Se descentraliza la política pero no la economía



Hoy se inicia el proceso de renovación de alcaldes y presidentes regionales y en unos meses le sigue el nivel nacional con cambios de gobierno y su congreso más.  Nuevas autoridades, ¿pero también nuevas ideas y mejoras en la calidad de vida para los peruanos?

Si relacionar Estado y economía no es una tarea sencilla, más complicado aún, es definir la relación, sana y equilibrada, que debe existir entre política y economía. La mayoría de peruanos consideramos que la descentralización es buena para la economía. Siendo esto verdad, es hora de meterle el diente a aspectos importantes y urgentes en el proceso descentralización. Tanto en la agenda interna, al interior de cada municipio y cada gobierno regional, como en la agenda externa o nacional.

Una descentralización con mejor chorreo

Uno de los principales objetivos del proceso de descentralización, iniciado en 2003, ha sido enfrentar el histórico y apabullante centralismo de la economía peruana. Terrible es constatar, que en siete años de proceso de descentralización el centralismo de la economía peruana no sólo se ha mantenido, sino que hasta se agudizó.

El INEI, en una publicación de julio sobre el PBI departamental, nos muestra que a nivel nacional, es decir, en promedio, el PBI por persona se ha incrementado en 44% en estos años de descentralización (2009 versus 2002). Además, en todos los departamentos la producción por persona ha crecido en este mismo periodo. Y sin embargo, el crecimiento económico no ha disminuido la distancia entre las regiones pobres y las regiones más potentes económicamente, es decir las de la costa y, sobre todo, Lima.

En la experiencia internacional, en procesos más antiguos que el nuestro, se han definido políticas tributarias y fiscales activas para regiones menos desarrolladas. Políticas que buscan promover la convergencia económica, cuando se parte de un fuerte centralismo de la producción nacional, por consiguiente, de grandes disparidades entre regiones. Dejar las cosas en manos del mercado no revierte los procesos de concentración económica, lo esperado es que se agudiza la disparidad.

El gobierno actual empezó prometiendo programas y políticas activas. Sierra exportadora y las exoneraciones tributarias para las zonas andinas; son dos ejemplos emblemáticos. Pero fue mucho ruido y pocas nueces. El resultado, con políticas públicas inexistentes, es la continuidad de la centralización económica.

El gráfico muestra el caso de los 6 departamentos más atrasados. La situación de Apurímac, el departamento con la menor producción por persona, no ha cambiado respecto al resto del país, en siete años de descentralización. En el 2002 cada ciudadano de este departamento producía 73% menos que el promedio de los peruanos. Con descentralización, 7 años después, el peruano de Apurímac sigue un 73% más lejos.

Algo parecido ha pasado con los otros 5 departamentos con menor producción y con aquellos relativamente menos desarrollados. El proceso de descentralización, como está diseñado y en sus condiciones actuales no genera convergencia económica entre regiones.

Incluso hay casos como Huánuco y Puno  donde la brecha no sólo no ha disminuido, sino que se ha incrementado; es decir, hoy se encuentran más lejos del promedio nacional que cuando empezó la descentralización.


La consolidación de la descentralización en el Perú, la principal reforma del Estado, dependerá de la capacidad que tengamos de enfrentar este problema. Las regiones más pobres no pueden seguir siendo pobres, mientras que las regiones con mayores recursos acumulan, cada vez, más recursos.

Las nuevas autoridades, en municipios y regiones, además de asumir sus responsabilidades al interior de sus territorios tendrán que aportar a sostener este proceso de descentralización. En el corto plazo se requiere revisar las competencias de los diferentes niveles de gobierno, definir los aspectos fiscales de la descentralización y constituir espacios de diálogo entre los niveles de gobierno.

Y sobre la marcha, no es posible esperar más. Debemos definir, junto al nuevo Congreso y el Poder Ejecutivo, una política de fomento de la equidad territorial. Las regiones más pobres, además de concentrar la población con mayores necesidades, son las que tienen problemas para activar su crecimiento.

El centralismo económico peruano es un problema nacional. Y, por tanto, requiere políticas nacionales, que ataquen las trabas estructurales que tienen las regiones menos favorecidas para lograr mejores niveles de vida para sus ciudadanos.
 
AUTOR : Edgardo Cruzado
FUENTE : ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU

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