Es hora del mercado interno



Cuando en el 2009, la recesión global azotó las economías avanzadas, y las emergentes y en desarrollo tuvieron que aplicar fuertes medidas fiscales, aumentando el gasto público para compensar la caída de la inversión, la fuga de capitales, el achicamiento de los mercados de destino de sus principales exportaciones, y la depresión de los términos de intercambio de las materias primas; en el Perú, los medios de comunicación del gran capital, se encargaron de vendernos la idea de que nuestro país no se vio afectado por la tremenda crisis.

Y casi todos le creyeron, porque a pesar de que nuestro ritmo de crecimiento económico se desplomó cayendo de una velocidad de 9.8% (2008) a 0.9% (2009), el emolientero siguió vendiendo emoliente, el taxista siguió taxeando, el lavacarros siguió en lo suyo, y en fin, la gran mayoría de trabajadores que desde hace años sobrevive día a día, sin que sus ingresos cubra el total de sus necesidades, siguió en su crisis permanente.

Por eso, el cuento del crecimiento no va a dar más si es que no se cambia drásticamente el modelo económico. Y no se trata de que mandemos al diablo la estabilidad monetaria y fiscal, ni que nos cerremos al mundo o que seamos estatistas como caricaturizan los Fujimoristas y sus fans. Se trata de crecer desde adentro hacia afuera, de articular los mercados internos, de elevar la capacidad adquisitiva de los peruanos y en buena cuenta de vencer una serie de restricciones que desde hace rato nos impiden dejar de ser un país de misios.

Porque la inclusión social es una estafa si es que se reduce a unos cuantos bonos a los ancianos en extrema pobreza, o la atención ambulatoria de emergencia, o cambiarle el nombre a los wawawasis. Se trata de promover nuestro mercado interno, lo que es contrario a la ideología de Castilla y Velarde.

Supone revisar nuestra política comercial, para que en lugar de seguir firmando TLC con todo el mundo, resolvamos los problemas de calificación laboral, tecnología, vías de comunicación, cadenas de frío, etc. que impiden que los empresarios nacionales puedan aprovechar realmente los acuerdos comerciales ya existentes.

Se trata también de promover a las cooperativas de producción de café y cacao por ejemplo e impedir que la SUNAT se los coma con zapatos y todo porque sus funcionarios las confunden con aparatos comunistas, en lugar de apreciar que la asociatividad cooperativa de decenas de miles de productores facilita hacer economía de escala.

Hoy, que hasta el propio FMI señala que se viene un nuevo periodo de recesión mundial que durará al menos dos años, afectando fuertemente la demanda externa, debemos preguntarnos hasta cuándo vamos a seguir con la estrategia de exportaciones como único motor de nuestra economía.

Y, sin soslayar la necesidad de participar exitosamente del mercado mundial, especialmente del intercambio de manufacturas en la región, es momento de pensar en la demanda interna, que no es otra cosa que movernos hacia una economía nacional de mercado, muy bien descrita en el plan de la gran transformación.


Carlos Alonso Bedoya

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