El reto de la Corrupción

 Por Armando Mendoza



En el Perú, desde los años 90, sucesivos gobiernos se han mantenido fieles a una serie
de dogmas, que en el resto del mundo hace tiempo fueron abandonados en favor del
pragmatismo y la sensatez; pero que, sin embargo, en nuestro país han disfrutado de
irracional vigencia. Uno de dichos dogmas asume que el desarrollo del país pasa por
mantener al Estado debilitado y marginal, al servicio de algunas minorías privilegiadas, y
de espaldas a la realidad nacional.
Creer que podemos alcanzar un desarrollo sostenible e inclusivo con un Estado débil
es un absurdo de proporciones; por lo que un eje central de las políticas de gobierno
2011-2016 tiene que ser el fortalecimiento del Estado; lo cual debe de incluir,
necesariamente, un esfuerzo sustancial en el campo de la lucha contra la corrupción;
La realidad es que tras décadas de ser manejado como botín por los grupos de poder
económico y político, hoy en día en el estado peruano campea la corrupción. Los
burócratas inamovibles; merced a algún oscuro nombramiento; los cupos políticos y
redes familiares, las mafias enquistadas en todos los niveles de la administración
pública; etc., son fenómenos comunes, y los escándalos por coimas y chanchullos son
el pan de cada día.
Así, no sorprende que en el Perú la desilusión con la democracia y la desconfianza
hacia las instituciones públicas sean sentimientos mayoritarios, pues acorde al
Latinobarómetro 2010, elPerú figura en los últimos puestos en satisfacción de los
ciudadanos con la democracia, lo cual tiene relación con la percepción de que
el estado peruano es un ente corrompido y corruptor, al servicio de los poderosos y
que no protege ni apoya al ciudadano. Más aún, acorde al mismo Latinobarómetro,
apenas el 21% de los peruanos creen que se haya dado algún avance en la lucha contra
la corrupción en los últimos años.
Evidentemente, el tema de la corrupción en el Estado es un problema fundamental que
representa un elevado costo económico y social para el país; y que tenemos que
enfrentar y combatir. El reforzamiento de la vigilancia ciudadana; el desarrollo del
régimen de carrera pública basado en el mérito; el sinceramiento de planillas, la
revisión de los mecanismos administrativos bajo una óptica de transparencia y
rendición de cuentas; son todos pasos que deben adoptarse, si queremos una
democracia funcional.
Así, el nuevo gobierno tiene ante sí un desafío clave: que al final de su quinquenio,
los peruanos y peruanas podamos decir que nuestro país es menos corrupto que en el
pasado, que ya no es tanta la impunidad, que el Estado es más transparente, y que,
pese a todo, algunas cosas han cambiado para mejor.

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