¿Cuál es la verdadera crisis?

Por: Armando Mendoza (Vicente Sotelo, columnista invitado)
A  raíz del último remezón económico mundial han salido diversos especialistas a opinar respecto al tema. Si uno revisa los textos y/o comentarios puede darse cuenta de la clara hegemonía de la escuela neoclásica o convencional, en contraste a las exiguas opiniones que parten desde el prisma de la economía política. A nuestro entender, este avasallamiento neoclásico respecto a las demás posiciones es una de las principales razones no solo de esta crisis, sino de las venideras.
Partiremos de dos supuestos. El primero es que el factor subyacente de la crisis económica es la creciente divergencia entre el sector real y el nominal de la economía norteamericana. Mientras que el sector nominal ha venido creciendo a un ritmo desbocado y exponencial, el sector real creció, pero a tasas significativamente menores. En pocas palabras, hoy en EE.UU. se consume excesivamente más de lo que realmente se produce (véase gráfico).

Nuestro segundo supuesto es que más allá de los intentos por una mayor regulación financiera a nivel mundial, prevalece hoy en día una estructura de incentivos perversa que es la responsable de la profunda disonancia entre el sector real y nominal económico. En conformidad a nuestros supuestos, si la crisis económica es producto de la estructura institucional perversa en la sociedad, entonces nuestra tarea pasa por revisar esta naturaleza y dinámica institucional. Es en este punto en donde entra a tallar la hegemonía neoclásica. La escuela neoclásica ha venido acotando cada vez más su análisis a modelar y cuantificar las estrategias y aptitudes de las organizaciones o actores económicos, dejando de lado los cuestionamientos respecto a las estructuras institucionales. Así pues, hoy en día la mayoría de economistas estamos más abocados en el ¿cómo? y ¿cuánto? y nos hemos olvidado del ¿por qué? Prima la forma, “matematizando” la economía; pero se deja de lado el sustrato o el fondo, “deshistorizándola”.
La perversa estructura financiera mundial de hoy en día reposa en el conjunto de “incuestionables” premisas y axiomas neoclásicos. Producto de esta situación es que no solo los diagnósticos, sino que las recomendaciones o políticas, están inscritos a esta lógica. Por ende se siguen y seguirán constituyendo periódicamente nuevos acuerdos de Basilea, pero el problema de fondo persistirá. Mientras persistamos en el mismo marco lógico de las cosas y no pasemos a cuestionarlo como tal, entonces las cosas seguirán igual. Es esta ausencia de espíritu crítico-dialéctico la verdadera crisis que hoy en día nos toca enfrentar. 

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