LA CONGA CON YANACOCHA Y EL GOBIERNO PARTE II
 Por Jorge Manco Zaconetti *
EN MENOS DE 5 AÑOS RECUPERÍA LA INVERSIÓN
Desde
 la posición “agua o minería”, alimentada en la campaña electoral por el
 candidato Ollanta Humala en la propia provincia de Celendín-Cajamarca 
en abril pasado, donde afirmaba que “el oro no se come”, y asumía la 
posición de la población campesina, de las ONGs ambientalistas, y 
autoridades locales en un rechazo al proyecto Conga, hemos pasado a una 
toma de posición de “agua y minería”, como alternativas válidas sin 
exclusiones. Donde el proyecto si o si, de todas maneras se desarrolla, 
con previos ajustes al estudio de impacto ambiental, e incidiendo en la 
preocupación legítima sobre el futuro de los recursos hídricos. 
Ello
 evidente no se resolvería en 15 días como afirmara a inicios de mes el 
titular de ministerio de medio ambiente, con las correcciones o 
maquillaje al estudio de impacto ambiental que tiene más dudas que 
certezas. De allí que el próximo 24 de noviembre se paralizará la región
 Cajamarca contra la minera Yanacocha, el gobierno central y el 
declarado apoyo al proyecto Conga.
En
 verdad, el problema es más complejo y debiera servir para resolver de 
una vez por todas, la debilidad del Estado frente a la promoción de la 
inversión minera, donde éste aparece subsumido por los intereses de las 
empresas transnacionales. En especial, los altos funcionarios como 
ministros, viceministros de minería, directores de asuntos ambientales, 
directores generales etc. han sido funcionarios privados que hacían un 
“stage” en el ministerio del sector, para luego regresar a la actividad 
privada.
En
 tal sentido, sería gravísimo para la credibilidad y legitimidad del 
nuevo gobierno la confirmación de la titularidad de la actual 
viceministra de minas en varias concesiones mineras. Ello se sumaría a 
la presencia de varios congresistas con intereses mineros informales en 
departamentos mineros como Madre de dios y Puno. Lo cual demostraría la 
fragilidad y la improvisación en la elección de los cuadros del partido 
de gobierno.
La
 debilidad del Estado en particular en ministerios claves como energía y
 minas, se agudiza cuando por un lado promocionan la inversión privada 
señalando cifras plenas de optimismo que no se condicen con la realidad.
 Importantes proyectos mineros como Quellaveco, Michiquillay, Rio 
Blanco, Tía María y otros se promocionan como en la década de los 
noventa del siglo pasado sin consulta previa y con estudios de impacto 
ambiental ad hoc.
El
 ministerio del sector por un lado promueve la inversión y de otro lado 
tiene que realizar el estudio de impacto ambiental, y la fiscalización 
de la actividad minera  en condiciones precarias con crónicas faltas de 
presupuesto y personal. Por ello, los estudios de impacto ambiental son 
realizados por empresas especializadas cuyos honorarios son asumidos por
 las propias empresas mineras. Esto de por si debiera generar legítimas 
preocupaciones, pues hay un dicho popular de “quién paga, manda”.
En
 el mismo sentido, la propia información económica sobre los proyectos 
mineros, sea sobre producción, rentabilidad, reservas, impacto 
ambiental, empleo, tributos a pagar, lo realizan las propias empresas 
mineras, y el Estado solamente recepciona esta documentación, en 
particular la referente a las reservas y la vida útil de los 
yacimientos. Resulta curioso por ello que el titular de los recursos 
naturales a nombre de la Nación no tenga la capacidad de estimar 
autónomamente las reservas, igual sucede con las reservas gas natural de
 Camisea.
Si
 bien los estudios de impacto ambiental son tercerizados a empresas 
especializadas y registradas en el ministerio, sus servicios son 
abonados por las propias empresas y sometidos a una aprobación por parte
 de los funcionarios del sector de energía y minas.  Al margen de la 
complejidad técnica, de los estudios de suelos, geología, recursos 
hídricos, aire, destino de relaves, dotación de energía etc expuestos en
 los estudios de impacto ambiental que pueden sumar varios tomos, existe
 una crónica debilidad de la direcciones ambientales del ministerio sea 
de personal, presupuesto, alta rotación de funcionarios, presencia de 
lobbys empresariales etc.
En un Estado fuerte y organizado los estudios económicos y ambientales los tendría que haber realizado el propio Estado, a través de sus ministerios  de
 economía y finanzas, energía y minas y del medio ambiente 
respectivamente. Esta debilidad en la supervisión y fiscalización de 
parte del Estado le resta capacidad negociadora ante la propia empresa, 
la opinión pública y frente a la propia población campesina. A esta 
realidad, Jorge Basadre la denominaba ¡Estado Empírico!.
