¿Peligros de un país minero?



Los sectores primario exportadores, como la minería y los hidrocarburos, pueden ser útiles para promover el crecimiento económico de cualquier economía, pero también para reducirlo. Es sintomático que la literatura les asigne el calificativo de constituir una bendición, pero por mayoría se les tipifica como una maldición. La línea de separación entre ambas alternativas es tenue. Son las características de estas actividades, sus vinculaciones con los otros sectores productivos y con otros mercados como el cambiario y laboral, entre otros elementos, las que explican resultados tan disímiles. La evidencia peruana lamentablemente no es muy positiva al respecto.

Efectos multiplicadores positivos

La posibilidad de crecer con base en el empuje de determinados sectores productivos se profundiza en Hirschman (1987). El planteó la posibilidad de un crecimiento desequilibrado. Este proceso comienza a empujones, donde la planeación y política del desarrollo consiste principalmente en ir implementando sistemáticamente una serie de proyectos que aceleren el paso, construyendo las secuencias y repercusiones necesarias. Se debe impulsar no solo los eslabones hacia adelante y hacia atrás que implican un sesgo a favor de la industria, sino los enlaces en el consumo creando capacidad productiva en los sectores donde la demanda crece a propósito de una expansión de las exportaciones.

No se trata entonces de una minería de enclave con reducidas compras locales de bienes y servicios como la peruana. Con reducidos niveles de contratación de mano de obra por la elevada intensidad del capital y con diferencias intersectoriales significativas. Ros (2004) señala que las exportaciones de bienes intensivos en recursos naturales pueden convertirse en motor de crecimiento económico y transformación, a partir de rendimientos crecientes en las actividades que la proveen, con salarios reales crecientes y el aumento en la intensidad de capital en el sector industrial. Si se traba o impide una mayor especialización en sectores de rendimientos crecientes, la productividad de la economía en su conjunto y el nivel de ingreso se verán afectados. Existe potencial de crecimiento a partir de nuestros sectores primarios, pero se necesita de empresas y gobiernos nacional, regional y local activos en la creación de nuevos y sólidos encadenamientos productivos (clusters).

Enfermedad holandesa

Por el lado negativo, desde los años setenta, la enfermedad holandesa está sobre la mesa. Sin embargo, como señala Schuldt (2007), el problema se conoce desde hace muchas décadas y hasta siglos, cuando a propósito del ingreso masivo de metales preciosos, procedentes de los virreinatos americanos, se afectó adversamente a la agricultura y manufacturas españolas. Actualmente, los países petroleros son los que más padecen la enfermedad a nivel internacional.

Esta surge a propósito del significativo crecimiento de un sector primario exportador que luego genera impactos negativos sobre las otras actividades económicas. La exportación de materias primas tiende a apreciar la moneda doméstica en términos reales, con el resultado de que la producción y exportaciones de los otros sectores comiencen a estancarse o a contraerse relativamente respecto del PBI, con efectos consecuentes sobre los niveles de empleo. Luego el síndrome se ha ampliado, al considerar otras fuentes distorsionantes de divisas, tales como los mayores ingresos por la venta de servicios (como el turismo), ingresos de capital (inversión extranjera directa), financieros de corto y largo plazo y, hasta la ayuda externa, que generarían los mismos efectos negativos sobre el resto de los sectores productivos (Schuldt, 1994).

El problema nos alcanza cuando las abundantes entradas de divisas de la minería y los hidrocarburos tienen una rentabilidad de mercado a S/. 1.50 por dólar americano, mientras que las exportaciones no tradicionales son cercanas (hasta menores) al tipo de cambio de mercado. Más divisas contribuyen a apreciar la moneda nacional, sustituyendo exportaciones que emplean menos trabajadores por otras que dejan de realizarse y que hubieran utilizado una mayor cantidad de mano de obra. El abaratamiento del dólar americano conduce también a mayores importaciones que pueden desplazar producción que antes se realizaba localmente.

Algunas soluciones posibles

Todavía no se puede identificar si el síndrome holandés está operando en el país. Es un tema complejo, ya que las exportaciones no tradicionales se reducen también por la menor demanda externa. Nadie lleva un registro de quién deja de exportar y menos cuando es sustituido por un exportador primario. Para hacer frente al problema existen espacios por el lado de las políticas intermedias y sectoriales para coadyuvar a mejorar la competitividad de los sectores exportadores no primarios. La lista es amplia. No vamos a detallarla aquí, pero nuevamente nos estrellamos con un Estado en retirada.

Otra ruta complementaria es considerar a la enfermedad como una externalidad negativa. Una nueva modalidad más activa y significativa de regalías a las actividades mineras y los hidrocarburos es una ruta a explorar, ya que internaliza los daños. Las mayores regalías, garantizando una rentabilidad razonable al productor, incrementan el tipo de cambio mínimo al cual deben exportar, reduciendo las diferencias respecto de las otras exportaciones. Estas regalías, vinculadas a precios internacionales y volúmenes, también podrían servir para modular los ritmos de producción y exportación en una perspectiva de desarrollo sostenible.

AUTOR : German Alarco Tosani; Economista
FUENTE :ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU

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