El problema es el modelo


A pesar del crecimiento económico de los últimos años, el trabajo en el Perú sigue siendo una preocupación para todos. Bajos salarios y un mercado laboral que no es capaz de absorber la oferta de trabajo de los peruanos, es el principal problema de la economía nacional, en donde la generación de puestos de trabajo productivos y con derechos es el principal reto
El promedio del crecimiento económico anual de los últimos años en el Perú ha sido de 6%. Y si bien, a primera vista, esta cifra alegra a todos, el haberse celebrado los primeros días de octubre la jornada mundial por el trabajo decente es una buena oportunidad para reflexionar sobre a quién beneficia el boom de la economía nacional.
Una primera constatación es que la riqueza generada en el país no se ha traducido en un aumento sostenido de la presión tributaria, que ha fluctuado entre 13% y 15% del Producto Bruto Interno (PBI), por debajo del promedio regional (18%). O sea que de cada 100 soles producidos en el Perú, máximo 15 soles han ido a parar al tesoro público. Esto explica por qué nuestro presupuesto nacional es bastante precario respecto de las necesidades salariales, pensionarias, educativas, sanitarias, habitacionales y de los grandes déficit en infraestructura, ciencia y tecnología.
Tampoco el nivel de ingresos de los peruanos de a pie se ha visto elevado. Es sabido que el sistema prefiere endeudarte (préstamos de consumo) que aumentar el sueldo a los trabajadores, y en esa línea el indicador de la remuneración mínima vital es contundente. En los últimos 6 años sólo se ha aumentado 50 soles (de 500 a 550 soles) en el salario base.
Lo que sí ha aumentado –y en gran medida– ha sido la utilidad de las empresas; especialmente las relacionadas con las industrias extractivas como la minería. Sólo en el 2007, la gran minería se llevó más de 14 mil millones de soles de utilidades; cifra que se ha mantenido en el 2008 y 2009 a pesar de la crisis global. A pesar de ello, el óbolo minero –negociado por Jorge del Castillo cuando era Primer Ministro– apenas llegó a 517 millones de soles. Pero la mayor paradoja se presenta cuando vemos que este sector a pesar de representar una gran inversión, genera muy pocos empleos: apenas supera los 100 mil puestos de trabajo para una población económicamente activa (PEA) de más de 12 millones.

El problema del empleo

Sin duda nuestro modelo de producción y acumulación de capital no se dirige a generar empleo masivo. El chorreo no basta para garantizar el derecho al trabajo de los peruanos, ni la economía peruana es capaz de absorber la mano de obra ofertada por el mercado laboral en la actualidad. Las políticas primario exportadoras, impulsadas fuertemente desde Fujimori hasta nuestro días, han profundizado nuestra condición de "abastecedores" de materias primas a los mercados mundiales (la mayoría de países con los que comerciamos nos ven como una despensa). Prima la filosofía del "cholo barato" como "estrategia" para ser competitivos.

La continuación de este modelo neoliberal impide la transformación de la estructura ocupacional del país, donde las actividades con mayor capacidad para generar valor agregado y mayor empleo (manufactura) nos son promovidas. Por el contrario, se priorizan actividades que menor mano de obra demandan (industrias extractivas). Este tipo de inserción a la globalización económica profundiza los niveles de desigualdad económica y social.
De ahí que el déficit de trabajo decente en el Perú –relacionado con un conjunto de factores (que van desde el crecimiento demográfico, la debilidad institucionalidad del Estado o el déficit de calificaciones laborales)– se explique principalmente por el carácter del modelo económico primario exportador. El mismo que se expone al perpetuo ciclo del auge–declive originado por la variación de precios de las materias primas fijado por los mercados internacionales. Es lo que el historiador Jorge Basadre llamó la prosperidad falaz: periodos de auge económico vinculados a la exportación de recursos naturales e interrumpidos por bancarrotas fiscales cuando los precios caen. Guano, salitre, caucho, algodón, harina de pescado fueron en su momento los principales productos de exportación.

En el corto plazo
¿Qué hace falta –además de un cambio en la política económica– para promover el trabajo decente en el país? En principio, una reforma institucional que restituya el equilibrio de poder entre trabajadores y empleadores, hoy claramente favorable a los segundos.

En nuestro país se optó por profundizar la flexibilización laboral –a través de regímenes especiales para la agroindustria y las microempresas– en lugar de aprobar la Ley General del Trabajo y del Empleo Público, dos acuerdos alcanzados durante el proceso de transición democrática (posteriormente pasados al olvido). Esto requiere adecuar las normas vigentes a los estándares internacionales en materia sindical.
También es necesario implementar un Plan Nacional de Trabajo Decente que oriente las políticas públicas hacia ese objetivo. Esto implicaría poner en el centro de las políticas de Estado el bienestar de la población. Justamente lo que no se quiere hacer.

AUTOR  :  Enrique Fernández Maldonado
FUENTE : GRUPO EDITORIAL BAJO LA LUPA

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