Por
 ello, se debiera regresar a la pregunta inicial sobre la valorización 
económica y social de los recursos naturales. Al no evaluarse 
adecuadamente los recursos naturales nos encontramos entre el 
fundamentalismo liberal de mercado, con el afán de explotar 
aceleradamente los recursos mineros en el menor tiempo posible, y el 
radicalismo ambiental, de oposición ideológica a toda actividad minera  
en cabecera de cuenca. Con tal posición se asume por principio la 
inviabilidad a los principales proyectos mineros que el crecimiento 
económico del país requiere.
¿POR QUÉ LA CONGA?
En
 el caso de Mra. Yanacocha y el proyecto Conga se debe reconocer la 
importancia que tiene para Newmont y el grupo Buenaventura la 
explotación de minas Conga ante la pertinaz disminución de la producción
 aurífera de la minera. Al margen del agotamiento natural y rendimientos
 marginales en los primeros yacimientos de Mra. Yanacocha tales como San
 José, Carachugo, Maqui Maqui, la Quinua, el incremento de la producción
 constituye un imperativo categórico del capital de allí la importancia 
de la explotación de minas Conga. 
El
 proyecto de minas Conga requiere de US$ 4,800 millones según las 
fuentes empresariales y aportaría a la empresa entre 600 a 700 mil onzas
 adicionales al año de oro y más de 100 mil toneladas de cobre en 
promedio durante los 17 años de duración de las operaciones, que serían 
rápidamente recuperados.
Ello
 significaría que con los precios actuales del oro por encima de los 
1,721 dólares la onza y más de 7,500 dólares la tonelada de cobre, se 
tendrían ingresos anuales sobre los 1,900 millones de dólares y 
excedentes brutos o ganancias brutas de casi 1,400 millones de dólares 
por año, a los cuales habría que deducir los gastos administrativos, los
 gastos financieros y el abono del impuesto a la renta. Con todo, ello 
significaría que en menos de cinco años se recuperaría la inversión, y 
los doce años restantes constituirían ganancias líquidas, pero la 
pregunta relevante debiera ser: ¿y qué pasa con el costo ambiental?.
De
 allí la legítima preocupación ambiental sobre el destino de las aguas 
subterráneas, y las lagunas que serán licuadas y cuya hidrología se ha 
formado en cientos de años. Por tanto uno se interroga y después de la 
explotación minera ¿qué queda? Sobre todo si para obtener un poco más de
 un gramo de oro se remueve una tonelada de tierra con uso intensivo de 
agua.
Como
 resulta lógico el interés de la empresa es maximizar las utilidades, 
valorizar el capital con los menores costos de producción, obtener una 
mayor rentabilidad privada para sus accionistas y minimizar el abono de 
impuestos y regalías.
En
 este juego, cabe preguntarse si el Estado ha valorizado los costos y 
beneficios de la explotación de las reservas de Minas Conga de manera 
seria y sustentable. Por la información que se conoce sobre regalías e 
impuesto a la renta que generaría el proyecto al fisco sería un promedio
 anual de US$ 172 millones de dólares en los 17 años de duración del 
proyecto. Es decir, de la utilidad bruta anual de 1,400 millones de 
dólares el Estado apenas captaría el 12%, es decir 172 millones dólares.
Cabe
 interrogarse si un estimado de 2,230 millones por concepto de impuesto a
 la renta y aproximadamente 630 millones por regalías que serían los 
montos que percibiría el fisco durante la vida productiva del proyecto 
compensarían los daños ambientales, el secamiento de las lagunas, el 
destino de los relaves, la transformación del hábitat natural, y el 
comportamiento de las aguas subterráneas. Por ello, cabe preguntarse 
¿Cuál sería el futuro de las cuencas hídricas y las zonas de influencia 
que se abastecen de tales aguas?, constituye una legítima preocupación 
al margen de cualquier radicalismo ambiental. Es de suponer que un 
sólido estudio de impacto ambiental debiera resolver tales cuestiones.
Con
 un  estudio de impacto ambiental solvente realizado y pagado por el 
Estado o realizado por una autoridad internacional reconocida, con  las 
acciones de mitigación ante los posibles efectos negativos de la 
irrupción minera, con la aplicación de la ciencia y tecnología se 
demostraría la viabilidad del proyecto de Minas Congas, y de otros 
proyectos mineros que se ubican en las cabeceras de cuenca hídrica. Sin 
embargo, debiera superarse la debilidad institucional del Estado en la 
promoción, fiscalización y supervisión minera, en particular la ridícula
 participación del fisco en la renta minera en relación a los ingresos y
 utilidades estimadas por Mra. Yanacocha.
Investigador UNMSM *



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