Comercio y Desarrollo
Por Jose Oscategui
Desde  los albores de la economía de mercado, el comercio internacional fue  entendido como un instrumento para el desarrollo de un país (o reino, en  esa época). Las propuestas asistemáticas conocidas como Mercantilismo  (cualquiera que sea la evaluación actual que se tenga de ellas) tenían  como preocupación central el fomento de aquellas actividades económicas  que eran consideradas las más avanzadas, con el fin de que ellas se  realicen dentro del país que adoptaba tales propuestas.
Entre esas propuestas también se encontraba la recomendación de exportar lo máximo posible e importar solo lo indispensable.
En  los siglos XVI y XVII, cuando se empiezan a formular estas propuestas,  el consumo importado era, fundamentalmente, compra de sedas y alfombras  del Oriente, perfumes y especias de la India, loza de la China, etc.,  realizado por los nobles de la época. En términos del esfuerzo de  industrialización (y también en términos de la ética de sectores  religiosos), era un consumo dispendioso y reprobable, pues hacía más  difícil la tarea de acumulación de capital que se tenía que realizar  como país. En gran medida, esta era la base económica y social en la que  desarrolla el Mercantilismo.
El  mundo del siglo XXI es, ciertamente, muy diferente. El mundo está más  integrado, aunque bastante más en términos de movilidad de capitales que  del comercio propiamente dicho. Pero lo que no ha cambiado es el  considerar que, para un país cualquiera, el comercio internacional no  tiene un valor en sí mismo, sino en la medida en que sirve para permitir  la prosperidad y el progreso de su gente.
Aunque  el peso relativo del sector terciario, en particular dentro de las  economías avanzadas, ha aumentado, la base sigue siendo la industria. El  desarrollo está vinculado a la industrialización y ésta a la capacidad  de producir máquinas que sirvan para hacer otras máquinas.
Algunos  sostienen que la apertura al comercio internacional fue el hecho  específico que hizo que China se desarrollara. Esto es discutible, pero  lo podemos aceptar con fines de desarrollar el argumento. Varios de los  que validan esa afirmación también apoyan los TLC, en particular, el TLC  que Perú firmó con EEUU. No obstante, los acuerdos EEUU-China  significaron la apertura de la economía norteamericana sin una apertura  equivalente por parte de China. Los norteamericanos se quejan, hasta  ahora, de que el país oriental tiene ventajas excesivas en el mercado  del país del norte. Si el acuerdo que China firmó con EEUU hubiera sido  parecido al que firmó Perú, China no hubiera podido acelerar su  crecimiento.
En  Perú tenemos un mito en relación con el comercio exterior. Este afirma  que cuanto más Exportaciones No-Tradicionales se tengan mayor será el  desarrollo del país, pues se supone que estas son, principalmente,  productos industriales. Los TLC permitirían el crecimiento de estas  exportaciones.
El cuadro que presentamos habla por sí solo.
 Este  muestra que dentro del total de las Exportaciones No-Tradicionales,  solo las exportaciones agroindustriales han visto crecer su  participación. El único problema es que ningún país se ha desarrollado  especializándose en la producción de, digamos, paltas.
Colofón
Los  TLC que Perú ha firmado necesitan ser revisados con la finalidad de que  puedan ser mejorados. Perú debe priorizar los acuerdos de integración  regional, pues ellos deben permitir a nosotros y a nuestros socios  comerciales intercambiar productos industriales, aunque estos por ahora  no sean muy sofisticados.



Comentarios