De remuneraciones y velitas a China

 Por Armando Mendoza

Las recientes declaraciones del ministro de Economía y Finanzas, en las que precisa que le prende velitas a China diariamente, no son más que la constatación de lo que ya era un secreto a voces: la marcha de la economía global, cada vez más incierta, va a repercutir inevitablemente en nuestras perspectivas de crecimiento para el próximo año porque no estamos blindados.
La verdad es que el ministro Castilla va a necesitar algo más que prenderle velitas (misioneras) a China para iluminar su fe de que en el 2012 el Perú mantenga su ritmo de crecimiento. Y, en ese sentido, hay que celebrar que la sensatez se haya impuesto y que ahora se reconozca la necesidad de políticas contracíclicas. Así, el ministro, otrora fervoroso defensor de ajustar el cinturón fiscal, admite la necesidad y la urgencia de agilizar y ampliar la inversión pública como mecanismo para estimular la economía y contrarrestar el impacto de la crisis internacional.
Hay que recordar que en los episodios de recesión económica son los sectores de menores ingresos los que se ven más afectados, pues su empleo es precario, su capacidad de ahorro es reducida y su patrimonio limitado. Por ello, el eje central de una política antirrecesión tiene que ser no solo mantener en azul las cifras macroeconómicas y macrofiscales sino también el proteger a los sectores más vulnerables de la población. Por eso el impulso a los programas sociales, tales como Pensión 65 o Juntos, es un elemento crucial para “blindar” a estos sectores vulnerables, incrementando en alguna medida sus limitados ingresos, lo que además tendrá un efecto positivo sobre el resto de la economía, a través de su demanda ampliada por bienes y servicios.
Pero, asimismo, otro tema que tiene que plantearse es la mejora de las remuneraciones, que en el Perú sufren de un embalse tan considerable como injustificado. Llevamos años de crecimiento económico sostenido y, sin embargo, muchos trabajadores siguen percibiendo salarios que se han quedado congelados en los años 90. Y ello tiene directa relación con el hecho de que el crecimiento económico de los últimos años no se haya traducido en un avance en el campo de la equidad, pues el Perú de hoy es un país donde la concentración de la riqueza no ha disminuido sino que, por el contrario, se ha incrementado.
En ese sentido, un elemento que parece que no se está considerando debidamente en relación con las medidas antirrecesión es el impacto que un incremento en la Remuneración Mínima Vital tendrá en la demanda de los trabajadores por bienes y servicios, lo cual contribuirá precisamente a estimular la economía, dado que la propensión marginal a consumir es mayor entre los sectores de menores ingresos que entre los de mayores ingresos.
En otras palabras: si soy una persona que tiene ingresos reducidos y recibo un aumento salarial, lo más probable es que todo, o casi todo, de dicho  aumento lo gaste en consumo para cubrir mis necesidades, con lo cual contribuiré a generar negocios adicionales a productores y comerciantes, estimulando la economía. Por el contrario, si soy una persona con ingresos más bien elevados y recibo un aumento, es probable que parte de dicho incremento no lo dedique a consumir bienes y servicios sino más bien al ahorro, por lo que mi impacto sobre la demanda interna por bienes y servicios será relativamente menor. Sería bueno entonces que el incremento de la Remuneración Mínima Vital sea visto con una perspectiva diferente: no como un perjuicio para el empleador y una barrera para la competitividad sino más bien como un reconocimiento y un estímulo al esfuerzo del trabajador peruano.
Por supuesto, hay intereses económicos y políticos poderosos que se oponen a mejorar las remuneraciones con los ya consabidos argumentos de incremento de los costos de producción y pérdida de competitividad. Dichos argumentos resultan menos creíbles cuando se contrastan con la realidad, verificándose así que el Perú es uno de los países de la región que se han estancado en relación con las remuneraciones, en general, y en la remuneración mínima vital, en particular. En efecto, acorde con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre el 2000 y el 2010 el Salario Mínimo Vital en el Perú apenas creció un 9.2%  en términos reales (es decir, ajustado por la inflación) cuando en Chile (tantas veces mentado en los últimos días) creció un 24.7%, en tanto que en Uruguay creció un 97% y en Brasil en un 81.5%, por citar algunos ejemplos. (Véase gráfico).
Entonces ¿de qué pérdida de competitividad estamos hablando? La discusión sobre el incremento de los ingresos laborales tiene que hacerse con objetividad y honestidad intelectual, dejando de lado argumentaciones ideológicas. Por ello los compromisos de incrementar la remuneración mínima el próximo año deben entenderse como una cuestión de justicia que no solo tiene justificación social sino también económica, porque mayores ingresos para los trabajadores tendrán repercusión en una mayor demanda interna, que contribuirá a fortalecer el crecimiento económico. Así, el ministro Castilla no solo debería estarle prendiendo velitas a China sino también a los trabajadores y, además, acompañar esas velitas con una garantía de incrementar la Remuneración Mínima Vital en el 2012.

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