La CAN y la UE



La cuestión es discutir escenarios probables luego de la firma del acuerdo de la UE con Perú y Colombia, en el contexto de la Cumbre.
Estos dos países continuaron con la política previa plasmada en el TLC con EEUU. Se debatió mucho sobre las diferencias entre las características de este tratado y los acuerdos de asociación de la UE. En el papel y por la práctica previa, estos tenían diferencias no menores, y sobre todo respecto a la integración regional, para la cual fue siempre un factor de cohesión.
Terminadas las negociaciones, estas diferencias no son significativas a pesar de matices que se pueden establecer en los contenidos de los capítulos. En ese sentido, contribuiría a la agudización de diferencias y conflictos y consolidará la necesidad de modificaciones normativas en la línea de lo que se tuvo que hacer por el TLC con EEUU.
Hasta antes de la resolución del tema del banano a nivel multilateral, se había vuelto a la situación inicial donde Ecuador y Bolivia conformaban el otro bloque, opuesto a la suscripción de algo que replicara un TLC. Después de ese hecho y gestos políticos europeos, Ecuador anuncia que retomará negociaciones, aunque no firmará un TLC. Bolivia no ha manifestado algo similar, pero dio señales políticas de cierta expectativa por la presidencia española de la UE.
A principios de este año, se desarrolló el decisivo encuentro de la Comisión Ampliada de la CAN, donde hay resultados contrapuestos. De
un lado, una agenda realista, cuyos principios orientadores han aterrizado en propuestas interesantes sobre temas territoriales, culturales, de asimetrías, infraestructura, medio ambiente y biodiversidad, inclusión social, que buscan salvar 40 años de integración regional. Aunque no aborda los temas de conflicto actuales, se da una declaración formal de buscar convergencia de procesos y posiciones que tienen una perspectiva de, por lo menos, mediano plazo.

Pero, por otro lado, tenemos las denuncias presentadas por Bolivia ante el Tribunal Andino. No solo se cuestiona el proceso de implementación del Perú en su TLC con EEUU, que llevó a una modificación de la normativa en propiedad intelectual aprobada por el resto de socios. Se plantean además exigencias de cambio sobre el mecanismo mismo de aprobación de los acuerdos. También se cuestiona una decisión anterior, que permite una negociación bilateral de los socios. A diferencia de la coyuntura anterior, donde el conflicto había sido fundamentalmente con Perú estos cuestionamientos también pueden llevar a un enfrentamiento con Ecuador.
Parece claro que ante un acuerdo de UE con Colombia y Perú, Ecuador no hará una adhesión, como en su momento hizo República Dominicana con CAFTA. Se ha comprometido ante su población de negociar algo diferente, lo que si no cumple puede causar complicaciones políticas significativas.
Independientemente de formato que se asuma, será muy difícil que la UE haga concesiones cualitativamente diferentes en el caso ecuatoriano, salvo que Bolivia se sume al proceso y plantee mejores condiciones apelando al principio de trato especial y diferenciado y tratamiento de asimetrías que fuera rechazado en su momento.
Dado el cambio en la posición ecuatoriana, Bolivia sería el único que cuestiona frontalmente el proceso. Esto implica que seguirá con acciones que entramparán la marcha de la CAN, más allá de las intenciones que se tengan al interponerlas. En el extremo, se estaría dispuesto a una ruptura, para fortalecer su participación en Alba. Lo más probable es que se espere el cambio de la Presidencia pro-témpore de Perú, para buscar nuevos escenarios. Puede ser algo muy riesgoso, si se consideran los cambios políticos que están operando en el vecindario sudamericano. Habrá que ver el desenlace de la salida del actual secretario general de la CAN para asumir un cargo en el gobierno ecuatoriano, recusado en su momento por Bolivia.
Un ex canciller boliviano ha cuestionado públicamente al gobierno esta actitud, ponderando más bien la de Ecuador como un camino más razonable a seguir. Independientemente de la dinámica nacional política, y las motivaciones y los impactos internos, desde la perspectiva del fortalecimiento de la integración, parecería plausible moderar la posición y hacer un bloque con Ecuador pero no en la posición maximalista, sino en esta intermedia que se está proponiendo.
Esto implicaría retirar alguna de las demandas presentadas ante el Tribunal Andino, creando un clima político propicio para discutir la forma de implementar los acuerdos de la agenda estratégica aprobados recientemente en la CAN. Inclusive, de la forma de impulsar finalmente los acuerdos de Tarija. Una respuesta recíproca de tolerancia de Perú y Colombia, completarían un escenario óptimo. Pero no parece el más probable, aunque el reemplazo del secretario general abre un espacio.
Otro escenario extremo es que la reunión andinos - UE sea intrascendente en sus implicancias, que Ecuador no alcance lo buscado o lo políticamente soportable en términos internos. Y, que junto a Bolivia recusen el acuerdo-TLC suscrito por Perú y Colombia.
Una variante de este escenario pesimista, es que Ecuador alcance lo buscado y que Bolivia patee el tablero, aislada. A este no lo consideramos tampoco como el escenario más probable, ni mucho menos deseable.
Me parece que lo plausible sería que los diferentes sectores oficiales y de sociedad civil trabajemos con el objetivo de contribuir a que el primer escenario se convierta en el más probable, o situaciones intermedias que se le acerquen.
Se vuelve al viejo debate: tratar de salvar 40 años de integración planteando propuestas y construyendo escenarios que lo permitan, o buscar su destrucción para que desde las cenizas busquemos reconstruir algo nuevo, cualitativamente superior. Claramente el autor suscribe el primer enfoque.

AUTOR : Alan Fairlie Reinoso;Profesor de Economía de la PUCP
FUENTE : ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU

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