A desembalsar, que el mundo se va a acabar

  Por Humberto Campodonico

Se sigue elevando el precio del petróleo y el gobierno, para evitar una inmediata alza de precios de los combustibles, amplía el plazo de la banda de precios. Con eso consigue tapar el sol con un dedo, aunque solo sea por un tiempito.
Mientras tanto, diversos analistas critican el embalse de precios, dicen que está aumentando la deuda con las refinerías (ya está en 600 millones de soles) y claman por un “sinceramiento” de los precios, le duela a quien le duela.


Pero, ¿eso es lo único que se puede hacer? ¿No hay alternativa al “gasolinazo”? Pues claro que la hay y la hemos enunciado varias veces en esta columna.
Lo primero es eliminar la absurda metodología de los Precios de Paridad de Importación (PPI) que establece que los precios de los combustibles puestos en el Callao deben ser iguales a los que se importan desde la Costa del Golfo en EEUU, más el flete. Esto encarece los precios desde un 10 hasta un 25% porque los precios de los crudos que vienen al Perú son más baratos que en EEUU.
Además, los costos de refinación en EEUU son mayores que los de Talara y La Pampilla.
Solución: Reemplazar el PPI con los costos reales de importación y refinación.
Lo segundo es construir el ducto de GLP de Pisco a Lima, pues ahora viene por mar lo que es caro y deja a Lima sin gas cada vez que hay marejada fuerte (increíble). En el 2007 Graña y Montero propuso construir el ducto por US$ 70 millones en 30 meses, obteniendo la buena pro del MINEM. Pero no se construyó pues eso rompía el cuasi monopolio de distribución en Lima que tiene Repsol con el 66%, ya que cada distribuidor ahora iba a poder importar “en directo”.
Solución: sacar “ya” una nueva licitación para el ducto y, también, promover un mercado competitivo de distribución en Lima para que bajen los precios del GLP. El precio explanta es de S/.21 por balón de 10 Kg (incluye IGV), pero se vende a S/. 35. Con competencia se puede bajar ese enorme margen de distribución de 14 soles.
Podríamos seguir con otras medidas de corto plazo (disminuir el Impuesto Selectivo al Consumo), pero en materia de política energética lo que manda es el rol rector del Estado (hoy inexistente) y el horizonte de largo plazo. Eso significa evaluar todos los recursos energéticos, entre ellos los hídricos, las energías renovables y los hidrocarburos.
Sobre estos últimos, el petróleo solo constituye el 17,5 % del total de reservas (ver cuadro). Por tanto, no cabe duda que debe haber un Plan de Masificación de Consumo de Gas, el 62% de las reservas. Pero, ¿qué está sucediendo? Que la mitad de las reservas probadas del Lote 88 y 56 (el regalo de Dios que nos dejó la Shell) están destinadas a la exportación. Increíble.
Hay que revertir esa “política” sustituyendo petróleo por gas para dejar de lado la dependencia del petróleo caro importado. Se tiene que masificar el gas en todo el país (usando también las reservas del norte), como en Colombia, que tiene solo 1/3 de nuestras reservas pero un consumo 3 veces superior al nuestro. También hay que construir ya el gasoducto surandino para masificar el gas vehicular y domiciliario en las regiones más pobres.
Nuestra actual dependencia del petróleo (importamos 2/3 de nuestro consumo) no se va a solucionar de un día para otro. Cierto. Pero la respuesta no es la gritería cortoplacista pro desembalse. Hay muchas cosas que hacer, como vemos. La condición sine qua non es que la política energética deje de ser el coto de caza de negocios privados para constituirse en una política de Estado que ponga por delante al Perú y los peruanos.

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