Las inversiones en agricultura contribuyen al neolatifundismo

Según el aviso pagado por el ministerio de Agricultura y difundido por los diarios el 24 de junio, con motivo del día del campesino, la política oficial continuará marginando precisamente a los homenajeados, los campesinos.

El aviso informa hacia dónde se orientan las inversiones agrarias que se hacen con recursos públicos. A programas que de algún modo benefician a la agricultura de pequeña escala se destina el 2.5 por ciento de las inversiones (Agroemprende, 0.7% y Núcleos Ejecutores, 1.8%). En contraste, en el otro extremo, las inversiones orientadas a consolidar el neolatifundio acaparan el 65% de las inversiones. Estas son cuantiosas inversiones en grandes obras de irrigación -Chavimochi III, Olmos II, Majes Siguas II, Chinecas - que permitirán que tierras eriazas, improductivas, sean cultivadas, exclusivamente para la exportación.

Hay tres problemas con estas inversiones en irrigaciones.

El primero es que, en la medida que son aprovechadas sólo por grandes inversionistas (pues así lo determinan las condiciones de venta de estas tierras), contribuye a restablecer una estructura bipolar de propiedad de la tierra, tal y cual existió antes de la reforma agraria de 1969. Esta concentración de tierras y de capitales ahonda las ya grandes desigualdades socioeconómicas existentes en el país. Y no hay mejor estímulo para el conflicto social que la agudización de las desigualdades.

En segundo lugar, los costos de oportunidad son muy altos. Con montos tan elevados comprometidos en irrigaciones –930.5 millones de dólares, según el aviso- y siendo los recursos públicos siempre escasos, cabe preguntarnos si no son prioritarias otras inversiones. Por ejemplo, en pequeñas irrigaciones que beneficiarían a centenares de miles de agricultores familiares, contribuyendo así a combatir la pobreza rural, a mejorar la seguridad alimentaria del país y al desarrollo descentralizado de las regiones.

En tercer lugar, con estas grandes inversiones se ganan nuevas tierras para el cultivo mientras que, por otro lado, se van perdiendo tierras por distintas causas. En algunos casos, por salinización, debido al efecto combinado de malas técnicas de riego, deficientes sistemas de drenaje y cultivos que utilizan mucha agua. Viejos estudios, que no han sido reactualizados, mostraban que más de un tercio de las tierras de la costa estaban salinizadas. En la sierra y selva también se pierden centenares de miles de hectáreas de tierras por erosión y deforestación.

Es preciso que los recursos públicos sean utilizados potenciando las capacidades económicas de la mayor parte de agricultores y campesinos, y no profundizando las diferencias en beneficio de pequeños y poderosos grupos de neolatifundistas.

AUTOR : Fernando Eguren; Economista
FUENTE : CEPES

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