaría no solo la productividad del trabajo sino que constituiría una forma muy importante para prevenir la delincuencia. La creación de oportunidades mediante la ampliación de los mercados internos en base a la propuesta de una Economía Nacional de Mercado, complementaría la Revolución Educativa y aseguraría que las calles queden, básicamente, libres de esa delincuencia menuda.

El país necesita Policías, pero no incrementarlos desmedidamente.

Luchemos contra la delincuencia menuda con la Revolución Educativa y con una Revolución en la salud que garantice una atención básica a todos los peruanos.

¿Y qué haremos con los que no cumplen sus compromisos con el pueblo?

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