Del estímulo fiscal a la austeridad

En los últimos dos años, la prioridad de muchos países fue revertir las fuerzas de la recesión, que amenazaban a sus economías. La nueva política “ortodoxa” aplicó programas de estímulo fiscal y políticas monetarias accesibles: tasas de interés bajas y mayor liquidez para el sistema bancario.

Esta nueva ortodoxia es lo opuesto a lo que el Consenso de Washington impuso a los países en desarrollo en épocas de crisis, a través del FMI, que predicaba reducción presupuestaria y altas tasas de interés. A lo largo de tres décadas, los países en desarrollo sufrieron esas políticas procíclicas que acentuaron las tendencias recesivas, en lugar de contrarrestarlas.

Cuando a los países desarrollados les llegó el turno de caer en una profunda crisis económica, repentinamente las políticas keynesianas para contrarrestar la recesión no sólo se pusieron de moda sino que hicieron furor. La ortodoxia económica se dio vuelta dentro del propio Consenso de Washington. El Estado, tan vilipendiado en los últimos años, se convirtió nuevamente en el “comandante en jefe”.

La receta keynesiana contracíclica funcionó y varios países desarrollados experimentaron una recuperación.

Pero en muchos países con deuda pública alta ya se alcanzaron los límites del gasto fiscal y del fácil acceso al dinero. Y se alcanzaron de manera dramática. Están aprendiendo el duro camino por el cual el pago de la deuda y la adopción de nuevos préstamos para un creciente déficit fiscal requieren muchos fondos, ya sea de inversionistas comerciales o a través de la “impresión de dinero” (el gobierno se presta a sí mismo). Si no hay fondos suficientes, entonces hay peligro de incumplimiento.

Ésta es la crisis que atraviesa Grecia. Como miembro de la zona euro y con un gobierno sin autoridad para imprimir dinero o devaluar su moneda, el país depende de inversionistas o acreedores para refinanciar la deuda existente y obtener nuevos préstamos para financiar el déficit presupuestario del presente año.

Ahora, el temor consiste en que la crisis griega se contagie a otros países europeos débiles, como Portugal, España e Irlanda, e incluso se menciona a Gran Bretaña. Los dirigentes europeos acordaron rápidamente un paquete de un billón de euros para impedir que esto se haga realidad y los países mencionados se embarcan en políticas de austeridad para evitar convertirse en la próxima Grecia.

Luego del mantra del estímulo fiscal, la nueva preocupación consiste en reducir el gasto público y el déficit, y demostrar que el país está en condiciones de recibir créditos.

AUTOR : Martin Khor ;director ejecutivo de South Centre.
FUENTE : DIARIO LA PRIMERA

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